En medio de todas las situaciones adversas que nuestra nación afronta hoy, los venezolanos no nos rendimos cuando se trata de aspirar a una tierra próspera, justa y segura.

Y no solamente se trata de una aspiración. Estamos hablando de la disposición de trabajar por lograrla. Sabemos que, más que un sueño es un derecho, tenemos capacidades de sobra para convertirlo en realidad.

Ahora, ¿por dónde comenzamos? Si pudiéramos hacer una lista de deseos para el país, la deberían encabezar el poder adquisitivo, un sólido sistema de pensiones, educación de primer nivel, institucionalidad, paz y seguridad como pilares fundamentales.

Es muy difícil pedir uno solo, cuando es tanto lo que se necesita. Y también sabemos que nos quedamos cortos, porque falta mucho, muchísimo más. Pero también consideramos que, partiendo de estas premisas fundamentales, los beneficios que se percibirán se desprenderán a favor de la creación de otras condiciones favorables, que irán entretejiendo una sociedad con un tramado sólido y fuerte.

El poder adquisitivo es una necesidad fundamental para que las familias venezolanas puedan vivir con dignidad su presente y planificar su futuro.

Sí, necesitamos que a los bolsillos de cada compatriota entre dinero suficiente como para mantener el sustento de su hogar y una calidad de vida que recompense a la familia por su esfuerzo y su trabajo.

La inflación ha sido un flagelo que no se ha podido doblegar durante años en este país. Cuando creemos que estamos más cerca de nuestras metas financieras, recibimos un golpe de este adverso fenómeno. Este juego perverso ha erosionado la capacidad de compra, convirtiendo incluso las necesidades básicas en un lujo inalcanzable.

Construir una Venezuela con poder adquisitivo implica comprometerse con políticas económicas responsables, llamar a la inversión mediante la creación de un entorno favorable y generar empleo sostenible.

El crear un ambiente propicio para el crecimiento económico a través de medidas que al parecer suenan tan obvias, no es sin embargo para nada fácil. Implica audacia, valentía, un profundo cambio en la forma de pensar y, especialmente, mucha constancia.

No se podrá lograr sin la voluntad de trabajo de quienes tienen las responsabilidades de manejar al país, y tampoco servirá de mucho lo que se logre si no se puede garantizar que los frutos de este crecimiento lleguen a todos los venezolanos.

Un buen sistema de pensiones es una muestra de respeto y reconocimiento hacia nuestros adultos mayores, quienes han contribuido a lo largo de su vida al desarrollo del país. Lamentablemente, no es lo que estamos viendo en este momento.

El monto irrisorio que reciben nuestros abuelos no solamente es ofensivo, sino prácticamente inútil, incluso para cubrir sus necesidades más básicas. No es lo que merecen quienes dedicaron su vida al país y ahora tienen que retirarse protegidos por una bien ganada seguridad.

Una Venezuela que realmente valore a sus ancianos debe asegurar que tengan acceso a una pensión digna que les permita vivir con tranquilidad en su etapa de retiro. Esto requiere no solo recursos financieros adecuados, sino también una gestión eficiente de los mismos, para garantizar su sostenibilidad a largo plazo.

En cuanto a la educación, es allí donde nos estamos jugando el futuro.

Sí es posible tener en nuestra tierra una educación pública de primer nivel. Es una inversión en el progreso y también es la verdadera igualdad de oportunidades.

Esto implica no solo garantizar las infraestructuras adecuadas –muy lejanas de las actuales- y recursos suficientes, sino también formar a docentes bien remunerados, que no deban cambiar de oficio o emigrar para conseguir un nivel de vida justo.

También toca promover una currícula educativa actualizada, que prepare a los estudiantes para los desafíos que nos está planteando el siglo XXI.

La institucionalidad es fundamental para una nación robusta y transparente, que pueda materializar estas metas. Esto implica fortalecer las instituciones y promover la participación ciudadana en la toma de decisiones.

La paz y la seguridad son la base sobre la cual se construyen todas las demás aspiraciones. Sin un entorno seguro, es difícil avanzar en otros aspectos. La ausencia de paz afecta la calidad de vida de los ciudadanos, además de desincentivar la inversión y el crecimiento.

Un proyecto nacional que involucre a todos los sectores de la sociedad es esencial para construir una Venezuela cohesionada y enfocada en metas comunes.

Este proyecto debe trascender las diferencias superficiales y ser impulsado por el bienestar. Solamente se puede materializar al trabajar juntos, y juntos recogeríamos los frutos de un esfuerzo que nos una como nación.


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