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Foto: EFE

El triunfo de Gustavo Petro en las elecciones presidenciales de Colombia no solo es un hito porque por primera vez el hermano país tiene un presidente de izquierda, sino también por tratarse de un exguerrillero.

Para algunos analistas políticos colombianos, su victoria se vio como un paso más en la evolución de un país, que va dejando atrás la oscura etapa de extrema violencia de finales del siglo XX, y como una confirmación del acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC en 2016.

Su llegada al poder evidenció también la transformación de un político que en su juventud militó en el Movimiento 19 de Abril (M-19), un grupo guerrillero que buscaba imponer sus ideas, mediante las armas, pero que se diferenció de otras guerrillas de la época, en varios aspectos.

Su pasado político permite a algunos analistas políticos como Jorge Pardo definir a Gustavo Petro de manera realista como «un comunista disfrazado de oveja progresista”.

Estos mismos analistas expresan que Petro aprovechó el Programa Latinoamericano del Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson, que en reciente informe destacó que los presidentes izquierdistas Gustavo Petro (Colombia), Gabriel Boric (Chile),  Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil) y López Obrador (México) «tienen credibilidad democrática y canales directos con el gobierno de Maduro» y podrían ayudar a los avances porque «sus perspectivas probablemente serían más convincentes que las advertencias de Estados Unidos u otros países fuera de la región», para convocar a la reunión que a partir de hoy 25 del presente mes tendrá lugar en Bogotá, para tratar la crisis venezolana.

El colega periodista Federico Parra, corresponsal en Colombia de la agencia de noticias francesa AFP,  bien señala que la ofensiva diplomática colombiana para solucionar la crisis venezolana es total. Gustavo Petro y su entorno han maniobrado en las últimas semanas para llevar a Colombia los diálogos entre el gobierno chavista y la oposición que se celebran en México. Las negociaciones permanecen allí estancadas desde hace cuatro meses y sin visos de solución.

¿Qué hay detrás de la maniobra de Petro?

La respuesta a esta interrogante es que Venezuela y Colombia manifestaron que esperan que la conferencia internacional que promueve el gobierno de Gustavo Petro abra el camino para poner fin a las sanciones contra Venezuela, como preludio para animar las negociaciones entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición.

En la conferencia, que se celebrará a partir de hoy en Bogotá y en la que se espera la participación de unos 20 países europeos y latinoamericanos, no estarán presentes delegaciones oficiales ni del Ejecutivo venezolano ni de la oposición, como confirmó recientemente el canciller de Colombia, Álvaro Leyva.

Pero al unísono de lo anteriormente indicado, Petro declaró que las FAN de ambos países (Colombia y Venezuela) actúan al alimón contra el ELN. Pero no es ningún secreto que el ELN utiliza varios espacios de Venezuela, como santuario de sus actos delincuenciales. No solo Apure y zonas fronterizas. El ELN ha penetrado 12 estados en Venezuela, según informes publicados. Petro y Maduro protegen al ELN porque este a su vez cuida de los cultivos, laboratorios y rutas de la cocaína.

Bien lo señala nuestro amigo y colega José Ángel Borrego, en su muy leída columna «Ensalada de Vainitas»: «La Cumbre de Bogotá se inicia hoy solo con jefes de Estado. Terminada, habrá audiencias para coleados. Una invitación de Petro con aristas poco promisorias. Pretende mimetizar sus pecados políticos. Nadie en su sano juicio confía en que Petro dejó atrás sus devaneos comunistoides. Pregona una ‘paz total’, mientras enguerrilla a la familia colombiana, porque los pacificados no depondrán las armas, ni se desprenderán del talego de droga, en tanto que Andrés Velásquez advierte que ‘Petro no es ningún mediador» (sic).

Como reza el refranero popular venezolano: «Tanta amabilidad me confunde».

¡Amanecerá y veremos!

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