El Parlamento se ha convertido en un dato olvidado en Venezuela. Después de tantos años de desaprendizaje, muy pocos lo entienden y asumen. Para la oposición, en general, la Asamblea Nacional no fue ni es, más que el gobierno interino de Guaidó. Para los oficialistas que todavía quedan en el país, una especie de masivo consejo de ministros.

El parlamentarismo de los siglos XIX y XX, que de un modo u otro, cumplió con su cometido, prácticamente ha desaparecido de la consciencia o del imaginario popular. Antes, por muy atrincheradamente opositores que fuesen al gobierno de turno, se reconocían los diputados y senadores por sus virtudes oratorias, sus valientes denuncias y su promoción de leyes necesarias, entre otras. Toda protesta ciudadana iba a parar al Capitolio Federal Legislativo y tenía un poderoso impacto en los medios de comunicación social que, por cierto, destacaban a periodistas especializados en el área.

Con la Asamblea Nacional ha ocurrido lo contrario al viejo Congreso de la República que se extinguió bajo una densa capa de injustos estereotipos. Los asambleístas del lado oficialista han actuando como dóciles agentes del gobierno central y como soldados fieles sin ningún tipo de decisión propia que defienda la representación por la cual cada uno fue electo, y solo a la expectativa de cualquier otro cargo, así sea al frente de una notaria. Los asambleístas del lado opositor, con algunas excepciones conocidas y probadas, han sido incapaces de valorar su propia elección, fruto de unacircunstancia que les fue dadas, y han banalizado su curul, cual engreídas estrellas de las redes sociales que, además, antes del 31 de diciembre pasado, renunciaron cuando no debían, otros entrando y saliendo, libremente, por Miraflores, y están los que por alguna circunstancia, con razón o sin razón, fueron dos o cuatro años atrás dizque al exilio.

¿Quién puede hacer una lista de, al menos, 20 diputados que destacaran por sus discursos, planteamientos e iniciativas legislativas, denuncias y cuestionamientos, suscitando el respeto hacia la institución parlamentaria? Excepto que sean amigos o compañeros de partido, no pasarán de 10 los parlamentarios que dejaron alguna huella. Pasarán de 200, si todavía alguien los recuerda, los diputados ostentosos, vanidosos, engolosinados que se creyeron la tapa del frasco, y –faltando poco– algunos se “alacranearon”.

Nadie ha dicho que ser parlamentario es una tarea fácil y, en la actualidad, con un gobierno que se ha encargado de la destrucción de la institucionalidad y de todos aquellos que creen o creemos que a través de ella, puede reconstruirse el país. Muchos venezolanos sabemos que dicha reconstrucción debe llegar, pero para eso debemos estar preparados, intelectual, mental y físicamente. Hay que comenzar desde adentro hacia afuera, o desde la unidad hasta los valores de la ciudadanía. Reconstruir las bases de nuestro gentilicio será el trabajo desde cada hogar a partir de la convicción de una Venezuela que existe, insiste, resiste y persiste en todos los venezolanos dentro y fuera del país. Venezuela no se rinde.

@freddyamarcano


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