Panem et circenses (literalmente «pan y espectáculos del circo») es una locución latina peyorativa de uso actual que describe la práctica de un gobierno que, para mantener tranquila a la población u ocultar hechos controvertidos, provee a las masas de alimento y entretenimiento de baja calidad… La famosa expresión resumía todo lo que los gobernantes de la urbe requerían para manejar a la plebe y mantenerla entretenida. Hasta 50.000 espectadores podían participar de las sangrientas diversiones con que los emperadores cortejaban al pueblo”.

Esas definiciones se pueden encontrar en las redes sociales, tal como lo hice en Google, en cuya autopista corren centenares de párrafos que describen esa figura del pan y circo.

Pues bien, en Venezuela la herramienta que domina el régimen madurista es ese espectáculo de pan y circo. Esta semana se está celebrando la Serie del Caribe, para lo cual se acomodaron dos estadios de beisbol, en donde se enfrentan los equipos participantes en ese torneo. Los visitantes y los espectadores del país se deslumbran ante esas dos edificaciones modernas, mientras las huestes de Maduro siguen lanzando sus feroces colectivos contra los educadores que manifiestan en pro de sus derechos laborales y, desde luego, entonando consignas a favor de la libertad del país. Maduro pontifica sobre “la importancia del deporte para unir a los pueblos”, mientras enfila sus baterías persecutorias contra las ONG que se dedican a realizar trabajos de investigación, dignos de respaldar, dentro y fuera de Venezuela.

No hay lugar del mundo ─excepto en Rusia, Irán, Turquía y China y sus socios del Foro de Sao Paulo─ en que no se repute a ese régimen como una dictadura. Sin embargo, Maduro se las arregla para lograr que, a la par de esa Serie del Caribe, esté en pleno desarrollo un festival electoral protagonizado por líderes de la oposición. Tal escena electoralista crea un dilema a los que miran desde la barrera ese desfile de aspirantes, cada día más creciente, porque resulta difícil comprender cómo es que se habla de narcotiranía en un país en donde simultáneamente sus dirigentes opositores se alistan para competir en comicios organizados por esa dictadura.

Pero ¡que siga la función!, grita Maduro en un país cuyos gobernantes se jactan exclamando poseer las mayores reservas de petróleo del mundo, pero no tiene gasolina para surtir las unidades de transporte. Y mientras el circo y el pan tienen al cielo venezolano como su carpa, los maestros se echan a las calles a pelear por un salario digno en el mismo país cuyos gobernantes se los niegan, pero inauguran restaurantes en el aire, o dentro de aviones, importan salmón, caviar y las más variadas exquisiteces. Todo eso sucede en un país en donde más de 90% de la población sobrevive en medio de la pobreza, dependiendo de remuneraciones mínimas que no superan los 6 dólares por mes.

Maduro ha resultado un alumno aventajado de sus tutores castristas. Por eso compensa su ignorancia en materia económica, a tal extremo que persiste en hundir al país en una cruenta inflación y en una devaluación continuada del signo monetario, pero a la hora de rasgarse las vestiduras para aparecer como el gran patriota, ahí sí es que de verdad Maduro saca a relucir sus grandes dotes de impostor para romper lanzas por “la protección de la soberanía nacional”. ¡Claro, eso es puro teatro! Bien se sabe que entregaron nuestro territorio en el Esequibo, que permiten que nos invadan efectivos militares de Rusia en combinación con los agentes castristas que fisgonean en cuanto cuartel militar opere en Venezuela.

Maduro es el propio cara’e tabla a la hora de montar su show de pan y circo, tal como lo intentó consumar en Egipto, en la mismísima ciudad de Sharm el-Sheij que acogió a los participantes en la Conferencia de la ONU, adonde se fue a dar cátedra sobre “cómo atender los impactos del cambio climático”, a sabiendas de que si hay un gobernante que procede de espaldas a los acuerdos suscritos por la república en la Cumbre de París 2015, ese es él mismo. Pero Maduro se aprovecha de las vacilaciones de algunos líderes democráticos del mundo que juegan su rutina en la que va arrastrando los pies, ganando tiempo, mientras consolida su régimen criminal. Por eso vemos cómo invita a su palacio presidencial al representante de los derechos humanos de la ONU para “ponderar sobre la importancia de respetar los postulados vigentes referidos a esos derechos” que se le vulneran en Venezuela a miles de ciudadanos que somos blancos de las persecuciones más atroces del régimen madurista.

Maduro sigue con su pan y su circo en México, dialogando a su manera, es decir, se sienta cuando a él le viene en gana, pide lo que se le antoja, muchas veces lo complacen, pero eso sí, él no cede absolutamente nada. Así tenemos que mientras el gobierno de España revalida relaciones diplomáticas con la dictadura venezolana, mantiene en prisión a ciudadanos españoles, tal como es el caso de la señora María Auxiliadora Delgado, cuya progenitora ruega por su inmediata libertad que evite que su hija muera en la cárcel madurista en Venezuela.

@Alcaldeledezma


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