Europa del Este recibe a ucranianos

“ Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, ya que no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, ya que no era judío.

Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”. (Martin Niemöller).

No tengo que comentar, creo, la universalidad del poema de Niemöller. A lo largo de la historia, y no solo en conflictos bélicos, sino en todas las situaciones en que los totalitarios tocan poder, son muchas las demostraciones empíricas que le otorgan validez.

Desgraciadamente, en estos días, estamos viviendo de primera mano una de estas situaciones. Desde que el 24 de febrero Rusia, y por ende Putin, comenzó su ofensiva en Ucrania, estamos asistiendo, desde mi punto de vista, a la vergüenza que supone no actuar donde la barbarie está generando un holocausto, poniendo de manifiesto la absoluta ineficacia que, en los conflictos actuales, al menos en el seno del continente europeo, extensivo a todo occidente, tiene la OTAN.

Esto es así. Si analizamos las medidas, supuestamente coercitivas que la comunidad internacional ha aplicado, hasta el día de hoy, en el conflicto, nos damos cuenta de que son los mercados, la Organización Mundial del Comercio, el sistema bancario, los encargados de llevarlas a cabo. Y si bien son necesarias, el resultado, a corto plazo, es empeorar la situación humanitaria que está sufriendo el pueblo, el ucraniano y el ruso, mientras que a los oligarcas que sostienen a Putin y al propio Putin les afectan en mucha menor medida.

Estamos asistiendo, nuevamente, a un proceso como el sucedido en Crimea en 2014; si bien este tenía un carácter más político, las tropas rusas intervinieron, como ahora en el Dombás, con el pretexto de proteger a la población pro rusa. El resultado fue la anexión de Crimea a Rusia.

¿Qué ocurrió entonces? Pues exactamente lo mismo que está ocurriendo ahora. Se anunciaron y se pusieron en práctica sanciones políticas y económicas contra Rusia, así como diplomáticas, se congelaron los activos de varios oligarcas que había apoyado y financiado la intervención. Senadores estadounidenses pidieron a la FIFA la expulsión de Rusia de las competiciones internacionales.

Militarmente hablando, Estados Unidos movilizó efectivos, incluyendo su destructor USS Donald Cook, que llegó a cruzar el Bósforo hacia el mar Negro.

El resultado de todo esto es que, finalmente, Putin cumplió su objetivo y se anexionó Crimea. El resto, papel mojado.

Si tenemos en cuenta que todo esto sucedía hace ahora ocho años, y analizamos la situación previa a la invasión de Ucrania, en apenas ocho años Rusia había recuperado su posición a nivel mundial, tanto política como económica, formando parte de la estructura financiera internacional y sin sufrir, pasado ese tiempo, sanciones de ningún tipo.

¿Qué va a ocurrir ahora? Exactamente lo mismo.

Bien es verdad que la OTAN está atada de pies y manos para intervenir militarmente en Ucrania. ¿Por qué? Pues la verdad es que se están escudando en el artículo 4 del tratado de Washington, que deja claro que la OTAN solo intervendrá militarmente si se ataca a uno de sus países miembros. De acuerdo, pero entonces, ¿qué ocurrió en Irak en 2003? ¿Qué pasó en Afganistán en 2001? Y, yendo aún más lejos, ¿qué ha ocurrido, en tantas ocasiones, en el sudeste asiático?

Pues lo que ha ocurrido, en estas ocasiones, nada tenía que ver con el artículo 4. Lo que ha ocurrido, en todas estas ocasiones, es que la OTAN no tenía enfrente una potencia nuclear, y ahora la tiene.

Por lo tanto, en caso de intervención, la posibilidad de una contienda nuclear, a nivel mundial, sería demasiado alta. Y es algo que el mundo no se puede permitir.

Esto lo sabe Putin. Ha jugado sus cartas y ha atacado primero. Esta posición de prevalencia le otorga una ventaja clara, pues deja en manos de su adversario la responsabilidad de comenzar un conflicto que tendría consecuencias gravísimas para la humanidad entera. Pero, entonces, ¿para qué sirve la OTAN?. Actualmente, para intervenir en conflictos que en nada afectan a occidente, en pro del control de materias primas o zonas estratégicas. Esto es, la OTAN está ahí para salvaguardar la economía mundial, para que la engrasada maquinaria del comercio internacional no deje de funcionar. Ni más, ni menos.

Este cartel de “cuidado con el perro”  ha funcionado hasta que Putin ha saltado la valla para comprobar que, efectivamente, había perro, pero estaba atado con una cadena tan fuerte que lo hacía inofensivo.

Roguémosle pues, a Dios o al sentido común que pueda quedarle a Putin, que parece que es escaso, para que este conflicto no sobrepase las fronteras de la OTAN, porque, si es así, solo hay dos salidas y ninguna es buena. La OTAN siempre pierde esta partida; si interviene, perdemos la vida. Si no interviene, perdemos la libertad y la dignidad.

Así pues, cuanto antes termine este conflicto, cuantas menos vidas humanas se lleve por delante, mejor. Total, nos va a dar igual. Dentro de unos años, le estaremos dando, nuevamente, palmaditas en el hombro a Putin. Mientras haya un totalitario con poder nuclear, de nada sirve el resto, pues, citando a Jorge Eliécer Gaitán: “Nada más cruel e inhumano que una guerra. Nada más deseable que la paz. Pero la paz tiene sus causas, es un efecto. El efecto del respeto a los mutuos derechos”.

Por lo tanto, cuando los totalitarios y los locos poseyeron la fuerza y la herramienta para hacer tanto daño, ahí perdimos la batalla.

“ Solo los muertos han visto el final de la guerra”. (Platón).

@julioml1970

 

 

 

 

 

 


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