El régimen designó un TSJ a las órdenes de la neotiranía castrista y títere de Miraflores

Acto primero

Del aliado predilecto y sus pifias

Tal como van la cosas, el plan de Washington pareciera acomodarnos a la realidad, en lugar de apoyarnos ¡a acomodar la realidad! Hacia nuestra América Latina, según se  puede deducir de sus políticas, los supuestos remedios deberán seguirse tomando bajo prescripción al estilo del popular Eudomar Santos “como vaya viniendo, vamos viendo” (Por estas calles. Telenovela de Radio Caracas Televisión). No hay estrategia sólida en valores y principios constituyentes de una visión integral de democracia para Venezuela, ni para América Latina. Somos vistos con un pasmoso pragmatismo discriminador de nuestras legítimas aspiraciones de desarrollo para nuestras naciones.

Venezuela, otrora vitrina de esperanza, líder dentro de una América Latina más libre, más democrática, en proceso de reformas de modernización del Estado para un desarrollo sustentable y sostenible de progreso socioeconómico. Sin embargo, justo antes de comenzar la década de los noventa, cae en una crisis de gobernabilidad debido a la debacle de sus partidos por temas precisamente de valores, de ética y liderazgo a lo interno de sus organizaciones partidistas fundamentales: Acción Democrática y Copei que no consiguieron dar cabida a más tempranas soluciones a las urgentes necesidades sociales.

En un tiempo clave para el orden mundial, y que sin duda marcó un cambio de época con la reunificación alemana a partir de 1989 y la desintegración de la Unión Soviética en 1991, la reforma del Estado venezolano, la modernización de su economía bajo el empuje de una nueva generación preparada incluso internacionalmente, apenas estaba iniciando el cambio. Bien encaminada por cierto, su reforma política de descentralización y desconcentración de sus funciones operativas, a la par de optimizar la afinación de sus estrategias del tipo de balance entre Estado y Mercado necesarios y complementarios.

Con una mayor y mejor participación del sector privado, que también debía modernizarse e incorporar muchísimo más que antes, entre 1958 y 1998, el movimiento hacia una economía libre, abierta, de auténtico emprendimiento de riesgo calculado frente al morbo de la corrupción que tenía que superar de sombra de la manipulación del gobierno de turno para la obtención de ilegítimas ventajas para atrapar las riquezas del Estado petrolero. Más bien lograr al amparo de un marco de prevalencia del Estado de derecho, con activa conceptualización permanente de la puesta en práctica del empoderamiento del ciudadano libre, mayor educación y promoción del emprendimiento, para hacernos dueños de un presente y un futuro promisorio como agentes del desarrollo económico-social, transformador del territorio en mayor progreso y  la mejor calidad de la vida.

Con buen criterio de privatización y expansión de las fuerzas productivas , en el marco de un fehaciente plan de desarrollo nacional, con esa transparente alianza publico-privada, y la presencia con cobertura total en el territorio de un Estado eficaz para atender las demandas sociales de seguridad, salud y educación, es el consenso básico de la “Venezuela  posible” que hubiéramos podido desarrollar.

Acto segundo

Del buen diagnóstico

Mediante indicador económico clave de nuestro drama, respecto del ingreso per cápita de Venezuela y su crecimiento poblacional del recordado y admirado profesor del IESA, que en paz descanse, Antonio Francés (Venezuela posible del siglo XXI, Ediciones IESA, Caracas, 1999) cito:

“Las dos últimas décadas del siglo XX han sido difíciles para Venezuela. Entre 1976 y 1996 la economía venezolana creció a una tasa promedio anual de 2,14%, mientras que la población creció al 2,18%. Al crecer la población a una tasa mayor que la economía, el ingreso per cápita se redujo en un 0,04 por ciento anual. Venezuela pasó de ocupar el primer lugar en América Latina en ingreso per cápita en 1976 al octavo lugar en 1996. Entre los países del mundo, pasó del puesto veintinueve al cincuenta y uno, de acuerdo con las estadísticas del Banco Mundial… Hasta 1980, las expectativas generales en Venezuela eran de riqueza fácil y siempre en ascenso. También existía la expectativa de una creciente igualdad  en el ingreso que se manifestaba en el surgimiento de una pujante clase media. Durante las décadas de los ochenta y noventa, la desigualdad ha aumentado, hasta el punto de que para 1998 el 10% más rico de la población recibe 44% del ingreso, mientras que en 1970 recibía el 31,7%. Otros países latinoamericanos han visto crecer la desigualdad, entre ellos Chile y Brasil, pero con un ingreso per cápita creciente. Esto ha permitido la reducción de la pobreza, la cual ha sido notable en el caso de Chile, a pesar de que la brecha del ingreso ha sido creciente. En Venezuela la combinación de mayor desigualdad y disminución del ingreso per cápita se ha traducido en un incremento notable de la pobreza. La prosperidad que vivimos en 1980 fue producto de la renta petrolera, y no del trabajo de los venezolanos. Lo más grave es que nos distrajo de la crucial tarea de generar nuestra propia riqueza”.

Hago la acotación con relación al trabajo de los venezolanos que, trabajando mucho, y frecuentemente con muy baja productividad, visto a la luz de varias perspectivas y en muchas dimensiones, nuestros trabajadores hicieron importantes sacrificios para enviar a sus hijos a formarse y aprender en el sistema educativo público y privado. Trabajó en organismos en instituciones del Estado, como en organizaciones privadas, a veces poco productivas o hasta improductivas, por aquello de la distorsión del mecanismo del botín electoral o el uso de las relaciones políticas para acceder preferencialmente a las triquiñuelas a la renta. Es decir, otra manera de robar. El trabajador venezolano vino de los campos a las ciudades, donde llegaban la mayor porción de los recursos del Estado petrolero, a trabajar en cualquier cosa, o en cualquier casa en que se pudiera acomodar, para mandar recursos para sus hogares campesinos.

Hemos debatido y expuesto en numerosos foros desde nuestra Cátedra Internacional por la Libertad “Francisco de Miranda” que, para entender las causas de la tormenta perfecta de petróleo y de Estado rentista todopoderoso o “Petroestado” que hemos sufrido, desde aquel vertiginoso e indetenible crecimiento poblacional de la Venezuela de los años cuarenta por medio siglo hasta los noventa, pero sin crecimiento y desarrollo socioeconómico suficiente y consistente con tal fenómeno, en un país de expectativas prometedoras y parcialmente cumplidor de un importante progreso hacia la formación de una vigorosa clase media hasta esos ochenta, resultó luego en la pereza y anquilosamiento de dirigencias y estructuras partidistas estalinistas que impidieron la rapidez del movimiento de cambio democrático necesario. Lo más triste es que algunos de esos cadáveres político-espirituales y putrefactos aún deambulan hasta hoy en el espectro político nacional.

En esta tercera década del siglo XXI, nos encontramos ahora con una Venezuela “exportadora de ciudadanos” que huyen del desastre. Destruida su mejor industria nacional Pdvsa, se apuesta a parapetar la vaca petrolera a ordeñar, ante una supuesta conveniencia de Estados Unidos y a nivel mundial,con un aumento de producción petrolera en medio de la heroica lucha que nuestros hermanos de Ucrania libran por su auténtica aspiración de continuar andando su camino a la europeización, hacia su libertad, hacia la superación definitiva de la pesadilla comunista.

Ahora somos los venezolanos, y colombo-venezolanos, los que en menos de una década ya alcanzamos unos dos millones de habitantes desplazados a Colombia, mientras nos invade por otra parte cada vez más y más el ELN y las llamadas disidencias FARC.

Con la traición a Colombia de Juan Manuel Santos al suscribir un pacto de paz desobedeciendo el plebiscito con que el pueblo lo desaprobó, ahora nos vemos frente al resultado de lo que ello nos ha traído: empoderamiento de los cultivadores de coca y la mayor industrialización de la producción de cocaína y otras sustancias psicotrópicas en Colombia, con la definición de una estrategia dual de las FARC, por una parte en su neoestrategia electoral para llegar al poder apoyando a la opción de Petro, y la otra con el desplazamiento y toma de posesión con establecimiento de territorios narcos en Venezuela. Así minando desde dentro del sistema al propio sistema, manejan un poder de corromper al Estado con grandes cantidades de fondos provenientes de tal mundo narco.

Acto final

Del espejismo electoral

Muchas veces hemos escuchado planteamientos acerca de cuál o cuáles son las más determinantes razones para la migración venezolana. Se quiere precisar si salimos más por rechazo al sistema político que secuestra nuestras libertades, o si lo hacemos primariamente por sobrevivencia socio-económica. La sencilla y contundente verdad es que salimos por todas esas causas y consecuencias que determinan nuestra búsqueda de lo esencial:  encontrar lo que no se puede en medio de tanta precariedad de un “Estado de papel”, sin el pan material del trigo y sin el pan de espíritu, todo para la atención a la familia, a su salud, a su seguridad. La formación educativa para la libertad y el progreso frente a la destrucción comunista confirmatoria, y de una guerra no convencional que ha marcado una descomunal salida de refugiados venezolanos niños, mujeres, ancianos y jóvenes ante la espantosa realidad del narcorrégimen castromadurista y violador de los derechos humanos .“Hemos salido a buscar la vida”. Salimos para respirar la expectativa de libertad y oportunidad de vivir y progresar con  nuestro trabajo honesto. Salimos para apoyar a nuestras familias y nación que queda atrás con el envío de remesas y cajas que no son CLAP sino cajas de alimentos con amor a la familia. Salimos con la ilusión de regresar cuando la tormenta perfecta misma logre arrasar con su inundación popular las calamidades de escasez de todo lo bueno, con la inexistencia de bienes y servicios públicos esenciales y que no se puede ni se podrá ocultar “parapeteando» a una Venezuela que no es la que merecemos ni queremos la abrumadora mayoría de venezolanos de bien que constituimos nuestro gentilicio.

Se nos presenta ahora, bajo la tutela de unos Estados Unidos sumido en su propia grave crisis de liderazgo político y partidista, con el gobierno de un corto horizonte, caracterizado por el uso de la conveniente amnesia selectiva con relación a lo que nos trajo hasta la realidad venezolana existente, sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos por un régimen que reprimió a sangre y fuego a la nación. Régimen que fabricó a su medida el parlamento nacional y de allí un Tribunal Supremo de Justicia que necesitaba a las órdenes de la neotiranía castrista y títere de Miraflores, bajo la realización continuada de votaciones pero no de reales y legítimas elecciones. Con total hegemonía del partido PSUV, sin por supuesto tener votos ciertos de apoyo popular para ello, ha fabricado una oposición a su medida, para el continuismo de su régimen.

¿Cómo trazar entonces un nuevo camino para el regreso al sendero hacia una sociedad bajo el imperio de la ley y de nuestra reconstrucción del régimen democrático? Veámonos en el espejo de Ucrania y en los cuantiosos recursos que se están aplicando y que se han ganado por su claridad de entendimiento del interés vital compartido en derrotar la genocida invasión de Putin. Veámonos en el espejo de nuestra propia guerra no convencional a que hemos sido sometidos por la traición de venezolanos, civiles y militares que se han prestado para entregarnos al arbitrio del castrismo y del consecuente alineamiento a los aparatos neocomunistas de Rusia o China (acá entre paréntesis y entre comunistas de diversas exquisiteces te veas Biden) para escoger influencias de un tipo u otra, más la influencia iraní, más la del ELN, las disidencias FARC, etc. Todo ahora parece quedar  expresado en esta opereta de muy mala pluma en un “acto final” del “encuentro para la convivencia” con que se pretende una política de votaciones, que ojo no será de elecciones, y que es decir de la cohabitación con algo que será imposible tragarse, y que más temprano que tarde los que acepten esa subyugación ante un orden de oligarquías del narcotráfico conviviendo con oligarquías de excomunistas, ahora convertidos al estilo de la contradicción en Rusia, por ejemplo, frente a la producción legítima de bienes y servicios, tecnologías y una sociedad abierta de mayor desarrollo humano, salud física y emocional para mayor felicidad de los que se atrevan a luchar y ganársela para su nación.

Si se hubiera confrontado, sin claudicaciones ni confusiones contra las sombras del mal, como lo hace el pueblo ucraniano unido hoy bajo su dirigencia política y militar,  comandando un pueblo sin cobardías ni traiciones, ya hubiéramos vencido y podríamos haber avanzado hacia lo que en algún momento de Dios siempre será posible, y en su tiempo perfecto sucederá, que es reanudar la lucha por una Venezuela libre, justiciera y democrática para todos. En Latinoamérica y como en América toda, a la par de Europa y del advenimiento imparable en el resto de un mundo en constante avance hacia la superación del ser humano como expresión del Supremo Autor del Universo.

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@gonzalesdelcas


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