El colapso del sistema de salud se produjo de un largo y sostenido declive, que viene en caída libre desde hace 21 años, lo cual ha sido denunciado consistentemente por los enfermos que lo padecen, por el Colegio de Enfermeras de Venezuela en la voz de su presidenta Ana Rosario Contreras -una líder auténtica, con discurso claro y coherente-, al igual que los médicos al frente de los maltrechos hospitales. Cuántas denuncias con fundamento le hemos escuchado al doctor Huniades Urbina, destacado director del J. M. de los Ríos; cuántos reportajes y reportes rigurosos hemos leído y escuchado en los medios impresos de prensa libre y la valiente RCR750.

Fresca en nuestra memoria está la guerra atroz declarada por el finado galáctico a los médicos venezolanos que pretendió sustituir con técnicos cubanos de dudosa competencia y hasta creó una carrera rápida para graduar a piratas médicos integrales.

Venezuela atraviesa una situación de indefensión sanitaria, y así toca hoy ponernos las manos en el corazón y confiar en el Dios providente, para enfrentar la pandemia mundial del coronavirus. Este peligro mortal nos llega en medio de la terrible orfandad y devastación institucional, sin poderes públicos independientes, males causados criminalmente por el narcorrégimen.

Nos ha caído la plaga N° 9 en este momento complejo del destino nacional. Miles de compatriotas mueren diariamente por enfermedades sin atención y por hambre. Aquí ya veníamos padeciendo y muriendo de varias epidemias y ahora enfrentamos la amenaza de la nueva plaga. Es el momento de alzar la voz e imponer que se abra la ayuda humanitaria impedida por el usurpador y exigir que se cierren los vuelos provenientes de China e Irán en primer lugar. Los tapabocas únicamente para el uso de los contagiados y personas de alto riesgo que deberían preventivamente aislarse. En el marco de una condición sanitaria terrible rechazamos firmemente cualquier atajo de simulaciones de falsa normalidad.

En el plano político seguimos observando una crisis de verdad y de confianza, los ciudadanos muestran su hartazgo por la reincidencia permanente en unas elecciones sin condiciones. En un país anormal no pueden pasar cosas normales. Creemos en los partidos, pero ante su persistencia en el error, observamos que los ciudadanos se están organizando para defenderse ante el totalitarismo dominante. Hay que resolver primero el tema de la usurpación, sabemos sobradamente que un sistema electoral contaminado, mellizo de la mentira, pone a ganar un caballo cojo.

Frente a las enormes dificultades jamás nos arredremos, tengamos siempre en el corazón esta certeza. Dios camina a nuestro lado, en ningún momento nos abandona. Nunca perdamos la esperanza. Jamás la apaguemos en nuestro corazón. El “dragón”, el mal, existe en nuestra historia, pero no es el más fuerte. El más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza.

¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!


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