De entrada se trata de esto –sin preámbulos innecesarios–, una novela cuya primera edición digital está fechada en junio de 2020, es decir, apenas tiene en el mercado editorial de habla hispana un poco más de cuatro meses circulando entre el más exigente y riguroso público lector y ya ha cosechado comentarios dignos de los mejores encomios literarios. Su autora es Andrea Abreu (1995), joven periodista de origen vasco formada en la Universidad de La Laguna y posteriormente educada en estudios de maestría en periodismo cultural en la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid. Panza de burro es su primera novela. Aunque el año pasado su nombre, hoy colmado de prestigio y reconocimiento, figuró en la Antología de poesía joven española (Maremágnum, 2019), es esta novela reciente la que le ha valido la benevolente mirada de la crítica literaria española.

La escueta reseña que trae como noticia la breve semblanza biográfica intelectual de la autora nos dice: “El pasado año 2019 resultó ganadora del accésit del XXXI Premio Ana María Matute de narrativa de mujeres; obviamente, un galardón literario muy codiciado y prestigiado entre la novel narrativa española de la última generación. La editora de esta novela, Sabina Urraca, -ópera prima- escrita a pesar de y en contra de”. Que, además de ello, es una novela inevitablemente atravesada por la precariedad y la urgencia. Pues, no yerra en lo más mínimo la editora de Panza de burro, pues la lengua empleada en estas urgentes 89 páginas de vibrantes relatos entretejidos con minucioso zurcido discursivo es una lengua signada por el cálamo currente sintáctico verbal del cual hacen gala sus personajes o actantes narratarios de Panza de burro. Se advierte que el experimento narrativo emprendido por Abreu no es un reflejo especular del habla característica de los hablantes de las Islas Canarias, pese a que también hay profusas evidencias de ello.

Veamos una muestra del estilo narrativo de Andrea Abreu: “Como un gato. Isora vomitaba como un gato. Jucujucujucu y el vómito se precipitaba dentro de la taza del váter para ser absorbido por la inmensidad del subsuelo de la isla.”Onomatopeyas, sinécdoques, paranomasias y gran cantidad de tropos discursivos y figuras literarias plenan este singular ejercicio narrativo que llama la atención de los lectores españoles de la actualidad. “Un fisquito namàs”. “Isora se levantó de la cama y dijo shit, vamos pa’l baño”.

En la novela vemos estas cosas: “Vivía por debajo de la iglesia, en una casita de piedras pintadas de blanco con la puerta pintada de verde y las tejas viejas y llenas de mujo y de lagartos y de lonas de zapatos viejos traídos de Caracas, Venezuela, y de verodes grandes como arbolitos. Doña Carmen lo olvidaba todo menos pelar las papas, eso sí sabía, las pelaba en círculos…”

 


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