Una y otra vez el ciudadano Nicolás Maduro nos castiga con sus ofertas y promesas y una de ellas es la paz, generando entre nuestros compatriotas la interrogante natural que se desprende de su discurso: ¿cuál paz?, porque hasta el presente la realidad de sus hechos y realizaciones apunta con meridiana claridad a todo lo contrario: hambre y violencia.

Son ya seis años del ejercicio de la administración del Estado venezolano, con los peores resultados económicos y sociales conocidos en lo que fue el siglo XX y lo que va del XXI, dramático empobrecimiento de la comunidad acompañado por la destrucción de todas las áreas de apoyo al progreso social y cultural de la sociedad.

Los graves errores cometidos por su antecesor, el presidente Hugo Chávez, en la conducción política de la nación se han multiplicado exponencialmente bajo la dirección del equipo madurista, lo que ha dejado en evidencia que sus gestión como administrador de la cosa pública responde a los intereses del empresariado nacional importador parasitario y de sectores especulativos de las finanzas internacionales.

Y por enésima vez insistimos en que una auténtica convocatoria de paz, solo es posible mediante la combinación del ejercicio pleno de la libertad política que, acompañada de políticas económicas dirigidas al crecimiento productivo nacional, permita conquistar mediante el trabajo y el conocimiento nuestra prosperidad, en una sociedad en la cual la distribución de la riqueza descanse en el justo principio de la equidad.

No son los bombarderos rusos ni las bombas chinas, mucho menos los misiles coreanos o las flechas cubanas o nicaragüenses lo que va mantener tan injusta situación de dominación y explotación a la cual nos encontramos sometidos, cuyo precio en sacrificios humanos es extraordinariamente grande, dramática situación que demanda soluciones inmediatas.

No hay otra salida constructiva que la negociación política, constitucional, pacífica y electoral de soluciones democratizadoras, mecanismo que debe ser respetado por todos los sectores, por lo que el gobierno debe abandonar la conducta ventajista y las trampas que permiten sus conocidos recursos de poder.

Ojo, no son los mejores consejeros políticos los gobiernos de Estados que cultivan el autoritarismo y el militarismo; más allá de los reales y de las armas no hay más nada, por lo que salir corriendo a buscar apoyo en concepciones o criterios que la realidad ha derrotado es una lamentable pérdida de tiempo, que desgraciadamente lo paga nuestra población hambreada y migrante.


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