Finalmente, Gustavo Petro asumió la presidencia de nuestra querida Colombia, un país cuyos gobiernos han mantenido un comportamiento digno con los emigrantes venezolanos. Fue significativo que en su primer discurso como presidente, Petro convocara “a todos los armados a dejar las armas en las nebulosas del pasado, a aceptar beneficios jurídicos a cambio de la paz”. Es lo mínimo que se espera de un demócrata de verdad, serio y responsable. En lo adelante, el diálogo es y será su bandera, actitud que merece el aplauso.

No cabe duda de que su discurso ha transmitido un claro mensaje a la caterva de revolucionarios trasnochados -como son los integrantes de la revolución bolivariana, mal llamada bonita-, pues mantener el poder a fuerza de bayonetas es un paso atrás en cuanto a todo lo que contempla la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su Título III, en el campo de los derechos humanos, garantías y de los deberes. Colombia tiene ingentes problemas con la guerrilla y el Clan del Golfo como para que Petro se busque uno mayor con la oposición derechista de su país.

El pronunciamiento que hizo el presidente colombiano a favor de un cambio en la política antidrogas a nivel global, que asegure la vida y no produzca más muertes, fue de especial significación. Es algo que se debe sopesar sin miedo y con mente abierta, ante la terrible realidad que hoy se vive en ese campo aún minado y poco escarbado.

Sin duda, Petro ha dado un paso valioso. Su acción lo hermana a dos importantes paladines de la democracia venezolana: Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, quienes desde una posición de izquierda extrema dieron un significativo giro de 180 grados que los colocó en las filas de los verdaderos demócratas. En el caso de Petro, esperemos que su gestión de gobierno no lo conduzca a dar marcha atrás. Esperemos también que su relación inevitable con el grupo siamés de hermanos izquierdistas que gobiernan en Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela, no impacte ni afecte negativamente su talón de Aquiles, algo que todos los seres humanos tenemos.

Con su discurso abierto al cambio y la inclusión, Petro logró su propósito: ser electo presidente de Colombia. Ahora le toca demostrar al mundo que no es un demócrata de relumbrón, sino, por el contrario, un político serio que se ha hermanado a la democracia con firmeza, seriedad y honradez. Ese es el quid de la cuestión.

En el análisis y consideración de esta nueva realidad, que para algunos resulta espinosa todavía, hay que tener muy presente el distanciamiento que se produjo entre Hugo Chávez Frías y Petro en el año 2010. Esa circunstancia llevó al ahora presidente colombiano a señalar, en su discurso de toma de posesión como presidente, que “el socialismo chavista es una imitación artificial del socialismo del siglo XX”. Fue, sin duda, un duro golpe a la “revolución bonita”. Producto del ping pong que ambos líderes jugaron en aquel entonces, quedó constancia suficiente de que el político colombiano tiene un pensamiento propio que se distancia del exacerbado que en vida tuvo el caudillo de Sabaneta.

Son enormes los retos que se ha impuesto el nuevo presidente colombiano para los cuatro años de su mandato. Con sinceridad, le deseamos lo mejor. De nuestra parte sólo queda continuar con nuestros análisis y apreciaciones según vaya evolucionando la gestión del nuevo gobierno colombiano, especialmente toda aquella que tenga que ver con los venezolanos que ahora residen en el hermano país.

@EddyReyesT

 

 


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