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Cualquier análisis de la situación de la oposición en Venezuela debe empezar con un reconocimiento a los líderes que han encabezado las diferentes etapas de esta difícil lucha.

Todos en su momento demostraron una gran capacidad de sacrificio y de compromiso con el país, sin embargo, los resultados pudieron ser mejores de no ser por las intenciones subyacentes en cada una de las organizaciones y en sus dirigentes.

Además de las particularidades coyunturales, de cada uno de los momentos culminantes de la lucha opositora, cuya evaluación no es el propósito de este trabajo, surge un elemento resaltante como mediatizador de la lucha: la falta de una auténtica unidad.

Si bien el fin último está claro para todas las organizaciones y sus dirigentes, los acuerdos estratégicos, tácticos y la priorización de los objetivos a corto y mediano plazo, así como las tareas inmediatas que requieren una efectiva y sincera coordinación, no han sido objeto de un trato honesto, lo que ha impedido un efectiva unidad de acción, hemos tenido, en el mejor de los casos, una unidad declarativa, asumida por el peso mismo de la coyuntura y siempre para no quedar fuera del juego, sin que se haya producido el justo reconocimiento de los líderes que han protagonizado los decisivos momentos de confrontación con el régimen.

Rómulo Betancourt, experto en usar términos “multisápidos”, utilizaba para explicar las rivalidades entre él, Caldera, Jóvito Villalba y los hermanos Machado y sus respectivas organizaciones, la rebuscada palabra “entredevorarse”, que perfectamente pudiéramos usar hoy día para expresar acertadamente la relación entre las organizaciones opositoras que enfrentan a la dictadura.

Todas las organizaciones, sin excepción están marcadas por el inmediatismo y el presidencialismo.

Si bien la meta presidencial debe ser una intención justa de toda organización política que surja en una democracia, ponerla como prioridad en medio de la confrontación con un régimen como el que vive el país es un craso error.

Seguramente esto lo negarán tanto las organizaciones como sus dirigentes, pero es la percepción que tiene el país y pese a cualquier consideración que hagan, resulta innegable.

Las confrontaciones entre las organizaciones no son de carácter ideológico, ni sobre la visión del país, o relacionadas con el modelo de Estado, no hay ninguna discusión de fondo que podamos decir que enfrente sus posiciones estratégicas. Cuando manifiestan sus propuestas pareciera mayor el esfuerzo que hacen por diferenciarse que por encontrar puntos de coincidencia y cuando la sociedad civil asume alguna estrategia, sin importar lo descabellada que sea, se suman a ella solo para dar soporte a sus ambiciones y no ponerse al margen del apoyo popular.

Entre las causas fundamentales del fracaso de la oposición está ese “entredevorarse” que señalaba RB.

No negamos la actuación perversa del régimen, ni su salvaje represión, pero no haber consolidado en veinte años, una efectiva unidad opositora es sin duda, responsabilidad exclusiva de la dirigencia.

La sociedad civil lo reclama, el país lo reclama y nuestros aliados externos también lo han reclamado reiteradamente.

En este sentido es necesario redefinir los términos de la unidad, buscar un sincero acuerdo unitario que considere a todos los sectores y sea capaz de orientar la lucha por la democracia y la libertad.

Las organizaciones opositoras, tienen la obligación de conformar una nueva unidad democrática y para ello por lo menos deben discutir y buscar una visión compartida sobre aspectos tales como:

1.- Acuerdo unitario

Debe proponerse un acuerdo unitario que por lo menos considere los puntos siguientes:

1.a. – Evaluación y caracterización de la situación económica y social del país:

El propósito de este análisis debe ser lograr una visión compartida del momento (coyuntura), las tendencias reales y las orientadas por el régimen en el marco de lo que ellos llaman la construcción del socialismo, esto incluye el cuerpo de leyes que sustentan la creación del Estado comunal, la eliminación del marco jurídico y los mecanismos de dominación en uso.

1.b.- Evaluación de la situación sanitaria ante la pandemia y la posibilidad de ejecutar acciones conjuntas que faciliten el ingreso de la ayuda humanitaria para minimizar los efectos del covid-19 y adelantar algunas acciones inmediatas que permitan paliar la hambruna que asola a los sectores populares.

1.c.- Evaluación de la situación política:

De su acertada evaluación surgirán los acuerdos estratégicos fundamentales para enfrentar al régimen.

Debe considerar en primer lugar los aspectos geopolíticos a fin de tener una idea exacta del papel que el gobierno aspira para el país en el escenario mundial.

Se están conformando dos polos mundiales, uno constituido por China y Rusia al que se han sumado Irán, Turquía y los regímenes dictatoriales del mundo, donde la presencia y hegemonía china se va imponiendo y otro conformado por Estados Unidos, la Unión Europea y las democracias del mundo a los que probablemente se sumen las economías emergentes de Asia. El bloque chino-ruso se fortalece mediante acuerdos y acciones conjuntas en el tercer mundo, mientras Estados Unidos y la Unión Europea permanecen dominados por la inercia permitiendo el avance chino. Por otro lado, el Brexit obligó a Inglaterra a volver su mirada hacia la India, a fortalecer el G7 y actualmente busca vincularse a la Alianza del Pacífico.

Desde el gobierno de Theresa May retomaron los acuerdos comerciales con la india previendo los efectos negativos del Brexit, Boris Johnson continúa estos acercamientos, con los países miembros de la Alianza del Pacífico, específicamente con Perú suscribieron el Acuerdo de Asociación Transpacífico, lo que lanza al “imperio inglés” a la reconquista de los mares.

En este marco el régimen juega con chinos, rusos, turcos, iraníes y otras fuerzas supranacionales carentes de legitimidad.

Para poder formular una efectiva estrategia e inclusive para futuras negociaciones, debemos conocer cuál es el rol de Venezuela en este juego perverso, y que esperan del país estos gobiernos.

En el marco de las negociaciones transicionales, es importante tener claro cuales de los compromisos asumidos por el régimen se pueden garantizar a estos países y los nuevos términos de las relaciones.

No se trata de alinearnos con uno o con otro, si no de ver que tipos de alianzas podremos establecer en el futuro en el marco de una relativa neutralidad que favorezca nuestros intereses nacionales.

1.d.- Evaluación del estamento militar, su dependencia del régimen, su vinculación partidista, su compromiso constitucional y su posible supeditación a fuerzas de otros países.

1.e.- Discusión conjunta y evaluación de las propuestas estratégicas de las diferentes organizaciones y su posible incidencia en el debilitamiento de la dictadura. No para escoger entre ellas si no para decidir una estrategia más amplia que permita la acción conjunta.

1.f.- Discutir la posibilidad de congelar las tácitas ofertas presidenciales, evaluar la posibilidad de nombrar desde ahora un equipo mínimo de gobierno para la transición, con férreas limitaciones candidaturales, es decir que quienes participen de la transición no puedan ser candidatos en las elecciones siguientes a la culminación del período transicional.

1.g.- Proponer a la sociedad un acuerdo unitario para ser votado colectivamente, suscrito por todos los partidos, los gremios, los estudiantes, representantes comunitarios y las iglesias católica y evangélica.

1.h.- Evaluar la posibilidad de participar unitariamente y con candidaturas únicas en las anunciadas elecciones regionales y municipales.

2.- Crear una nueva instancia unitaria que privilegie la participación de la sociedad civil, que promueva la creación de diferentes formas de organización y participación de la comunidad sin menoscabo de la actuación de los partidos políticos.

Vistas las experiencias anteriores sería conveniente crear formalmente un grupo de observadores que evalúen permanentemente la actuación de los miembros  del equipo unitario.

3.- Elaborar conjuntamente un plan de incorporación masiva del pueblo a la resistencia.

Para muchos resulta inexplicable que un régimen, destructor y represivo cuente con apoyo popular.

La explicación está en el modelo de dominación comunista empleado por el gobierno de Miraflores.

En el comunismo el poder se basa fundamentalmente en el sometimiento de la sociedad, para ello van minando al ser humano hasta destruir su individualidad mediante la coerción, la coacción y el adoctrinamiento, para logar el control y el sometimiento, que termina identificando a los individuos con el poder hegemónico, permitiéndoles participar en esferas de micropoder que les hace creer que son parte del régimen.

Convierten al individuo en un ser sin ambiciones, sin deseos, ocupado en sobrevivir y en evitar el castigo de sus verdugos, habituados a vivir en los límites de la subsistencia, en un mundo lleno de carencias que los lleva a buscar “en negro” los bienes y servicios necesarios para subsistir más allá del racionamiento, quedan al margen de la producción, del mercado y de la vida, lo que los lleva a ver a sus vecinos, familiares o amigos como una posible víctima de la que pueden obtener siempre con ventaja, algo de lo poco que necesitan para satisfacer sus necesidades, bien sea mediante el trueque o a través del robo, puede ser una olla o una pieza de ropa usada tendida en el patio ajeno, o denunciándolos al régimen para obtener alguna de sus miserables prebendas.

A los que permanecen vinculados laboralmente a las esferas de autoridad, le escamotean el salario, banalizan el trabajo y aunque estén empleados, quedan efectivamente excluidos del sistema productivo pero incorporados a las esferas sometidas y radicalmente dependientes del régimen, así vemos que militares, policías y cuerpos de seguridad piensan que sin el régimen pierden su poder, al igual que los delincuentes comunes, que perderían  su derecho a cobrar vacuna y a despojar a cualquiera de sus bienes e inclusive la vida.

Estos mecanismos perversos, esbozados solo a manera de ejemplo, son los que hacen que los sectores más vulnerables de la sociedad se identifiquen y apoyen al régimen.

En ese sentido se debe implementar la creación de un mecanismo de identidad inclusiva con los valores de la democracia, asumido por todas las organizaciones de la oposición.

Un plan de estas características debe considerar la denuncia permanente y por todos los medios posibles de los antivalores del comunismo, la promoción de los valores democráticos, la exaltación de lo nacional, la promoción de los derechos ciudadanos, para lograr la identificación de la población con esos valores y su inclusión en los sectores que promueven la resistencia como vía de rescate de mejores condiciones de vida y el disfrute de las libertades y oportunidades que brinda la democracia.

Es decir, democracia versus socialismo.

Los partidos deben promover la discusión interna y entre ellos, para redefinir su rol en esta coyuntura, establecer si esta etapa es de simple oposición o si ya hemos pasado a ejercer la resistencia, discutir sobre la vigencia y el papel de las luchas reivindicativas en la situación actual.

En cuanto al Papel de los partidos citamos  el ejemplo del PSUV: Diluyeron el partido entre las múltiples instancias creadas, dejándolo solo como una máquina electoral para ejercer el asambleísmo como una forma ficticia de participación. ¿Estará pasando lo mismo en la oposición?

En el PSUV han creado una forma de micropoder, que da la idea a sus militantes de ser parte del poder hegemónico, este micropoder que a falta de nombre, denominamos el poder militante, transfiere formas minúsculas de poder que permite a las esferas inferiores del partido intermediar entre el régimen y la comunidad para gestionar las dádivas ante los diferentes organismo, con el propósito de aproximar el poder para controlar y someter a los individuos, permitiéndoles ejercer al opresor militante una autoridad relativa sobre sus iguales que lo diferencia de los demás, otorgándole una forma ficticia de poder y de falsa inclusión.

Ahora con la profundización del poder comunal, crearán las comunas como una versión abierta del régimen, tendrán carácter carcelario y panóptico, que definitivamente anclará a los individuos a su comuna sin ninguna posibilidad de movilidad social, anulándole la capacidad de luchar por sus derechos.

Debemos denunciar las comunas como las cárceles socialistas, a la producción comunitaria como feudal y sin rendimientos y como una forma de negarle a la gente las posibilidades de incorporarse a las condiciones de la vida moderna. Denunciar que es la culminación del proceso de precarización de la sociedad y la eliminación definitiva de la clase media.

Ante esto, el partido democrático debe ser más cercano a la gente, debe promocionar los valores y principios de la democracia,  el fortalecimiento de la individualidad, valorizar el trabajo y exaltar el derecho a la vida plena, al progreso personal y familiar, resaltar la solidaridad como una posibilidad de crecimiento y desarrollo colectivo en contraposición  a la espera resignada de la dádiva oficial, desarrollar el poder emprendedor del individuo, rescatar el valor del trabajo y las potencialidades individuales.

Los partidos tienen la palabra.

@wilvelasquez


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