Los despertares ya no son los mismos. Un silencio extraño ronda por las calles contiguas al maravilloso Parque Nacional el Ávila. Hasta una cascada aquí en Los Chorros, una plácida zona de Caracas, envía por primera vez su melodía cuando desde la altura cae en un pozo que era nuestra piscina privada de niños y recorríamos las calles de nuestra urbanización si miedos, ni temores. El ambiente es de incertidumbre. Esperamos al igual que millones de seres alrededor del planeta que esta tormenta pase.

En Venezuela tenemos doble incertidumbre, el covid-19 y el día después, qué país encontraremos, cómo superamos la otra realidad de un país sumergido en varias crisis. Como si fuera poco, la primera no estaba contabilizada. Así como los médicos y las enfermeras no detienen el trabajo a lo largo y ancho del planeta en estos días de tantas zozobras, las plumas del teclado tecnológico tampoco. Al igual que esta nota, escribimos para desahogarnos, encontrar respuestas y elucubrar sobre lo que viene.

No son pocos los que advierten sobre un mundo distinto por venir, unos dicen que peor, otros que saldremos fortalecidos, las lecciones serán muchas y los hombres y mujeres del planeta tendrán que aprender a reconocer los múltiples errores de nuestra cotidianidad, de nuestra forma de vida, de los desaciertos en el tiempo. Hay quienes culpan a la globalización, que llegó el momento de sepultar a los liberales, de cerrar fronteras, de encerrarnos, producir lo que necesitamos, que más nunca falte un tapabocas, respiradores, vacunas, quién quiere libertad, se pregunta más de un trasnochado.

Cuando hay una pandemia, quién quiere relaciones globales, interdependientes, ante la incertidumbre, afirman compañeros de las teclas. Quién aspira a  seguir en un mundo irracional como el que veníamos creando, si al fin y al cabo nos destruye, si el planeta está enfermo, si no somos capaces de detener a un enemigo invisible. Pues para muchos la recomendación crucial no es otra que volver al pasado, ser autosuficientes, comer lo que producimos, subir aranceles, cerrar las puertas que nos abrió la globalización. Hasta el maestro Kissinger habla de un nuevo orden mundial como consecuencia del nuevo estado de las cosas y en su sentido más amplio, que viene a raíz de esta pandemia.

Me desprendo de esa tesis fatalista, tenemos un virus que nos atormenta y salió de China. Pues sí, pero pudo salir de cualquier otra parte; cuántas epidemias y pandemias han nacido en alguna parte, la penúltima, la de 1918, nació en Kansas, Estados Unidos, pero igual pudo haber sido en Francia, en cualquiera de los países involucrados en la Primera Guerra Mundial. Irónicamente, se terminó recordando como la fiebre española. Lo que tenemos por delante es un gran aprendizaje, recordamos lo vulnerable que somos, que esta pandemia no es sino una sola expresión de las amenazas a las que estamos sometidos como especie. Los diminutos, invisibles y a ratos invencibles, han atacado muchas veces a la humanidad, al igual que las guerras que no la producen los virus que las produce la irracionalidad del hombre y que se han llevado por delante a millones de seres humanos, han generado dolor y destrucción.

Son pocos los tiempos en que la humanidad no ha estado al acecho, al igual como lo estamos ahora. Sin embargo, el mundo ha evolucionado. Ante sus grandes deficiencias y limitaciones, es un mundo que ofrece mejor calidad de vida que nunca, que ha abierto nuevos canales para superar las amenazas, que ha permitido que crezcamos en la diversidad, que nos confronta ante muchas injusticias, ante la discriminación. Pero aún, en esta realidad, es sin duda un mundo mejor.

La globalización nos ha acercado, nos ha permitido conocernos mejor, entender nuestras amenazas y también las mejores prácticas para superar las crisis. El mundo hoy es mejor porque nos abrimos, hacemos difusas las fronteras, cuestionamos las soberanías a ultranza, conocemos las realidades del mundo sin tapujos, ni velos. Estamos todos al descubierto. Que un virus se hace global también, sí es cierto, pero han sido así las pandemias y epidemias a lo largo de la historia, pero nunca la humanidad tuvo tanta oportunidad de compartir experticias, de ser solidarios, descubrir sus propias restricciones y ser capaces de alertar ante la incompetencia, la usura, la falta de solidaridad de aquellos que se aprovechan ante el sufrimiento humano.

No es cierto que necesitemos menos globalización, por el contrario, necesitamos más interacción, más cooperación, más transparencia internacional, más capacidad de reaccionar colectivamente ante las amenazas y las experiencias de los demás. Los organismos internacionales más que nunca son importantes para producir alertas tempranas, guiar antes las demandas que generan las crisis, independientemente de su origen. Sin duda, de esta tragedia saldremos más fortalecidos. Ya es lugar común decir que el planeta no será el mismo. Eso espero, seremos mejor, la política y sus políticos están a prueba, empujaremos el futuro con más vitalidad, con más transparencia y con más conciencia, porque al fin y al cabo, un planeta unido en la solidaridad siempre será mas justo y honesto consigo mismo que en la dispersión y en la confrontación


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