La reciente visita del ex presidente de España José Luis Rodríguez Zapatero revive el tema de la famosa mesa de negociaciones entre el régimen y parte (diminuta) de la oposición. Poco se sabe de lo que se discute realmente en estas reuniones, aunque los participantes se ufanan en hacer públicos los éxitos alcanzados. El detalle es que del dicho al hecho hay un abismo en el que caen todos los venezolanos.

Rodríguez Zapatero es un miembro prominente del partido de gobierno de España, el PSOE, y se pudiera entender que sus gestiones vienen avaladas por Pedro Sánchez. Sin embargo, la vicepresidente de Maduro se ha encargado en aclarar que su visita fue de carácter privado; es decir, motu proprio o porque le pagaron, perdón, le invitaron.

Es una visita oportuna para la vicepresidente, pues su reciente incursión en suelo español ha levantado todo un escándalo en la política interna que puede ser que intenten aminorar con los buenos oficios del ex presidente.

Se supone que Rodríguez Zapatero conversó con el diputado Zambrano y la vicepresidente del régimen sobre la renovación de las autoridades del Consejo Nacional Electoral con la intención de dejar todo listo para unas próximas elecciones. Eso es lo que dicen. Nadie sabe, como se afirmó antes, cuál es la agenda de estas reuniones ni a qué acuerdos llegan, mucho menos a nombre de quién se hacen los compromisos.

Aunque el propósito de la mesa de negociaciones es obvio, limpiarle la cara al régimen, poco o casi nada ha aportado a la solución de la grave crisis que sufren los venezolanos, y por eso es oportuno preguntarse para qué realmente sirve esta instancia.

Una mesa en principio debería servir para poner las cosas claras, para discutir los temas más acuciantes. Luego, para establecer objetivos y estrategias que ayuden a conseguirlos. Los grandes conflictos de la humanidad generalmente se han resuelto a través de mecanismos parecidos. Lo principal, tener clara la meta. Para eso hay que pensar en el bien mayor, en el interés común.

Precisamente esto es lo que no se está haciendo en este caso. Aunque le demos a Rodríguez Zapatero el beneficio de la duda, lo que sí es bastante obvio es que ninguna de las dos partes que aceptaron sentarse a conversar piensan en ese interés común, que no puede ser otro que buscar una salida expedita a la crisis.

Pareciera más bien que cada interlocutor quiere halar la brasa para su sardina. Por eso los venezolanos no verán nunca los resultados, porque lastimosamente están de último en la lista de estos negociantes.


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