¿Cuál es el sueño de la dictadura? Que solo existieran en Venezuela medios de comunicación del Estado, bajo el patrón del régimen castrista cubano donde solo existen dos diarios nacionales: el Granma y Juventud Rebelde, además de una colección de pasquines regionales que replican el discurso oficialista. Similar guion se identifica en la TV y la radio de la tiranía estalinista.

Ese anhelo no lo ha podido concretar acá por la actitud gallarda y valiente de propietarios de medios de comunicación y de periodistas de nuestro país, dispuestos a mantener aunque sea un respiro de libertad de expresión, como lo han demostrado suficientemente durante todo el siglo XXI.

Ante el desmadre institucional promovido como política de Estado han mantenido una actitud digna en procura de dar a conocer la verdad, nos han demostrado que la madera de esta profesión no es doblegable ante lisonjas, prebendas o amenazas producidas por el abuso de quienes han ejercido vilmente el poder a través de sentencias judiciales, agresiones policiales y secuestro de bienes.

Es evidente que ha habido también quienes han entregado sus valores en beneficio de sus bolsillos, a estos la memoria del pueblo venezolano los identificará oportunamente por haberse entregado a la bohemia del régimen, como mercancía de lucrativos negocios cuya primera víctima ha sido el derecho constitucional a la comunicación veraz y oportuna. Por un puñado de dólares han entregado su conciencia, ello no impedirá señalarlos como les sucedió a quienes practicaron un periodismo mercenario en tiempos de dictadura, siendo la más reciente la de Pérez Jiménez en el pasado siglo.

La dimensión de su acción universal en procura de la verdad convierte al periodismo en la profesión de mayores riesgos, en la que la vida está en juego a diario, sea en México o Colombia al ser calificados por los carteles de la droga como objetivo a desaparecer, en el caso de Nicaragua perseguidos politicos por la cruel dictadura de Ortega, igualmente en Ucrania con su presencia en los combates de la cruenta guerra desatada por el criminal presidente ruso, o en cualquier parte del planeta donde la información veraz desenmascara entuertos gubernamentales, violaciones de los derechos humanos. El saldo anual global que arrojan es de decenas de periodistas muertos.

Por tanto, el ejercicio del periodismo no debe ser recordado solo un 27 de junio, debe estar presente cada día de nuestras vidas porque el registro de los sucesos los convierte en historia, al ser la prueba fehaciente de su existencia y de las exigencias de las comunidades reprimidas por la violencia del poder para acallar la protesta.

Vaya para ustedes, estimados periodistas, mi más profunda demostración de afecto y solidaridad, de reconocimiento a su valiente actitud ante la vida signada por la ética y la responsabilidad de entregarnos la verdad de los acontecimientos. En ese objetivo me siento uno más de ustedes, aunque no sea mi profesión.

Felicitaciones por su coraje y entrega a la humanidad y específicamente al pueblo venezolano que lucha en todos los confines del planeta por mantener su identidad y esencia nacional, reconociendo que mientras exista el periodismo libre existe la esperanza de reconquistar la democracia para nuestro país.


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