Completamente acicalado, y luego de haber revisado por última vez las preguntas que le había enviado previamente la presentadora de VPI TV, el embajador James Story se encontraba ya dispuesto para la entrevista virtual en un salón con el visible fondo a sus espaldas que leía en inglés y español: Oficina Externa de los Estados Unidos para Venezuela.

La serenidad exhibida por el representante del Departamento de Estado durante el contacto – sabiéndose a salvo a unos cuantos kilómetros de la hostil Caracas–, iba en sintonía con el tono y contenido simpáticos de sus palabras. Tal vez para demostrar su apego afectivo a los modos del venezolano, el embajador se aventuró a utilizar, con su inocultable acento gringo, ciertas frases de la jerga cotidiana de nuestro país. Algo que para un representante diplomático resulta peculiar y chistoso, pero que en comunicación tiene mucho peso en la transmisión efectiva de los mensajes.

Respecto a las “negociaciones” en México, el señor Story se refirió a lo que cataloga como conducta infeliz del lado de los personeros del gobierno de facto. Específicamente resaltó que Nicolás Maduro sale todas las noches y en cualquier momento del día hablando “constante paja”, amenazando a la oposición y “utilizando la herramienta de la censura para colocar sus pensamientos en el público y bloquear que la oposición no tenga la misma oportunidad”.

De su parte dijo: en el gobierno de Estados Unidos “no estamos hablando paja. Aquí estamos hablando de los acuerdos (…) y de poner en primera línea al pueblo de Venezuela”. Como “paja” también calificó el embajador los señalamientos de Maduro y sus voceros en el sentido de que Washington estaría socavando los esfuerzos puestos en las negociaciones.

Cual personaje del humorista Emilio Lovera: ¡Pónganse serios! fue una de las frases más repetidas por el enviado estadounidense. Significaba el embajador Story que, en lugar de ponerse el régimen a hacer política con las negociaciones, tratando de dividir a la oposición y a la comunidad internacional, debía más bien concentrarse en la consecución de acuerdos concretos en beneficio del pueblo de Venezuela. “Nosotros también somos serios”, seguro queriendo decir el embajador: nosotros sí somos serios, al referirse a que su gobierno revisaría las sanciones impuestas al régimen de registrarse avances y resultados sustanciales, pero que también considerarían la aprobación de otras medidas adicionales en caso contrario.

Lo cierto es que, a juzgar por las palabras del embajador Story y otros altos funcionarios de la administración Biden, el apoyo formal del gobierno demócrata a las negociaciones que tienen lugar bajo los auspicios de México y Noruega (errado para algunos), formaría parte –y eso esperan muchos– de un ciclo necesario de agotamiento de pasos, otorgándole a un de antemano negado potencial éxito, el obstinado beneficio de la duda.

A título de recordatorio

Todos recuerdan que cuando Joe Biden llegó al poder en enero de este año, el tema inconcluso de la crisis de Venezuela se había convertido en una verdadera papa caliente para el grupo de asesores en política exterior y seguridad de la nueva administración. En esa revoltosa transición propia de los cambios de gobierno, las nuevas autoridades, en medio de su confusión e improvisación, no contaban con una estrategia puntual para hacer frente al régimen de Nicolás Maduro, sobre todo por lo que se consideraba había sido el fracaso rotundo de la política seguida por Donald Trump y su ineficiente equipo de funcionarios.

La única carta bajo la manga consistía en ratificar el apoyo a la investidura de Juan Guaidó como presidente interino y presidente de la Asamblea Nacional, electa en diciembre de 2015. Estos anuncios iban acompañados de la continuidad de las sanciones aprobadas en contra del régimen madurista por la administración Trump, en particular a partir de 2017, cuando la industria petrolera comenzaba a ser objeto de estas.

En un ambiente enrarecido por las fraudulentas elecciones a la Asamblea Nacional de diciembre de 2020, y en el que paradójicamente la Unión Europea había degradado la figura de presidente interino a la de máximo interlocutor de la oposición en Venezuela, la Casa Blanca estaba embarcada en su nueva política de recuperar óptimas relaciones con sus aliados estratégicos europeos. En ese marco, la tesis de la Unión Europea, visiblemente influenciada por Josep Borrell y el gobierno de Noruega, se impuso y condujo a un consenso entre el viejo continente, Estados Unidos y Canadá sobre la necesidad de impulsar la vía política y del diálogo como solución a la crisis venezolana. La ronda de negociaciones de México es expresión fiel de esa aproximación.

El tiempo apremia

No obstante, la entrevista concedida por el embajador James Story a la periodista Gabriela Perozo la semana pasada, pareciera revelar un tiempo de caducidad próximo de estas cuestionadas negociaciones. Los acuerdos preliminares logrados hasta los momentos respecto a la ratificación y defensa de la soberanía de Venezuela sobre la Guayana Esequiba y la protección económica y social de los venezolanos son vagos y no dicen mucho en relación con los objetivos prioritarios de las negociaciones.

Nicolás Maduro quiere fundamentalmente con estas negociaciones el reconocimiento formal de su gobierno (ya en parte avalado por el memorando de entendimiento y la participación opositora en el nuevo fraude electoral de noviembre), el levantamiento de las sanciones y la recuperación de los activos venezolanos en el exterior. ¡Nada más y nada menos! La oposición tiene, entre otras aspiraciones, la liberación de todos los presos políticos, mejores condiciones electorales y, con ello, la celebración de elecciones libres, justas y verificables a todos los niveles, pero en particular presidenciales. Dos conjuntos de objetivos irreconciliables como el aceite y el vinagre.

El embajador Story aseguró en la entrevista que su país, Canadá y la Unión Europea están estudiando nuevas sanciones contra el régimen de Maduro en caso de que no haya resultados concretos y satisfactorios en la mesa de diálogo entre el gobierno de facto y la oposición.

Por su parte, el señor Jorge Rodríguez, jefe de la delegación chavista, quizás un poco silbando para espantar a los muertos, se burló de las declaraciones del embajador Story, indicando que a estas alturas del partido “su país no atenderá presiones por parte de Estados Unidos”. Cierto es que el psiquiatra Rodríguez se debe estar preguntando cómo sabe el embajador que La Guaira es lejos.

Mientras tanto, las últimas noticias en torno a la ratificación del Tribunal Constitucional de Cabo Verde sobre la inminente extradición de Alex Saab, y la captura en Madrid, el pasado jueves, del Pollo Carvajal, ambos compañeros de destino, así como la esperada decisión del Tribunal Penal Internacional de pasar el caso del régimen violador de derechos humanos a la etapa de investigación formal, deben estarle quitando un poco el sueño a Nicolás, Diosdado y otros miembros de la banda.

Tal como quisiera decir el embajador Story, a quien todavía no le sale bien: ¡Pa’que sean serios!

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