El licenciado Fredy Rincón Noriega recientemente me hizo llegar una interesante trilogía de artículos publicados por el profesor Rafael Quiroz Serrano en El Nacional. En ellos, aparte de exhibir sin pudor un excelente conocimiento político estratégico del tema petrolero, el Economista nos dicta en su artículo una cátedra instructiva del pensamiento nacionalista. El futuro del país en función de nuestras decisiones, y una valoración geopolítica de la importancia de la circunscripción geográfica de nuestras reservas naturales energéticas. No tengo el honor de conocer por ninguna vía al profesor Rafael Quiroz. A Fredy y a su hermano Marcelino sí. ¡Les cuento!

El coronel Marcelino Rincón Noriega fue el jefe del Estado Mayor de la primera división del ejército asentada en el estado Zulia justo en los momentos cruciales de la antiépica del cobarde Chávez Frías. Marcelino se comportó como un militar honesto y patriota bien formado. Héroe anónimo que a pesar de su gran sentido nacionalista fue relegado al olvido por oponerse a la conspiración antidemocrática de la cual aún sufrimos las consecuencias.

Más de 30 años han pasado desde la felonía en contra de la Constitución Nacional. Infamia conspiratoria conformada por notables civiles arrogantes y uniformados con falso honor y patética moral. Payasos que aún sobreviven en su  borrachera, gracias a la piñata de dólares que circunstancialmente administró Hugo Rafael. Su codicia fue evidente, su ambición también. Su verdadera imagen: Payasos antipatriotas uniformados, bellacos sin galantería, sin honor y sinvergüenza, exhiben con indecencia las mismas “Chapitas” de adorno, con la cual Betancourt bautizó al dictador Trujillo.

País portátil. Relato de un caudillismo reeditado con sorna y desvergüenza. Manual escrito por Adriano Gonzalez León, pleno de tanta singularidad como para que su  manuscrito original sea resguardado en la sección de «Libros raros y manuscritos» de la Biblioteca Nacional de Venezuela.

País portátil, tanta imaginación hecha verdad. Una nación inconclusa, incierta, sin personalidad, sin ciudadanos que la describan y entiendan. Geografía sin delimitar intereses comunes. Destino incierto, con vigencia cierta. Final de un camino cruel, triste y amargo. Una Venezuela sin dolientes, sin hijos, sin ciudadanos, sin futuro, sin nada. Nación en caos. Montoneras, guerras, constituciones, caudillos ansiando un mesías salvador.

Épica mesiánica que se repite y queda inconclusa, que a su paso deja un país en ruinas, un círculo vicioso de poder que se alterna y se apoya en ideales de izquierda o de derecha. Un común denominador los une; corrupción, ansias de poder, inocencia perniciosa, arrogancia. Estéril modernismo ofrecido por quienes sin valores, sin cultura, sin estudios, sin razón y sin nacionalismo. Destruyeron no solo su patria, también la nacionalidad.

País portátil. República fragmentada entre la riqueza y la ignorancia, entre la ambición y la avaricia, entre el despelote y sus consecuencias, entre la virtud del “golillerismo” ciudadano y la esperanza rota de nuestras nuevas generaciones.

País portátil. Mezcla de riqueza fácil y pobreza extrema, amalgama de risas y tristezas, amor y odio entrelazados entre la misma tierra y entre la misma gente.

Venezuela en un negocio de maletín. Una suerte de manantial de riquezas malqueridas sin fondo y sin retorno. Un país similar a una maleta portátil. Sí, como las tantas que se llevaron los extranjeros en quienes confiamos para hacer grande nuestra patria, como la que se llevaron los venezolanos sin principios y sin valores morales, como la que acompaña día a día a militares sin honor y hasta sin patria. Triste historia narrada en una novela cuyo autor en la melancólica sabiduría de la vigencia de su obra, soñaba que su imaginación había sido un sueño. No esa pesadilla real que sufrimos.

Humillado debe sentirse Adriano, al ver el final de su drama hecho realidad.

@CarluchoOJEDAart


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