No importa las vueltas que demos, ni las justificaciones que busquemos afanosamente, para entender nuestro entorno. Porque más allá de cualquier ilusión o explicación fantástica sobre la verdad venezolana, después de 21 años, somos el resultado de lo que pensamos y actuamos, porque nos han formado para eso, es decir, para no pensar y muchos menos para diferenciar entre lo bueno y lo malo, entre lo real y lo fantástico, entre comunismo y democracia.

Por lo tanto, no somos conscientes de nosotros ni mucho menos de nuestra realidad, lo que nos ha llevado inexorablemente a un vacío, que representa el estancamiento de toda una nación, por haber seguido a un mesías, que nos condujo a ninguna parte, acompañado por un discurso sin sentido, por un lado, pero lleno de odio por el otro, porque abarcaba ese resentimiento que se convirtió en gobierno y en un rencor que se transformó en nación.

Esto nos condujo en la institucionalidad de la mentira, como forma de gobernar y la traición como manera de conseguir seguidores. Pero lo más triste es que en Venezuela la gente que tiene el poder para generar cambios en el país no hace nada, no quieren hacer nada, porque piensan que pasar agachados, es la mejor manera de no llamar la atención y refugiarse en su burbuja que en cualquier momento puede estallar.

Ese silencio ensordecedor convirtió la complicidad en la forma de convivencia, al mismo tiempo atizada por la piratería y el clientelismo, porque era la única manera de sostener a un Estado, sin propósito ni sentido, en el cual prevalece la improvisación para decretar y promulgar leyes que generan en la sociedad muchas zozobras e incertidumbres.

Se han esmerado en cambiar la historia, para explicar sus felonías, justificando su obsesión por el poder, porque la insensatez es la que predomina por encima del bien común. Hablan de corrupción de la cuarta república, pero son ellos quienes escogen qué pimentones, ajos y cebollas se deben utilizar para guisar, sin empachos ni vergüenza, exhiben las riquezas mal habidas, mientras el pueblo pelea por algo de comida en la basura y aquellos que tienen un empleo, no ganan más de 3 dólares al mes.

Han hecho de la chabacanería, lo bajo y lo vil, su política esencial para gobernar el destino de una nación, en el cual cada palabra, cada expresión, cada gesto, demuestra que estamos ante un puñado de individuos que llegaron tarde a la repartición de cerebros; sin embargo, se han convertido en expertos oportunistas para disfrutar de los bienes del Estado, pero teniendo como base las miserias de toda una sociedad oprimida y amenazada. ¿Qué nos queda? Empezar a crear enfermedades ficticias, como la amnesia selectiva, para no recordar nada del pasado, que nos haga añorar el gran país que fuimos, ya que éramos felices y no lo sabíamos.

Por lo tanto, hemos permitido que se instaurara el silencio de los cobardes, esa línea de pensamiento que nos hace soportar el día a día, porque tenemos miedo en razonar que solo nosotros, como ciudadanos, tenemos la capacidad para producir los cambios que necesita Venezuela, pero seguimos pensando que vivimos en una democracia, sin detallar que es imaginaria, porque desde hace dos décadas, que ya no se respetan sus principios básicos, como la separación de poderes, el imperio de la ley, la honestidad, la solidaridad, la responsabilidad, el pluralismo, la libertad, la justicia social y por sobre todo, la tolerancia.

Por el contrario, desde hace 21 años, sobrevivimos en un estado de decepción, con toque de queda hamponíl, refrendada por un círculo político cómplice y apoyada por una sociedad acomodaticia. A pesar que los revolucionarios nos quieran vender la idea que vivimos en la nación más segura del mundo y de repente así sea, pensándolo bien, puede que este sea el país más seguro, claro, seguro que se va la luz, seguro que no hay agua, seguro que no te alcanza el sueldo, seguro que estás inseguro, seguro de tener miedo.

Pero lamentablemente llegamos al punto que debemos cuestionarlo todo, porque de verdad, cuando vemos el accionar de nuestros dirigentes políticos, solo se puede concluir que estos individuos disimulan su inteligencia, mientras otros que son imbéciles, no se recatan de serlo y mostrarlo. En pocas palabras, Venezuela es el país en el cual la realidad varía según los ojos que la vean.

Ahora, los apóstoles de la revolución, han logrado lo inimaginable, que estemos dudando de nuestros pensamientos y que comencemos a aplicar el principio de aceptación de lo inevitable, que la revolución ha llegado para quedarse, porque debemos reconocer y aprobar que Hugo Rafael y Nicolás representan nuestra experiencia emocional, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, es decir, son los fundadores de la nueva idiosincrasia del venezolano, porque solo en comunismo se puede lograr el único estado posible de las cosas.

Pero, para refrescar un poco a los incautos que aún creen en la bondades del totalitarismo, desde 1998 no hemos salido de esta realidad, representada por expropiaciones, desempleo, injusticia, falta de recursos, impunidad, desabastecimiento, inestabilidad, inseguridad, todos logros del socialismo del siglo XXI, que en vez de ayudarnos a dar el salto hacia la prosperidad, nos sumergió en la peores penurias, representada por la fallas eléctricas, escasez en el suministro de gas doméstico, deficiencia en el transporte público, desaparición de nuestro signo monetario, que nos ha obligado en crear un sistema de trueque para poder conseguir algunos alimentos y medicinas y en el peor de los casos, ya hay connacionales que viven de la caza, la pesca y la recolección.

Es lamentable decirlo, pero mi país, nuestro país, está en ayunas de libertad y a una dieta estricta en apatía, porque el miedo y la cobardía es esencial en el diario vivir del venezolano, haciendo metástasis en la población, por lo tanto, optan en adaptarse y aceptar, rodilla en tierra, las pocas migajas que otorga el régimen, convirtiendo a toda la sociedad en esclavos de la miseria del Estado. Es duro decirlo, tanto Hugo Rafael como Nicolás y todos los oportunistas, han logrado eliminar la capacidad crítica y reflexiva de los venezolanos.

Esto nos ha llevado a que tengamos la sensación que nos encontramos en un callejón sin salida, engañados todo el tiempo por la apariencia de la verdad, en el cual el ruido de la ignorancia nos dificultad oír la libertad, sumidos en un terrorismo preventivo, que justifica su filosofía en la implantación del temor, en el cual su línea transversal es la virtud del desconocimiento para generar engaños inventados a la medida de su miseria, en pocas palabras, somos una nación con mil pasados y con ningún futuro, somos militantes de la ignorancia.

Sin embargo, ya es el momento de despertar, rescatar nuestros derechos como ciudadanos, responder ante nuestros deberes como sociedad, porque no debemos olvidar que el socialismo es una palabra de cuatro sílabas, cinco consonantes, cinco vocales y un idiota que vocifera sus falsas bondades. Solo nosotros podemos cambiar nuestra realidad.


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