Foto Europa Press

En anterior artículo (https://www.elnacional.com/opinion/israel-breve-nocion-de-un-conflicto/) me referí a los orígenes del Estado de Israel y los motivos que llevaron a su fundación, haciendo una muy corta referencia a los antecedentes históricos sucedidos a lo largo de los siglos en el Medio Oriente y, particularmente, en Palestina.

Debido a los conflictos generados bajo el dominio británico y a la presión de grupos afines a los intereses y deseos de árabes y de judíos, en 1947 las Naciones Unidas habían aprobado la Resolución 181, que ponía fin al Mandato Británico en Palestina y resolvía la división del territorio en dos Estados: uno árabe y otro judío; y el 14 de mayo de 1948, David Ben Gurion había pronunciado la Declaración de Independencia del Estado de Israel.

Ese mismo día 14 de mayo, el libanés Ahmed Shubeiri llamaba a la invasión militar de Israel para “eliminar el Estado hebreo” recién establecido, mientras que la Liga Árabe rechazaba el Plan de partición de Palestina; y al día siguiente, el 15 de mayo, la Universidad Islámica de El Cairo, proclamaba la guerra santa, estableciendo la obligación religiosa de los musulmanes de luchar contra los judíos. De esta manera, se rechazaba la partición de Palestina y se llamaba a la guerra santa contra Israel, al que se consideraba un producto del sionismo, un movimiento político nacionalista que gestionaba el establecimiento de un Estado para el pueblo judío en Palestina, la región que comprende los territorios que en la actualidad forman parte del Estado de Israel, así como partes de los territorios palestinos de Cisjordania y la Franja de Gaza, y partes de Jordania.

Desde entonces, comenzó la primera de la serie de guerras que hasta nuestros días ha sufrido Israel en ese reiterado intento de los países árabes por lograr su desaparición -y hasta el exterminio de su población- y que mantiene la actual conflagración bélica.

Numerosos esfuerzos se han hecho a nivel internacional para alcanzar la paz entre judíos y palestinos. El encuentro de Camp David, en Estados Unidos, entre Menahem Begin y Anwar Sadat, presidentes de Israel y Egipto respectivamente, gracias a la mediación del presidente Jimmy Carter, constituyó un hito importante pues Israel abandonó el territorio del Sinaí y, por su parte, Egipto le dio su reconocimiento como Estado.

Otro intento por impulsar la pacificación en el Oriente Medio se produjo a través de la Conferencia de Paz de Madrid, celebrada en 1991, a la que asistieron, además de Israel y Palestina, delegaciones de Egipto, Siria, Líbano y Jordania, con presencia de la Comunidad Económica Europea.

Durante los años 1993 y 1995 se llevaron a cabo importantes negociaciones en Noruega, entre el primer ministro israelí, Yitzhak Rabin y el líder de la Organización de Liberación de Palestina, Yasser Arafat, conocidos como los Acuerdos de Oslo, del que surgieron los pactos para impulsar una solución pacífica entre israelíes y palestinos, entre otros, como un autogobierno conocido como Autoridad Palestina y la retirada progresiva de las fuerzas armadas de Israel y otras medidas de prevención del terrorismo. Sin embargo, la realidad resultó distinta porque Rabin resultó asesinado en 1996 por un extremista judío y le sucedió Benjamin Netanyahu, quien se había manifestado en contra de los acuerdos alcanzados por Rabin. Suspendió lo pactado en Oslo, lo que provocó tensiones entre ambas naciones y el permanente enfrentamiento entre israelíes y palestinos que se mantiene activo.

Paralelamente a las múltiples gestiones en búsqueda de la paz, han nacido grupos terroristas como Hamás en la década de 1980, con el objetivo declarado de liberar Palestina y establecer un Estado islámico en la región. Hamás ha sido responsable de numerosos ataques contra Israel, incluidos atentados suicidas, lanzamiento de cohetes y otros actos violentos, lo que ha llevado a muchos países, incluidos Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea e Israel, a designar a Hamás como una organización terrorista.

El último ataque provocado por Hamás fue el llevado a cabo el 7 de octubre, cuando sus huestes atacaron por sorpresa el territorio de Israel y mataron a más de 1.400 personas en sus casas, en un festival de música y en las calles. En represalia, el gobierno israelí prometió destruir a Hamás, que controla la Franja de Gaza, desencadenando una devastadora andanada de ataques aéreos contra Gaza, donde ya han muerto más de 8.000 personas, según el Ministerio de Salud de Gaza, que es administrado por Hamás.

Como se observa, la situación es compleja cuando, en el lado palestino, Hamás tiene como su objetivo la destrucción de Israel y su desaparición como Estado; y, por el otro, la decidida voluntad de Israel de defender los derechos que ha alcanzado y acabar militarmente con la que considera la principal organización terrorista del Oriente Medio.


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