Cuéntame un cuento y verás que contento, me voy a la cama y tengo lindos sueños”. (“Cuéntame un cuento”. “Celtas cortos”).

Me encontraba yo, ayer por la tarde, navegando por las tranquilas aguas de Twitter cuando repentinamente, de la forma más inopinada, como cuando vas llegando a los rápidos, la corriente calma de las tardes tuiteras de sábado cogió velocidad y se volvió procelosa. No fue una repentina cascada, de esas que pueden tirarte del sillón, sino un acelerar paulatino que, poco a poco, adquirió una velocidad realmente peligrosa; y contra las rocas.

Todo comenzó con un tuit de un tal Toño Abad, que si bien debe gozar de cierto predicamento entre la izquierda política, por otro lado le conocen en su casa a la hora de cenar. Este muchacho, que goza del pack completo de la progresía es, según su propia biografía “Sindicalista y activista LGTBI y consejero económico y social de España UGT”. Esto viene a querer decir, previsiblemente, que se hincha de marisco y chuletones, a cuenta del sindicato.

Quizá por este motivo, y siempre según su relato, que a todas luces se encuentra afectado de una tendencia literaria, vana en su intento y contenido, eso sí, y posiblemente otras afectaciones en las que no voy a entrar, ayer se encontraba con su pareja, evidentemente masculina, sin que esto se entienda más que como una matización para hacer más claro el relato, por si alguno de los que se lo ha creído llega a leer este artículo, prestos ambos para comer en el restaurante Orbayo, en el distrito de retiro en Madrid. Para los que no conozcan Madrid, es sin duda uno de los barrios más caros de la capital, excepción hecha del barrio de Chamberí, que es donde vivo yo, porque yo lo valgo.

Siempre según el relato de nuestro estimado Toño, las dos señoras que él mismo describe como de unos sesenta años, que se encontraban comiendo en la mesa de al lado, han mostrado, para no extenderme , una actitud violenta y agresiva en todo momento, llegando a límites inaceptables como cambiar la cazadora de respaldo de la silla, para que no estuviera en contacto con ellos. Creo que esto de cambiar la cazadora de respaldo también lo hace Putin cuando se reúne con Zelenski.  Hay que ser inhumano para semejante trato.

Después, en un arranque de agresividad, o tal vez porque a tan avanzada edad la vejiga suele reclamar su espacio vital, una de las señoras se ha levantado de la mesa, golpeando una bolsa de libros que el ínclito Toño y su pareja habían dejado en el suelo. La verdad es que una señora mayor, como la describe el propio Toño, podía perfectamente haber acabado en el suelo con las dos caderas rotas, pero no. Haciendo gala de una fortaleza envidiable a su edad, la señora ha golpeado, ha pateado más bien, la bolsa de libros, esparciendo la literatura por todo el establecimiento.

Según Toño, de quien no tengo por qué dudar, salvo por su mal hilado relato y sus contradicciones constantes y porque hace gala de un desconocimiento total del entorno donde desarrolla el texto, a partir de aquí las señoras han empezado a insultarles con todo tipo de improperios, que son muy propios de señoras de avanzada edad del barrio de retiro, que además suelen vestir con sudaderas negras con la capucha sobre una gorra del mismo color y llevar un colgante de oro en forma de Dollar con un cadenón de un dedo de grueso.

Me imagino a las señoras rodeando a Toño y su pareja como Wesley Snipes y los suyos hacen con Michael Jackson en el video de Bad, mientras montones de jubiletas blandiendo bates de beisbol aparecen de no se sabe dónde.

Pero lo peor de todo, lo que le ha puesto a Toño los pelos que le queden como escarpias de acero fundido, ha sido cuando una de estas señoras mayores ha cogido un cuchillo, que igual era el de untar la mantequilla y ha amenazado con “rajarlos” a los dos. Una señora así, perdiendo el control como Jason Statham y con semejante arma, es una imagen escalofriante que me acompañará en mis pesadillas el resto de mi vida.

Aun así, y para mayor crueldad, les ha amenazado con insultos, según el propio Toño, “Voxianos”, término inexistente que supongo que para Toño significa “propios de Vox”.

Aquí, la verdad, se me cae un poco el relato. Lástima, Toño, con lo creíble que era todo, y vas y metes a Vox en el asunto. Por detalles así, se han perdido premios Oscar; que digo yo, premios Goya incluso. Céntrate la próxima vez e igual ganas un par de votos para la izquierda.

Pero el colmo, el remate de todo, es cuando con la policía delante, las señoras se han atrevido a llamarles, y cito textualmente, “maricas”, que digo yo que llamar marica a Toño es como si hubieran llamado camarero al camarero. No sé, debe ser que hay que llamarles “hombres con tendencias sexuales diferentes”. Si eres pelirrojo, eres pelirrojo, si eres bajito eres bajito y si eres marica, pues eso mismo.

Después de esto, Toño ha colgado una foto de las señoras, que a poco se ha sabido, por un rápido tuitero, que es una foto de las reseñas del propio restaurante que ya se encontraba en su web, dando a entender que si miente en la foto, evidentemente lo otro viene a ser como las balas que le enviaron a Iglesias, Marlaska y Gámez precisamente también en vísperas de las pasadas elecciones. Hay que joderse, qué casualidad.

Bueno, ahora me voy a poner serio. Ya está bien de tomarnos por imbéciles. Que los votantes de Podemos, en su mayoría, no sepan mirar más allá de sus narices no quiere decir que los españoles seamos un pueblo inculto y quiero creer que, a pesar de todas las mentiras que nos van a querer hacer tragar de aquí a mayo y, cómo no, de aquí a diciembre, sabremos discernir la verdad. Es sencillo. Solo hace falta quitarse las orejeras y tener un poco de sentido crítico y de sentido común.

Así que, Toño, lo de las señoras pandilleras, no te lo crees ni tú.

Acción, reacción. Nos vemos en Mayo.

@elvillano1970


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