La humanidad está enfrentando en medio de la angustia y el optimismo uno de los más serios retos jamás asumido: vencer la pandemia generada por la propagación del coronavirus (covid-19), encontrar tratamientos adecuados para su cura y lograr desarrollar una vacuna que nos permita prevenir la insistencia que ha mostrado, de permanecer activo.

Las consecuencias de esta tragedia, aun no medida en el tiempo, abarca lo económico. Cifras nunca antes vistas: millones de desempleados, contracción industrial, caída de las bolsas de valores, recesión, más en los países desarrollados que de alguna manera mueven la economía y la vida política del mundo. Las consecuencias políticas son también inmensurables, aunque deberá incidir en una nueva forma de gobernar, en las relaciones entre los gobernantes y los gobernados y entre los gobernados mismos, también entre los gobiernos que ya no pueden construirse única y exclusivamente en la riqueza y el poder, sino en la solidaridad, lo que permitirá una nueva relación social. La sobrevivencia y la impotencia se imponen.

Estamos ante un reto global, marcado en efecto por una globalización aun no claramente definida pero que muestra sus efectos por una indudable y marcada interdependencia. Ante ello, la comunidad internacional, entendida por Estados, organismos e instituciones internacionales y la sociedad civil deberán actuar en forma conjunta e inteligente para superarlo y garantizar a la humanidad su seguridad en el futuro. Pero esa responsabilidad no es exclusiva de la comunidad internacional. En forma complementaria o subsidiaria los Estados, sus sociedades nacionales, deberán adoptar todas las medidas para insertarse en el esfuerzo global, lo que lamentablemente no es fácil aplicarlo en forma general.

En Venezuela, lamentablemente, la situación es quizás mucho más grave que otras partes, dada la naturaleza totalitaria de un régimen corrupto que detenta el poder de forma irresponsable. Un país en el que lamentablemente han colapsado los servicios públicos, el sanitario principalmente; y la economía, gracias a la ineficacia, a las políticas erradas y a una corrupción sin precedentes. Una economía devastada, un país sin gasolina, sin agua, sin medicamentos; una sociedad golpeada, dividida, perseguida, sin acceso a la toma de decisiones que el régimen adelanta de manera inconsulta y engañosa en todos los sectores, se podrá insertar en las mejores condiciones en un proceso global.

En estos momentos de angustia planetaria no podemos dejar de lados nuestras preocupaciones y nuestras esperanzas. Imposible enfrentar esta y cualquier crisis en las condiciones que ha impuesto la dictadura: presos políticos, tortura, discriminación, asesinatos, hambre, en fin, una sociedad dividida y sumergida en una auténtica crisis humanitaria compleja que exige de nuevo la ayuda internacional, la presencia sin politización alguna de las instituciones internacionales que pueden ayudarnos a enfrentar la tragedia que apenas se asoma.

Ante la pandemia todos, la comunidad internacional y los venezolanos, todos sus sectores, público y privado, debemos asumir con la mayor seriedad nuestras responsabilidades que no pueden sino estar inscritas en un esfuerzo de solidaridad real desprovista de egoísmos y de falsas posturas.


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