No hay nada que le guste más a un revolucionario que despotricar del “imperio”. Miento, porque a la par, y cuidado si no más, lo hacen de su expresión por excelencia: el dólar.  Sin embargo, y muy pese al embargo, cuando visité La Habana no lograba entender la fascinación de todos los habitantes de la ruinosa –pero muy revolucionaria, digna y resistente– capital antillana para con la satanizada moneda.  ¡Ni de vaina te cobraban en el bendito peso convertible cubano! Cosas de la elasticidad moral insurrecta, para la pava no es lo mismo que para el pavo, hasta ahí no llega la igualdad de género y demás fruslerías de igual tenor.

Lo mismo ocurre en nuestra Venezuela roja rojita, usted va a Morrocoy saca cien dolaretes y lo pasean por todos lados, si quiere unos tostones saca otros cinco, y así usted se siente en Disney sin haber pasado por las maléficas aduanas gringas. Si es en Caracas que está y quiere comerse un arroz con su respectivo pimentón, no tiene más que salir a la calle donde por tres billeticos verdes le venden su kilo rojo, ¡mas no rojito!, de la mentada solanácea. Por supuesto que la pregunta de las sesenta mil lochas es: ¿Y de dónde está saliendo tanto dólar?

Las respuestas a la interrogante han sido múltiples, pero las que han tomado posiciones de punta han sido por un lado las remesas que desde el exterior envían los expatriados, y por el otro que todo es obra del lavado informal que están llevando a cabo los jerarcas del narcotráfico. Ambas variables podrían ser descartadas o confirmadas si nuestro país contara con instituciones operativas, es decir, que funcionen a cabalidad, y transparentes. No creo que sea necesario abundar sobre la opacidad característica de todo lo que se mueve en el área política venezolana.

Pese a lo anterior, creo que vale la pena hacer un par de ejercicios comparativos. En cuanto al volumen de las remesas desde el exterior se me ocurre que el caso mexicano es un buen punto de cotejo. El Banco de México ha informado que ese país recibe alrededor de 3.300 millones de dólares mensuales desde Estados Unidos remitidos por ciudadanos mexicanos que viven allá. Se ha logrado determinar que el promedio de dichas remesas es de 330 dólares, en pocas palabras, son cerca de 10 millones de operaciones de envíos de divisas las que se realizan cada mes. Es oportuno recordar que se calculan 35 millones de mexicanos viviendo en Estados Unidos, es decir, que 28,5% de ellos transfiere dinero a sus paisanos.

Si obviamos una serie de consideraciones y generalizamos que los venezolanos en el extranjero se preocupan en proporciones similares a los mexicanos en Estados Unidos por sus familiares, podemos pensar que 28,5% de los venezolanos hace lo mismo. Sabemos por las cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados, Acnur, publicadas aquí en El Nacional, que hay alrededor de 3,5 millones de venezolanos en el exterior. De ellos, 75% está en Latinoamérica (principalmente Colombia y Perú), 15% en Europa (fundamentalmente en España) y 10% en Estados Unidos. Si empleamos los ingresos per cápita en dichas regiones 6.150, 31.000 y 62.500 dólares, respectivamente, se podría calcular al voleo que el ingreso de los venezolanos en el exterior es de 15.700 dólares por año. Es decir, los venezolanos en el extranjero tienen una capacidad de envío de remesas de 25% de la de los mexicanos, por lo que podría especularse que la remesa promedio debe rondar los 80 dólares, 25% de 330. Si seguimos el juego especulativo y calculamos que 1 millón de venezolanos le manda a los suyos una “segunda”, eso significa unos ingresos mensuales por remesas de 80 millones de dólares, hablo de casi 1.000 millones de dólares anuales por dicho rubro.

Si prosigo el juego de las suposiciones y escribo de lo que podría tener que ver con la dolarización de nuestra economía, y ahora abordo lo relativo al narcotráfico, las cifras son como sigue. El precio de la cocaína en Colombia ronda los 1.500 dólares el kilo, mientras que en la frontera norte de México es cercano a los 12.000 dólares, la diferencia entre una y otra cantidad es el beneficio que obtiene aquel que actúa como mediador y transportista; de ese monto, 4.500 dólares corresponden a quien funge de distribuidor. A esto quiero añadirle un reporte de una década atrás, elaborado por el Congreso de Estados Unidos, según el cual la distribución de la cocaína colombiana al mundo desde Venezuela pasó de 60 toneladas en 2004 a 260 toneladas en 2007, y que “el Estado bolivariano ha sustituido parcialmente a Colombia como centro de distribución”. Ejemplos de ello son los sobrinos presidenciales hoy en día alojados en una cárcel estadounidense, sin olvidar la participación en dicho tinglado del Cartel de los Soles, la Corporación Siria y otros miembros del gobierno y la asamblea constituyente. Todos solicitados por la Interpol y la DEA. Tanto ha sido el impacto de estos grupetes que ya no se habla de narcoguerrilla o narcoterrorismo sino de narcogobernantes.

Sigo jugando a actualizar cifras y reviso el diario colombiano El Espectador, donde encuentro que en 2017 la producción de cocaína fue de 1.980 toneladas y se estiman de forma conservadora 2.000 toneladas para 2019. Ahora bien, si la cocaína colombiana distribuida con apoyo gubernamental desde Venezuela llega a 500 toneladas, siendo cauto en los cálculos, podemos estar hablando de unos ingresos de 2.250 millones de dólares, que sumados a los 1.000 millones de las remesas nos dan 3.250 millones de monedas americanas.

Esos ingresos anuales, en lo que respecta a las remesas, solo servirán para satisfacer algunas de las necesidades básicas de las familias que reciban la ayuda de sus parientes desde el exterior, que además deben hacer maromas para hacérselas llegar. Pero, en lo que corresponde a los beneficiarios del otro rubro, veremos incrementar el poder económico de los gobernantes y los grupos económicos asociados a ellos. ¿Creen ustedes que esta cofradía soltará semejante ubre? Advierto que en estas cifras no se han podido incluir las que tienen que ver con la explotación ilegal minera en Guayana y Amazonas. Insisto, ¿es con esta pandilla de hampones con las que se pretende dialogar? ¿Adónde se puede llegar con semejantes interlocutores? Ellos por lo pronto siguen haciendo gala de su impoluta moral revolucionaria, la cual les permite arracimar dólares mientras vierten sapos y culebras contra el malvado imperio.  La revolución da para eso y mucho más, ni una goma de calzoncillo puede ser tan elástica. Mientras tanto el dólar, no el rublo o el yen o el peso convertible, es el amo y señor de esta comarca tan contestataria.

© Alfredo Cedeño

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