A principios de marzo de 2020, casi en todo país a punto de ser sometido a medidas de confinamiento a causa del coronavirus, el papel toilet desapareció en tiendas y supermercados.

De acuerdo con Michelle Baddeley, economista con PhD en economía, director académico del Instituto de Alternativas en la Universidad de Australia del Sur y profesora honoraria en el Instituto para la Prosperidad Global en el Colegio Universitario de Londres, en un artículo publicado en la revista digital Psychology Today («Toilet Paper Mania», 8 de marzo de 2020), los psicólogos y economistas han sugerido una variedad de explicaciones para estos fenómenos, por ejemplo la necesidad de seguridad y comodidad en una situación estresante o la preparación para una posible escasez. Otros plantean la hipótesis de que el fenómeno está asociado al “miedo a perderse algo” (en inglés FOMO o Fear of Missing Out). Según Wikipedia, casi dos tercios del total de usuarios de las redes sociales en el mundo lo padecen, la adicción a mantenerse actualizado en las redes sociales es proporcional al miedo que se siente al no poder hacerlo en tiempo real. Asi, estas personas se apresurarían a ir a las tiendas a comprar todo el papel higiénico que pueden encontrar porque otros en sus redes lo están haciendo o ya lo han hecho.

Ahora bien, ¿qué nos dice la historia sobre por qué alguien se apresuraría a gastar cantidades excesivas de dinero en lo que normalmente es un artículo trivial? Según Baddeley, la literatura conductual sobre burbujas especulativas proporciona algunas explicaciones potenciales. Uno de los ejemplos más coloridos de una burbuja especulativa es la Tulipmania: durante un breve período, por allá a partir del año 1635 en Holanda, los especuladores se entusiasmaron demasiado con los bulbos de tulipán. En 1633 un solo bulbo de Semper Augustus valía 5.500 florines. Cuatro años después, en 1637, la suma casi se había duplicado a 10.000 florines, cantidad de dinero más que suficiente para comprar una casa, una pequeña flota de barcos o un rebaño de 3.000 cerdos. Para la época, una persona normal en Holanda tenía unos ingresos medios anuales de 150 florines. La Tulipmania a menudo se cita como un ejemplo clásico de extrema irracionalidad. Sin embargo, para alguien que crea que tiene una buena oportunidad de vender un bulbo de tulipán por 1,1 millones de dólares, no sería entonces estúpido comprarlo por 1 millón de dólares.

Si los seres humanos están preparados para gastar el equivalente de millones de dólares actuales en un bulbo de tulipán, ¿por qué no gastar cientos de dólares (o bolívares fuertes) en rollos de papel higiénico, especialmente si se cree que se pueden vender por más? Sin embargo, es probable que solo una minoría de personas compró rollos de papel higiénico para venderlos posteriormente, y el hecho de que un gran número de personas se unieron a la “multitud toilet» refleja nuestros instintos incorporados, como animales sociales, de seguir a otros.

Nuestra propensión a seguir a los demás es innegable y, al mismo tiempo, compleja. Aún así, algunas de nuestras razones para comportarnos en manada encuentran algún fundamento racional. Según Baddeley, el comportamiento en manada puede ser un tipo de heurística: un atajo para la toma de decisiones que nos ahorra tiempo y esfuerzo cognitivo. Cuando las elecciones de otras personas pueden ser una fuente útil de información, utilizamos una heurística de comportamiento en manada y seguimos a otros porque creemos que ellos saben más que nosotros.

De acuerdo con Christie y Huang («Following the pied piper: Do individual returns herd around the market?», Financial Analysts Journal, 1995, 51:31–37), el comportamiento en manada consiste en «una supresión de las creencias de los individuos y basa sus decisiones de inversión de acuerdo con las acciones colectivas del mercado, incluso cuando no están de acuerdo con sus predicciones”. También, para Hirshleifer y Teoh («Herd behaviour and cascading in capital markets: a review and synthesis». Eur Finan Manage, 2003,9: 25–66.) el comportamiento en manada «es una convergencia conductual, donde las personas ignoran sus señales personales, y por tanto privadas, y siguen a otros en la toma de decisiones».

Si bien las dos definiciones están referidas a contextos de mercados de capitales, las mismas permiten, operacionalmente hablando, una generalización: es el comportamiento observado cuando la gente tiende a seguir o imitar el comportamiento de otros sin justificación racional.

En conjetura propia y estando de acuerdo con Baddeley, me permito añadir en este caso otro matiz que contribuye al comportamiento en manada: el instinto de la urgencia, algo así como “es ahora o nunca porque se va a acabar”. El instinto se menciona y trata en el Factfulness: Ten Reasons We Are Wrong About The World And Why Things Are Better Than You Think, escrito por Hans Rosling, quien falleció en 2017, a los 69 años de edad, y fue PhD, médico sueco, profesor de Salud Internacional en el Karolinska Institutet y director de la Foundation Gapminder que tiene como objetivo explícito que no seamos ignorantes en cuanto al mundo y a lo que él contiene. Además, Rosling fue quien dio los primeros y decisivos pasos que impidieron que la epidemia de ébola de 2014 se propagara al resto del mundo. Esas 10 razones o instintos son: la brecha, la negatividad, la línea recta, el miedo, el tamaño, la generalización, el destino, lo simple, la culpa y la urgencia.

Según Rosling, el cerebro humano es un producto de millones de años de evolución, y estamos programados con instintos que ayudaron a nuestros antepasados a sobrevivir en pequeños grupos de cazadores y recolectores. Los cerebros muy a menudo saltan a conclusiones rápidas sin mucho análisis, lo cual, y en aquel mundo, nos ayudaba a evitar peligros inmediatos. Hoy en día nos siguen interesando los chismes y las historias dramáticas, que solían ser la única fuente útil de noticias e información: seguimos siendo consumidores de drama.

En su libro, Rosling argumenta que todavía necesitamos esos instintos dramáticos para dar sentido a nuestro mundo y para ayudarnos en el día a día. Si seleccionamos cada estímulo y analizamos cada posible decisión de manera racional, resultaría imposible vivir una vida normal. Sin embargo, tenemos que aprender a controlar nuestro consumo de drama. Sin tal control, nuestro apetito por lo dramático va demasiado lejos, nos impide ver el mundo tal como es y nos conduce terriblemente por mal camino.

Así, el comportamiento en manada impulsado y potenciado por el instinto de la urgencia, no solo aumentaría el precio de los activos y provocaría burbujas, sino que también aumentaría el pánico en los mercados, sean estos financieros o de bienes y servicios.

Dado que este comportamiento puede originarse por ausencia de información, el suministro de información oportuna, transparente (verificable), adecuada y mediante voceros adecuados, conduce a un mejor entendimiento de la situación. De hecho y en los mercados bursátiles, ante variaciones significativas de precio de los activos financieros, se implementa una suspensión de la actividad de forma de dar tiempo a que todos los participantes estén informados de lo que acontece con los precios.

El mensaje, en tiempos de incertidumbre, es este: mantenerse informado requiere no solamente tiempo sino esfuerzo, disciplina y control. Control sobre los 10 instintos y sobre todo del último, control del sentido de la urgencia.


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