El mestizaje es una de las ideas más invocadas en la explicación de la especificidad social y cultural de América Latina. Incluso ha sido visto por varios autores como una explicación suficiente en sí misma de lo latinoamericano, valga acotar de la especificidad sociocultural latinoamericana. En el caso de Venezuela lo podemos considerar como una de las falacias dogmatizadas, es decir, una de las premisas carentes de autenticidad asumidas como verdades incontrovertibles en la explicación de nuestra conformación sociocultural y que se relaciona con otras como que Venezuela es un país sin racismo, sin discriminación y sin problemas o tensiones de carácter étnico.

Ya Simón Bolívar en la “Carta de Jamaica” (1815) y el “Discurso de Angostura” (1819) echaba mano del argumento de que no éramos ni europeos ni indios, sino una especie intermedia entre los conquistadores y los antiguos señores de la tierra en la época precolombina. Ahora bien, la idea del mestizo implica una tautología falaz: ciudadano = venezolano  = mestizo (= blanco) = venezolano. Ese “mestizo” construido a partir de su similitud con la idea de “lo blanco” sería la esencia del criollo y de la criollidad. El ciudadano venezolano, entiéndase sujeto portador de la cultura venezolana como una construcción que engloba culturas locales y regionales y con una, supuestamente única, identidad asumida como venezolana o “criollo”, sería un mestizo, pero ese mestizo se define a partir del modelo del blanco criollo colonial, de una adaptación de sus usos y costumbres.

Esta manipulación de las nociones de “mestizaje”, “criollo” (criollidad) y “blanco” tiene una gran importancia para entendernos como sociedad, habida cuenta de los porcentajes de autorreconocimiento étnico que arrojó el censo de 2011. En cifras redondeadas, el 50% de la población venezolana se reconoció como morena; el 42% como blanca; el 3% como indígena; el 3% como negra; el 1% como afrodescendiente y el 1% mediante otra categoría (Datos censales 2011. Instituto Nacional de Estadística. www.ine.gob.ve). Así pues, morenos y blancos emergen como las categorías mayoritarias.

Algo que no se ha estudiado, sin embargo, es quién se reconoce realmente como mestizo entre esas categorías mayoritarias: ¿los blancos?, ¿los morenos?, ¿ambos? La aproximación etnográfica que he hecho a esta cuestión me permite inferir que los “blancos” tienden más a percibir a los “morenos” como “mestizos” (sobre todo, identificados como descendientes de indios y negros que serían los “pardos”). En cuanto a sí mismos, los blancos se reconocen como “mestizos” de manera estratégica, pero no de manera absoluta, pues la identidad es una ideología susceptible de ser manipulada y no una esencia. Reconocerse como “mestizos” pudiera utilizarse, por ejemplo, para reafirmar su identidad frente a otros segmentos intra o extrasocietarios (extranjeros), así como para justificar su “venezolanidad” aunque esa invocación del supuesto carácter mestizo estaría en consonancia con la asunción del mestizaje “blanco-orientado”, es decir, “euro-orientado”. Ello se expresa con frecuencia en la idea de que lo europeo es lo predominante en la “cultura criolla”.

Esta impresión se constituye en hipótesis que debe ser documentada y estudiada de forma más amplia. Requiere, por tanto, ser contrastada con representaciones de lo criollo/mestizo y percepciones identitarias, no solo superficiales sino profundas. Los “actos de reconocerse” implican la selección de identidades, si se quiere máscaras, contradictorias. De allí la relevancia de su estudio etnográfico y la utilización de diversas fuentes y testimonios, incluidos los literarios, la historiografía, la oratoria y la semiótica y la proxemia social.

Conviene, pues, plantear algunas consideraciones sobre el mestizaje y el mestizo. El mestizaje es, a la vez, un término complejo que posee dos usos: uno coloquial que alude a las mezclas biológicas y culturales y en América Latina se ha usado como elemento descriptor de fenómenos socioculturales e históricos y otro terminológico o especializado que, sin embargo, involucra al menos cinco sentidos, lo cual contribuye en muchas ocasiones a que, debido a su carácter multívoco, genere muchas interpretaciones sobre su sentido y, por tanto, en ocasiones se vuelve equívoco. Esos sentidos son los siguientes:

  1. un sentido biológico que alude a la debatida idea de “grupos raciales” o “razas” y que involucra, desde una perspectiva histórica de largo tiempo, el intercambio de genotipos y fenotipos. Las asunciones y creencias populares sobre esta materia chocan con los cada vez más refinados y precisos resultados de la investigación genética que muestran, por ejemplo, que casi ningún grupo humano ha estado exento a lo largo de su historia de cruces e intercambios genéticos. La precisión científica de los resultados de la investigación genética y del ADN de los individuos ha llevado a que de forma creciente se emplee como evidencia en estudios sociohistóricos, además de otros ámbitos especialmente paleontológicos, médicos y jurídico-penales. En consecuencia, debe ser abordado por especialistas en genética humana. En virtud del extendido uso popular del sentido biológico del mestizaje y de los avances científicos en su estudio durante los últimos años, parecería estar pendiente una síntesis divulgativa sobre el tema que, a su vez, enriquezca la comprensión de otros sentidos del término igualmente de amplio empleo en distintas disciplinas académicas.
  2. un sentido cultural que ve el mestizaje simultáneamente como expresión, causa y efecto del sincretismo material, es decir, los procesos de apropiación, reinterpretación, imposición, invención e incorporación, según el caso, de recursos culturales, como pudieran ser la música, el arte, la moda, la tecnología, los saberes, haceres y creencias.
  3. un sentido identitario expresado en la construcción, tanto social como administrativa e incluso analítica, de indicadores o la atribución de identidades, reconocimientos sociales, adscripción y exclusión étnica y social por parte de los miembros de grupos humanos. En América Latina este uso ha sido empleado extensamente y pudiéramos distinguir, al menos, entre un significado absoluto usado para aludir a poblaciones reconocidas o autorreconocidas como “mestizas” y relativo que permite a poblaciones locales, en circunstancias históricas o de intolerancia social, ocultar o disimular su identidad, cultura ampliamente entendida, religión, orígenes, historia, determinados haceres y prácticas, etc. Un ejemplo, con muchas realizaciones concretas y diferencias, pueden ser los grupos afrodescendientes sometidos a procesos de discriminación o de indígenas en regiones en conflicto. Este sentido identitario encierra variables fenotípicas, culturales, regionales, socioeconómicas y lingüísticas que lo caracterizan de diversas maneras en sus concreciones reales e implica maneras de relacionarse con otros grupos sociales, construir desde adentro o desde afuera identidades, inclusivas o exclusivas.
  4. un sentido histórico que está relacionado con el prestigio del término como justificación de especificidad cultural y étnica, tal como se empleó, a manera de ejemplo, en los discursos independentistas en la mayor parte de los países hispanoamericanos en las primeras décadas del siglo XIX: lo españoles americanos eran mestizos y por tanto distintos a los españoles peninsulares.
  5. un sentido ideológico para generar justificaciones, legitimaciones o racionalizaciones en las explicaciones sociohistóricas o incluso en la codificación de normas jurídicas. Debido a su fuerte recurrencia en los discursos políticos y sociales de América Latina a este sentido se le debe prestar especial atención, pues con frecuencia ha sido empleado por grupos dominantes como excusa para justificar acciones en contra de sujetos subalternos y tratar de legitimar dicha condición o de invisibilizar grupos sociales que merecen tratamientos diferenciados en la legislación, políticas públicas, aplicación de normas, etc. Este sentido conjuga, total o parcialmente, muchos de los otros sentidos del término “mestizo”.

El sentido ideológico, no siempre advertido del uso terminológico de la palabra “mestizo”, permea diversas consideraciones sobre las conformaciones socioculturales de América Latina y puede envolver prejuicios de clase y sentimientos racistas. Con su sola invocación, a manera de etiqueta, se intenta explicar una multiplicidad de fenómenos que, desde un punto de vista de concreciones empíricas, merece miradas etnográficos particulares. En otras palabras, conceptuar simplemente como “mestiza” a América Latina no es en sí mismo una explicación y ni siquiera una caracterización suficientes. Se requiere precisar, lo cual no siempre ha de resultar sencillo, aspectos de una mayor complejidad sociocultural, identitaria, histórica y lingüística así como de imaginarios sociales.

El mestizaje, en consecuencia, debería estudiarse desde una perspectiva más amplia y profunda al ser susceptible de diversos abordajes para contextualizar de manera asertiva reflexiones sobre las múltiples realidades de América Latina y sus expresiones históricas, socioculturales, lingüísticas, sociolingüísticas, literarias, artísticas y estéticas.

El mestizaje, en síntesis, constituye un tema complejo en sí mismo, que abarca diversos aspectos dignos e ineludibles de recibir una consideración analítica. Debe subrayarse el plural habida cuenta de las diversas conceptuaciones y usos del término, así como los desarrollos teóricos del que ha sido objeto (como la idea de las “culturas híbridas” o el control cultural, por ejemplo). Ha de ser abordado tanto como un concepto como una teorización inacabadas y con múltiples aristas y ramificaciones que merecen diversas aproximaciones y revisiones.

El mestizaje parecería ser, sobre todo, una gran pesadilla de los “blancos”. Con frecuencia, la idea del mestizaje sirve para justificar la supuesta preeminencia de las raíces europeas, la superioridad cultural de la tradición occidental, el estatus social de algunos segmentos, los patrones estéticos y la etiqueta social. Mientras el mestizaje sea una ideología encubridora de la diversidad, difícilmente nos podremos entender como sociedades basadas en la pluralidad, incluido el aspecto idiomático. Lo lingüístico es un tema muy importante pero debe ser abordado de manera transversal y transdisciplinaria para asegurar un tratamiento analítico más apropiado y evitar simplificaciones derivadas de un manejo simplista del término y la noción de mestizaje.

En pocas palabras, somos mestizos, pero no solo mestizos, y tan importante como entender esta simple y la vez nada sencilla afirmación lo es caracterizar el mestizaje que nos distingue: un proceso no igualitario de explicar una supuesta igualación.

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