La liquidez en el mercado de divisas es, por definición, la capacidad que tienen un par de divisas para ser negociadas (compradas o vendidas) bajo demanda.

Hay dos fuerzas principales que impulsan el tipo de cambio entre dos monedas: por un lado la oferta y demanda naturales; por el otro, la relación entre esas dos monedas y otras monedas, especialmente con el dólar norteamericano o con el euro.

Si usted cambia libras británicas por euros, los importadores y exportadores tanto en el Reino Unido como en Europa comprarán y venderán ambas monedas, proporcionando un mercado activo. Por otro lado, si cambia libras británicas por dólares neozelandeses, habrá menos importadores y exportadores activos en el mercado: las cotizaciones probablemente serán una combinación de la tasa libra británica-dólar norteamericano y la tasa dólar norteamericano-dólar neozelandés. Con monedas que son aún menos líquidas, cambiar una moneda por otra inevitablemente implicará cambiar la primera moneda por dólares norteamericanos y luego cambiar tales dólares por la segunda moneda.

Ahora bien, no todos los pares de divisas son líquidos. De hecho, las monedas tienden a tener niveles variables de liquidez dependiendo de si son pares mayores (por ejemplo: dólar-euro y dólar-libra británica), pares menores (dólar australiano-yen japonés) y pares exóticos (como por ejemplo el Kwacha de Malawi o el Kip de Laos, incluidas las monedas de mercados emergentes). La liquidez del mercado de divisas se agota a medida que el operador se mueve de pares mayores a pares menores y finalmente a los pares exóticos.

Una moneda exótica es un término que se utiliza para una moneda poco negociada. Las monedas exóticas son ilíquidas, carecen de profundidad de mercado, pueden ser extremadamente volátiles y se comercializan a bajos volúmenes. El comercio de una moneda exótica puede ser costoso, pues el diferencial de oferta y demanda suele ser grande para compensar la falta de liquidez.

Los factores que afectan las monedas exóticas difieren de las monedas principales (pares mayores). La situación de una moneda principal dependerá de la salud de su economía y del diferencial de las tasas de interés, mientras que las monedas exóticas a menudo se moverán en función de los cambios en el panorama político y dependiendo de tal panorama, se volverán altamente inestables en valor: en tiempos de inestabilidad política, una moneda exótica se depreciará a un ritmo extraordinariamente rápido. No olvide nunca el caso de Zimbabue y su dólar zimbabuense y menos aún, el caso de nuestro país y su bolívar.

Consideremos ahora las criptomonedas. En la competencia que se lleva a cabo entre ellas en el mercado, el objetivo final es convertirse en una forma viable de dinero con una utilidad del mundo real. Esto significa que la criptomoneda necesita un nivel suficiente de liquidez (además de las otras propiedades del dinero), lo que debería conducir a una valoración relativamente estable.

Quizá la señalización más importante de que las sanciones están haciendo lo suyo es este nuevo intento, anunciado por el gobierno, de utilizar el petro como moneda, como medio de intercambio, en transacciones domésticas e internacionales creyendo ingenuamente que la codicia de unos pocos, o su imposición mediante normas, le dará la liquidez ansiada.

¿Quién cambia natural y espontáneamente dólares norteamericanos, o euros, por petros? ¿Quién en el mundo demanda petros para sus transacciones cotidianas?

La respuesta es nadie. El petro trasciende la frontera de lo exótico, pues desde un inicio se ubicó en el más allá de la inestabilidad: nació muerto.

Paz a sus restos.


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