Ustedes se han podido dar cuenta de las noticias que transmiten los diversos medios y las redes sociales en estos días con relación a sucesos de todo tipo y orden aquí en Venezuela. De hecho, lo cierto del caso es que hay una verdadera avalancha de falacias argumentales que persiguen, al menos, dos objetivos: capitalizar sobre la confusión y ganar el codiciado trofeo de la opinión pública.

En el reporte titulado «The Future of Jobs Report 2020«, publicado por el World Economic Forum hace un año, en octubre de 2020, se afirma que las habilidades que los empleadores consideran que cobrarán importancia en el período previo al año 2025 incluyen grupos como el pensamiento crítico y el análisis, así como la resolución de problemas y las habilidades en la autogestión, como el aprendizaje activo, la resiliencia, la tolerancia al estrés y flexibilidad.

Del párrafo anterior resalto el pensamiento crítico. ¿Por qué es importante?

Un pensamiento crítico débil, o su ausencia, conduce, entre un sinnúmero de consecuencias, a deficiencias en el proceso de aprendizaje, a la crítica irreflexiva, a malas o pésimas decisiones y a una situación sumamente importante para los políticos, de cualquier clase, orden, familia, género y especie, pues la mayoría siempre intenta tomar ventaja de ella: votantes ingenuos y manipulables.

Entonces y sobre todo si estamos o vivimos en Venezuela, a todos nos conviene desarrollar habilidades de pensamiento crítico para aprovechar al máximo las tecnologías digitales. Tenemos que aprender a hacer preguntas y permanecer escépticos a fin de navegar con soltura a través de la gran cantidad de información que está disponible para nosotros en línea. El pensamiento crítico también es importante para no dejarnos engatusar por esos “cuenteros” profesionales de medios y redes, que nos presentan realidades totalmente distorsionadas por la mentira e imprecisión interesadas.

Y entonces, ¿qué es pensamiento crítico?

Para responder acudo a Christopher Dwyer quien es Ph.D. y profesor en la Universidad Tecnológica de Shannon en Athlone, Irlanda. Ha publicado en las siguientes áreas generales: pensamiento crítico, diseño instruccional, mapeo de argumentos, metacognición, aprendizaje electrónico, memoria, manejo interactivo, dolor crónico, juicio y toma de decisiones en el cuidado de la salud. Es autor del libro Critical Thinking: Conceptual Perspectives and Practical Guidelines, publicado por Cambridge University Press en 2017.

Dwyer lo define así y donde los dos paréntesis son míos: “El pensamiento crítico es un proceso metacognitivo (con conciencia del propio proceso de pensamiento), que consiste en habilidades y disposiciones (actitudes), que, cuando se aplican a través de un juicio reflexivo, autorregulado y con propósito, aumenta las probabilidades de producir una conclusión válida a un argumento o una solución lógica a un problema”.

El pensamiento crítico, más allá de sus posibles definiciones y proceso, desemboca, emociones de por medio, en creencias y en acciones. Como seres humanos somos un pequeño cerebro montado en un elefante de emociones y a ese respecto hay cuatro indicadores que nos ayudan a identificar cuándo no creemos en los resultados de nuestro razonamiento (pero solo el último es incluso moderadamente fácil de detectar en nosotros mismos):

  1. Razoné algo, pero en mi interior surgen fuertes emociones en contra de la conclusión.
  2. Me encuentro creyendo cosas contradictorias.
  3. Creo en algo con mucha fuerza, pero me doy cuenta de que soy incapaz de encontrar buenas razones para justificar mi creencia. De hecho, creo que ni siquiera necesito razones. Pensar lo contrario me parece ridículo.
  4. Razono algo, pero mis acciones no siguen mi razonamiento.

Les dejo un ejemplo para pensar críticamente y que involucra a los tres primeros indicadores, pero es posible que, para efectos ilustrativos, no sea el mejor, especialmente si el lector comparte las creencias allí involucradas:

Algunas personas piensan que comer perros, gatos o gaviotas es repugnante, pero que comer vacas o pollos en cambio, no lo es. Creen esto a pesar de que todo su razonamiento muestra que los casos son idénticos. Se encuentran frecuentemente tratando de inventar razones que saben que no funcionan (como por ejemplo, «¡Los perros y los gatos son mascotas! Por eso está mal comerlos»).

 


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