Los fuegos artificiales del pasado 24 de diciembre, y los que están pendientes para el venidero 31, ofrecen una pista segura de lo que está ocurriendo bajo este régimen en trance permanente de descomposición. Desde hace casi un año es común el uso tácito de una moneda más fuerte que el bolívar con la intención de salvar el ínfimo capital de los pocos negocios que siguen funcionando. Llegamos, pasito a pasito, a una economía dolarizada. Una economía dolarizada con una divisa escasa que, obviamente, no emitimos y que además sufre del tema inflacionario. El asunto de la pirotecnia navideña no está en la espontánea disposición que cada quien tiene para celebrar y divertirse, sino en las dramáticas orfandades que nos caracterizan, comenzando por la libertad misma.

La excesiva pirotecnia de estos días en los ya deteriorados centros urbanos dice mucho. Vemos, casi con indolencia, las urbanizaciones de una clase media venida a menos; las gasolineras de enormes colas de resignados, donde ya ni siquiera se ven las ambulancias de aquellas empresas que amortiguaban las urgencias médicas de sus habitantes; los bodegones y supermercados solitarios, que muestran una cara fea en la festividad pasada. En el reino de las calles, pobremente iluminadas, con casas y edificios prácticamente apagados, la estridencia de ruidos y luces se hicieron sentir en focos despilfarradores de cohetones, haciendo del oscuro cielo una enorme pantalla de aviso del no menos oscuro ascenso social alcanzado.

En efecto, hay un desplazamiento urbano de los enchufados, medianos y pequeños contratistas, empleados públicos metidos en una buena movida de la corrupción, o guarda espaldas favorecidos, que hasta no hace mucho dejaron el barrio o la urbanización popular donde vivían y, ahora, tienen casas o apartamentos en las urbanizaciones que alguna vez fueron de la clase media alta, o de la media-media. Los inmuebles rematados por pocos dólares que fueron de familias ya desesperadas, sufrieron de una ruidosa remodelación que los vecinos soportaron con estoicismo, siéndoles imposible que las autoridades públicas se ocuparan de la tranquilidad perdida. Los nuevos ocupantes de carros flamantes, con enormes rumbas, llegan a los predios que los ilusiona como el símbolo de un ascenso social que, en realidad, es el insólito arribismo de una economía criminal que nos les permitirá irse ahora del país, por estos tiempos de pandemia, pero sí dilapidar en licores, comidas y vestimenta de una ostentación inaudita como beneficiarios directos e indirectos del actual orden de cosas.

Fueron y seguirán siendo en esas urbanizaciones, donde reventaron y reventarán los mejores fuegos artificiales: en uno o dos de los numerosos edificios, o en una o dos de las igualmente numerosas casas, un par de familias hará gala de la pólvora ante la vista pasmada de todo un vecindario de ahorros ya quemados, esperando por una remesa del exterior para comprar la comida o la medicina que hace falta, con el viejo e inservible carro en el sótano o en el garaje, impotentes por el bullicio insoportable de los nuevos ricos. No hay ni habrá mejor radiografía para saber de la sórdida situación de una economía artificial o artificiosa, sin que haya renta petrolera que esperar. El país lumpen proletarizado ve con ojos y tímpanos sorprendidos tan infortunada demostración de vanidad, ostentación, lujo, como si todo eso fuese sustentable a mediano plazo.  Si esto no marca una tragedia, entonces, ¿qué la marcará?

El término de este año, casi culminando, fue, a final de cuenta, de muchas expectativas, de muchos cambios en nuestras forma de vivir. Se sumaron muchas causas, la pandemia, la situación política y, sin dejar de nombrar la más importante, la economía, como consecuencia de las dos anteriores. Todo ello nos ha llevado a una depresión social y emocional, claro, a la mayoría de los que aún estamos acá, porque para la minoría pirotécnica fue un año de ganancia. Situación que debe cambiar en 2021. La Venezuela libre y pensante que existe, resiste y persiste está en la búsqueda de metas reales y creíbles, de mano de una oposición consolidada y representada por todos los sectores, amigo o no amigos, pero con el mismo fin la salida del régimen que nos oprime.

@freddyamarcano

 


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