Panem et circenses (literalmente «pan y espectáculos del circo») es una locución latina peyorativa de uso actual, que describe la práctica de un gobierno que, para mantener tranquila a la población u ocultar hechos controvertidos, provee a las masas de alimento y entretenimiento de baja calidad y con criterios asistencialistas.

Gramaticalmente, está formada por el acusativo singular de panis,-is (‘pan’) y el acusativo plural de circensis, -e (‘juegos del circo’).

En la Roma imperial, los emperadores recreaban al pueblo con grandes y repetidas fiestas. Lo que hoy es el Coliseo fue mandado construir en el año 72 D.C. para celebrar una serie de fastuosas fiestas y espectáculos que duraron 100 días en su inauguración, en ese lugar, leones y gladiadores servían de diversión a una sociedad altamente estratificada, en la que predominaba el control y sometimiento de los esclavos, con exclusión, miseria y total ausencia de derechos del pueblo, mientras los emperadores vivían con excesos, riquezas y movidos por la ambición de poder.

La frase de «al pueblo pan y circo» tiene más de 2.000 años, y el propósito es mantener controlada y enajenada a una sociedad sojuzgada, donde quienes gobiernan tienen el poder absoluto y viven con lujos excesivos. Personajes como Julio César, cuyo objetivo principal era incrementar su poder, le daban circo al pueblo y muchos espectáculos con el propósito de mantenerlos contentos en su miseria. Julio César, por cierto, fue el primero que se hizo llamar dictador, instalándose como mandatario absoluto en Roma.

Seguramente Nicolás Maduro se siente identificado con alguno de estos emperadores, que se caracterizaban por una ambición desmedida de poder, y está recurriendo por lo visto, como en el Imperio romano, a los espectáculos para mantener contentos a los desposeídos.

Es común en estos últimos tiempos observar en plazas y bulevares de Caracas y del interior del país templetes animados musicalmente por grupos y conjuntos. Y en fecha reciente la inauguración de un estadio del que el régimen presume como el mejor y más grande de Latinoamérica, cuyo exorbitante costo tuvo prioridad más que la construcción de un bien dotado hospital o dotación de implementos y medicinas de los ya existentes: Domingo Luciani (El Llanito) y Pérez Carreño, (El Pescozón).

Hubiesen sido pasos ciertos que podían  garantizar una mejor calidad de vida para la ciudadanía, y no para que les dan «pan y circo», pues no vivimos en el Imperio romano, sino en un país empobrecido, excluido, con desempleo, servicios insuficientes, contrastado con personeros del régimen encumbrados, que viven en la abundancia y con excesos.

Caracas es la ciudad más violenta del país, es la que más registra una estadística de hechos delictivos con alta incidencia. Pero no es sólo la violencia el gran reto, sino también la contaminación y el transporte de pésima calidad que padecemos, el caos vial, la insuficiencia de áreas verdes, de parques y espacios recreativos y deportivos, las calles en mal estado, la falta de planeación urbana y de crecimiento, el deficiente alumbrado público, el déficit de pavimentación, de drenaje y tratamiento de aguas negras y blancas.

A lo anteriormente indicado se suma el tráfico de influencias en las distintas dependencias del Estado, la falta de protección civil, de prevención, de ordenamiento de la ciudad, en fin, son muchos los problemas de una ciudad que ha crecido en forma desordenada, con infraestructura vial y urbana insuficiente, en la que no existe control no solo de la violencia, sino de la contaminación, del crecimiento y de los riesgos.

Frente a estos problemas, no se debe repetir la fórmula del Imperio romano de mantener enajenado y sojuzgado a un pueblo con grandes fiestas y espectáculos. El ejercicio de un gobierno requiere de visión, compromiso y acciones encaminadas a erradicar la corrupción, el burocratismo, el dispendio, la falta de transparencia, la desigualdad y exclusión social, la carencia de servicios básicos, de empleos de calidad, etc.

Hace 2.000 años que el circo y las fiestas dejaron de ser la respuesta que el pueblo demanda de sus emperadores. Hoy ni emperadores ni circo nos hacen falta en Venezuela.

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