Asamblea General de la ONU

Para nada, dirán algunos; algunos miles de millones de los que habitan el planeta.

Sus funcionarios, expertos y relatores -¡qué temita éste!- conforman la peor de las burocracias. Más los “fondos” que diseminan.

El Consejo de Seguridad de la ONU ya trató 66 veces el tema de la invasión rusa a Ucrania.

Y siempre sin resultados.

Han dado por tierra, para ser redundante, con aquella máxima de que la ONU tiene las tres fórmulas mágicas para la paz, a saber: si la guerra es entre dos países chicos, interviene la ONU y desaparece la guerra; si es entre un país grande y uno chico, actúa la ONU y entonces desaparece el chico; ahora, si la guerra es entre dos países grandes la que desaparece es la ONU.

En este caso el país chico lo tiene a mal traer al grande.

Lula, inefable Lula, reclama una “nueva gobernanza global”. Nada chico para un brasileño. Jair Bolsonaro lo tenía clarito: primero Dios y después Brasil, y tercero él, que aunque no lo decía estaba implícito. Lula da la sensación de que ha invertido el orden: lo que está implícito es que primero va él.

La verdad es que en los últimos tiempos el presidente de Brasil no da pie en bola. Se sintió como una especie de Mesías encargado de traer la paz al mundo y comenzó a decir tonterías; una tras otra. Culpo a Estados Unidos, a Occidente, a Europa, de la guerra. Les llamó provocadores. De Rusia nada, che. Luego se desdijo un poco: “Se te fue la lengua” le advirtieron los militares y en Itamaratí. Luego se autodesignó “mediador” sin ningún eco. Éxito nulo. Quedó tan desubicado que se refugió en América: malas prácticas y otro papelón. Reafirmó el Mercosur y apoyó a Argentina para que Paraguay y Uruguay no puedan levantar cabeza y al mismo tiempo está buscando elementos para hacer fracasar una acuerdo con la CEE. Paralelamente, trató de reivindicar a Nicolás Maduro y su modelo de democracia. Quedó en ridículo: lo apoyó Alberto Fernández -a quien los argentinos, cualquiera sean sus simpatías políticas, no quieren ni respetan-, Evo, Ortega y Cuba. Muy poco, y además ya se sabía. El chileno Boric le dijo nones. Y Petro…, pobre Petro, en estos momentos más vale no molestarlo.

Ahora Lula va contra la pobre ONU, tan inservible ella. Y contra los países grandes: ¿qué me dicen? La novedad ahora es que Brasil no participa de esa guerra. Igual que China, simplemente no condenan la invasión, de hecho la apoyan. Hablan de llegar a una paz negociada. Y qué es lo que proponen negociar: ¿lo que Rusia deberá pagar a Ucrania por costos y perjuicios? Que digan un monto y que rusos y ucranianos pujen a partir de ahí. La parte de los “crímenes” que se resuelva en La Haya.

Y después está el papa Francisco. En línea con Lula y el kirchnerismo argentino. El Papa reclama más “iniciativas de paz” a Europa, para poner fin a la “guerra”. También le llama “guerra”, no “invasión”. ¿Qué es lo que propone? ¿Que los países europeos no ayuden más a Ucrania y levanten sanciones a Rusia? ¿Que le viabilicen las cosas a Putin, por si se le ocurre pasar por Polonia, Lituania, Letonia y alguno más?

Francisco I llamó al diálogo. De la misma forma que lo hizo hace algunos años para sacar de los pelos y salvar a Nicolás Maduro. Hoy hay más de 7 millones de venezolanos en el exilio y otros con hambre muy agradecidos con el pontífice. ¡Muy agradecidos!

La ONU no sirve y las alternativas asustan.


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