Estados Unidos deportaciones
Foto: Mandel Ngan / AFP

En un informe conocido en marzo pasado, los servicios secretos de Estados Unidos revelaron que el régimen de Nicolás Maduro intentó influir en las elecciones del 3 de noviembre en ese país para socavar el apoyo de Donald Trump frente a Joe Biden. Se concluyó entonces que el régimen dio algunos pasos para interferir en los comicios, tenía la “intención pero probablemente no la capacidad para influir en la opinión pública” contra el republicano.

Lo cierto es que el chavismo, que atribuía todas sus desgracias al “agónico gobierno” de Trump, tampoco parece haber mostrado capacidad para entender que eso no se resolvería pidiéndole al demócrata Biden “pasar la página y dialogar”, como si tal cosa significara hacer la vista gorda frente a las mafías que secuestraron instituciones como el Tribunal Supremo de Justicia para facilitar la entrada y salida de drogas ilegales.

La política bipartidista de seguridad nacional, la independencia judicial –pilar de la democracia estadounidense– y sus propias convicciones democráticas le impiden al presidente Biden dialogar con quienes tienen cuentas en los tribunales de su país por narcoterrorismo, que son los mismos que cometen crímenes de lesa humanidad, roban y persiguen la prensa libre en Venezuela valiéndose de un tribunal que ha convertido el sentido de la justicia en mera depravación para regocijo de bribones, corruptos y ladrones.

Las alarmas permanecen encendidas desde hace tiempo porque se han acumulado evidencias de que el régimen venezolano ingresó en una fase superior del crimen organizado, aquella en la que una porción del narcotráfico se efectúa mediante el trueque por armas. El encausamiento en Estados Unidos contra la conexión criminal dice que en 2015, cuando las FARC negociaban la paz con el Estado colombiano, el Cartel de los Soles desvió parte del inventario de la FANB para la guerrilla colombiana. La entrega de armas, municiones y lanzacohetes para las FARC ocurrió en una base militar en Venezuela. Y quienes participaron en la entrega dejaron muy claro que se trataba del pago parcial por cocaína que la guerrilla entregó a integrantes de esa mafia.

De allí las imputaciones del Departamento de Justicia de Estados Unidos el jueves 26 de marzo de 2020 contra miembros del Cartel de los Soles por narcotráfico, lavado de dinero y apoyo al terrorismo, entre otros cargos. Y la confirmación de que a la guerrilla colombiana de las FARC de Iván Márquez y Jesús Santrich no solo se le ha dado dinero y espacio en Venezuela para traficar droga, sino también protección y armas.

La cadena que conduce, eslabón por eslabón, de una Venezuela que sufre a la conspiración que se llena los bolsillos con el dinero de la droga y el producto de su corrupción parece consistente y capaz de terminar en un gran jurado que emita veredicto de culpable. En la acusación federal del distrito Sur de Nueva York, por ejemplo, figuran minuciosamente las violaciones por títulos y secciones del Código de Estados Unidos. Se sabe asimismo entre quiénes se decidió que Cliver Alcalá fuera el delegado para acordar actividades con las FARC y asegurar los envíos de cocaína a través de Venezuela a cambio de sobornos.

Por cierto que el diligente Tribunal Supremo de Justicia no ha informado en qué terminó su petición para que Estados Unidos le entregara en extradición a Alcalá, como si los cargos que le imputa pudieran anular el expediente contra el Cartel de los soles. El TSJ del régimen anunció el miércoles 4 de noviembre de 2020 que declaró “procedente” ese pedido contra Cliver Alcalá, acusado de “intentar asesinar a Nicolás Maduro”. Entre otras cosas también lo señala de traición a la patria, pero tal vez la mayor “traición” es que el mayor general retirado, que se entregó a la DEA el viernes 27 de marzo de 2020, está ayudando a ajustar las piezas del rompecabezas contra el Cartel de los Soles y es posible que haya contribuido también a ampliar el expediente sobre corrupción relacionada con sobornos para influenciar decisiones en la “justicia” venezolana. Son las maniobras del crimen organizado, y no es tiempo de pasar la página.


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