Hace casi dos años, cuando inició la pandemia, era frecuente ver en las redes sociales imágenes de animales salvajes recorriendo las calles vacías mientras los ciudadanos se resguardaban en sus casas. Este año, en el mes de marzo, una noticia nos sorprendió: tras la vuelta de la cuarentena en Venecia debido a una nueva ola de contagios de covid-19, dos delfines fueron vistos nadando en el agua de un canal que, antes del coronavirus, estaría usualmente repleto de transportes y turistas.

“Cuando el mundo se cerró y vimos una gran reducción en el movimiento y la actividad humana, vislumbramos un futuro alternativo donde los canales venecianos son lo suficientemente claros como para ver peces y Los Ángeles, ciudad famosa por el smog, tiene uno de los aires más limpios del mundo. Este es el futuro que merecen nuestros hijos y nietos, y ahora sabemos que la acción colectiva de los seres humanos lo hace posible”, señala Clay Wilkes, CEO Galileo Financial Technologies, en su artículo “How company leaders can take an active role on climate change”, publicado en Quartz.

Wilkes citó un informe encargado por la Comisión de Comercio de Futuros de Productos Básicos de Estados Unidos, titulado «Gestión del riesgo climático en el sistema financiero de EE UU», en el que se concluye que «un mundo atormentado por frecuentes y devastadores choques del cambio climático no puede sostener las condiciones fundamentales que sustentan nuestro sistema financiero», concluyó el informe.

En otras palabras, dice Wilkes, “el dinero no importará en un mundo donde el cambio climático no se controla, donde los continentes están en llamas, los glaciares se están derritiendo y las selvas tropicales están desapareciendo”.

Ahora, con el regreso a la “normalidad”, a medida que avanza la vacunación en los países, se vuelve a colocar con más insistencia la mirada sobre el medioambiente y la responsabilidad que también tienen las empresas en cuanto a su resguardo y protección, tras la alarmante advertencia que hiciera en febrero de este año por la Organización de las Naciones Unidas.

De hecho, en un informe liderado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) se señala que el planeta se enfrenta a una emergencia medioambiental ligada al cambio climático, la contaminación y la pérdida de la biodiversidad, y las tres suponen una seria amenaza para la humanidad. Al final, la conclusión es que “el mundo está incumpliendo sus compromisos de limitar los daños ambientales”.

Así que esta alerta llevó a más de 600 empresas que representan más de 2.500 millones de dólares en ingresos y emplean a más de 8,5 millones de personas en todo el mundo, a suscribir la carta abierta dirigida a los líderes del G20, la cual fue hecha pública un mes antes de que se reunieran el 30 y 31 de octubre en Roma y comenzaran las conversaciones climáticas de la COP26.

Estas compañías, entre los que se encuentran Unilever, Netflix, Volvo Cars, Iberdrola, instaron a las economías más grandes del mundo a que, entre otras cosas, acordaran colectivamente fortalecer sus objetivos climáticos nacionales para reducir a la mitad las emisiones para 2030 y poner fin al apoyo a la energía del carbón; cumplir con el compromiso existente de 100.000 millones de dólares en financiamiento climático anualmente para los países en desarrollo; acabar con los subsidios a los combustibles fósiles para 2025 y fijar un precio al carbono.

Pese al clamor no solo de las compañías, sino de otros agentes económicos y sociales, los líderes del G20 apenas lograron en la capital de Italia un acuerdo mínimo sobre el calentamiento global y que no satisfizo a todo. El compromiso que sellaron fue el de “esforzarse” para limitar el calentamiento global a 1,5 grados, aunque la carbonización se cumplirá “en torno a mitad de siglo”.

Sin embargo, ese mínimo acuerdo del G20 no debe ser una excusa para que las empresas retrasen el establecimiento de objetivos en torno al cambio climático mediante la adopción de prácticas, procesos y resultados sostenibles, que pueden ir desde utilizar envases totalmente reciclables o reutilizables hasta utilizar energía 100% renovable y tener residuo cero.

Ninguna empresa que se precie cuestiona ya si los asuntos medioambientales y sociales afectan a los resultados del negocio, pues la respuesta sería sí. Incluso muchas van más allá y adoptan lo que se conoce como el “triple balance”: desarrollo económico, desarrollo social y protección del medioambiente.

Y es por ello que cada vez más las compañías se están fijando metas de sostenibilidad y asumiendo varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unida como parte de sus objetivos estratégicos.

 


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