Hay que reconocerlo. Tanto tiempo estudiando el arte de decir mentiras de los mejores profesores (los cubanos), era de esperarse que la vuelta de tortilla que dio el régimen con la salida de Total y Equinor de uno de los más grandes proyectos de la Faja del Orinoco fuera magistral. Resulta que se trata de “un proceso de reactivación de la actividad petrolera… que incluye como estrategia fundamental, la recuperación de todas las unidades del Mejorador de Petrocedeño, logrando la puesta en marcha de sus operaciones después de mucho tiempo de paralización” (sic).

Esas fueron las palabras del vicepresidente de Petróleo del régimen para explicar por qué las empresas francesa y noruega cedieron su participación en Petrocedeño. Quienes han intentado en los últimos 20 años administrar sin éxito Pdvsa, se jactan al decir que se trató de una negociación “exitosa” que ahora les permite ser dueños del 100% de las acciones. Menos mal que hay especialistas como Francisco Monaldi que ponen en perspectiva lo que este movimiento significa.

Para el experto venezolano, Petrocedeño puede fácilmente ser llamada la inversión extranjera más grande de la historia de Venezuela. El proyecto tenía como objetivo mejorar el crudo extrapesado extraído de la faja y transformarlo en un producto que se bautizó como Zuata Sweet, de mayor calidad que el referencial Brent Blend. Pero no hubo manera de completar la tarea de refinar 200.000 barriles diarios que se propusieron desde 2008, cuando el comandante aún daba órdenes y tocaba con fuerza el pito para despedir a los trabajadores que hubieran hecho posible alcanzar esa meta y superarla. Es más, tanto Total como Equinor tenían años sin adelantar nada en esta planta mejoradora, sobre todo porque lo que tenían que invertir para producir un barril de petróleo los dejaba en pérdidas.

Y pasó lo mismo. Con esta transacción Total anunció números en rojo tan esperpénticos como 1.380 millones de dólares. Argumentan que la empresa se dedicará a proyectos menos contaminantes, pero las fuentes extraoficiales aseguran que el hecho de que el régimen terminara de tomar las instalaciones de Petrocedeño para producir gasolina ante la  terrible escasez que enfrenta el país fue lo que los llevó a firmar la cesión de su participación. Lo mismo para Equinor.

Lo que debe llamar la atención es que, una vez más, los que destruyeron la industria petrolera pretenden que los venezolanos crean que se trata de gestiones bien pensadas, parte de un plan “productivo” y no lo que realmente es, acciones decididas espasmódicamente para tratar de que el problema de la falta de combustible no les termine de ahogar.

Y como bien explica Monaldi, el asunto es que un paso como este es un mensaje más que claro de que Venezuela no es terreno para ningún tipo de proyecto, pues se trata más bien de arenas movedizas que están al servicio de la cúpula rojita corrupta e inepta. “La falta de perspectiva de mejoras en el ambiente de inversión”, como él lo califica, hará cada vez más difícil la recuperación económica del país.

El daño que le ha hecho el chavismo a Venezuela tardará muchos años en revertirse.


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