Seguramente no estemos especulando si afirmamos que una de las fuentes de financiación de la agenda izquierdista hispanoamericana es y ha sido Pdvsa (la otra más notoria apunta al narcotráfico).

Constatar que la empresa petrolera nacional sirve para ese propósito produce una tristeza indecible. No hace falta decir cómo era Pdvsa antes de todo este sarao y despilfarro, la calidad de sus investigaciones con Intevep a la cabeza, la constante y estudiada exploración o la cantidad de sus exportaciones.

La esmerada explotación que llevaban a cabo unos selectos y especializados trabajadores hacían de esta compañía un innegable referente mundial. Por aquella época nos encontrábamos muy lejos de saber en lo que terminaría convirtiéndose esta empresa a partir del paro petrolero de 2002-2003, cuando el barco Pilín León se atravesó en el lago de Maracaibo y la mayoría pensamos que habíamos derrotado al bocazas del teniente coronel (claro, no contábamos con el inefable Lula y la ayuda que prestaría al desastre que ya comenzaba a avizorarse).

Pero los años han pasado, la producción ya no es la misma y Pdvsa ha pasado a ser una empresa marginal en el mercado mundial del crudo, cuyos ingresos han servido para enriquecer a propios y extraños, para la contratación de asesores  y compañías extranjeras (como la recién descubierta Neurona Consulting), para pagar estancias en hoteles capitalinos a ciudadanos  iraníes y cubanos, para  la creación de partidos foráneos (como Podemos), para el soborno a diputados provistos de una conciencia que les jalonea continuamente susurrándoles que todos tenemos un precio; para constituirse, en fin, en la caja chica  de las revoluciones iberoamericanas, el instrumento preferido de la franquicia chavista, la cual presta su apoyo económico y experiencia (el know-how) cuando surge un nuevo negocio revolucionario y “progresista”.

Mientras tanto, el pueblo venezolano, cuyo bienestar dependía de la salud de esta empresa, hoy paga con su escasez de gasolina, medicinas y alimentos el “internacialismo proletario” (con muchas comillas, pues en estas cleptocracias hay muy poco de proletario y mucho de bandidaje) y a lo sumo participa del pastel cuando se organiza alguna feria de verduras u obsequia unos perniles en mal estado, traídos de China  con el dinero que sobra a estos  líderes “revolucionarios” que hacen ostentación de chalets y vida rutilante.

Todo esto viene a cuento porque recientemente han detenido en el aeropuerto de La Paz, Bolivia, a la señora María Palacios (quien se ha identificado como trabajadora de Pdvsa) con 100.000 dólares en su poder, los cuales pensaba ingresar en Argentina, donde se encuentran Evo Morales y parte de sus ex compañeros de gobierno. Aparentemente el asilo que le ha concedido el gobierno argentino a este señor no contempla su manutención, por lo que una vez más será el gobierno venezolano (y los ciudadanos de nuestro país) los que terminen pagando el estudiado “regreso” del cocalero Evo.

Con este desgobierno muchos perdimos nuestras prestaciones sociales después de innumerables años otorgados a instituciones públicas y privadas. A otros se les esquilmó incluso el dinero que poseían en las cajas de ahorro, como sucedió a los trabajadores petroleros. Pero todos sin excepción (amas de casa, jóvenes, trabajadores de empresas expropiadas, funcionarios, etc.),  tuvimos que empezar una nueva vida mientras veíamos pasar a nuestro lado a estos seres que han vaciado las arcas de Pdvsa. No contentos con tanto saqueo estos “señores” se dan el tupé de mantener también a líderes y partidos extranjeros de corte “revolucionario”, lo que provoca ya no tristeza sino un náusea infinita.

 


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