Mutatis mutandis es una expresión latina común entre abogados que significa, “con las variaciones necesarias” o “en consideración de las respectivas diferencias”. Se usa para comparar dos o más situaciones. Mutatis mutandis, la agonía que sufren los líderes de los partidos tradicionales en Colombia, con la amenaza de Gustavo Petro, es la misma que sufrieron los líderes de los partidos políticos venezolanos con la amenaza de Chávez. Con la misma desesperación que acuden a Fico Gutiérrez como salvavidas, en Venezuela el frustrado salvavidas se llamó Salas Romer.

Mutatis mutandis el populismo de Álvaro Uribe, de Juan Manuel Santos e Iván Duque ha sido como el de Carlos Andrés Pérez, Rafael Caldera, Alan García, Belaunde Terry, Henrique Cardoso, Alejandro Toledo, Carlos Menem, Jorge Quiroga, Sánchez de Lozada, Janine Añez, Abdalá Bucaram, Lucio Gutiérrez, Violeta Chamorro y Arnoldo Alemán.

Mutatis mutandis, así como Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera en Venezuela tienen la paternidad de Hugo Chávez, otros populistas procrearon a Alberto Fujimori, Evo Morales, Cristina Kirchner, Rafael Correa, Daniel Ortega, Carlos Castillo, Lula y Bolsonaro. A Alberto Fujimori lo gestaron sus antecesores Belaunde Terry del partido Acción Popular y Alan García del APRA. Sus sucesores, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y otros 4 presidentes en menos de 10 años gestaron a Pedro Castillo, hoy presidente de Perú. De la Rúa, Carlos Menem y Alfonsín concibieron a Néstor y Cristina Kitchner.

Gabriel Boric, quien acaba de nacer en Chile, es hijo del menage a trois entre Ricardo Lagos, Sebastián Piñera y Michelle Bachelet. El presidente Gustavo Petro está a punto de nacer en Colombia, resultado de otro menage a trois entre Juan Manuel Santos, Álvaro Uribe e Iván Duque. Curiosamente, estos padrotes se llaman a sí mismos líderes de la “democracia representativa” en América Latina. ¿Democracia? Todos gobernaron a diferentes países del subcontinente, pero sólo representaron a una porción de la población que votaba cada cierto número de años y a eso lo llamaban y persisten en llamar, “democracia”. Como es común en América Latina, todos niegan la paternidad de sus hijos bastardos y se regodean atribuyéndole el origen y la culpa al “socialismo”, simbolizado por dos países miserablemente gobernados y de los más empobrecidos del continente: Cuba y Venezuela.

¿Democracia?

En el último Índice Anual de Democracia la prestigiosa revista británica The Economist, señala a Uruguay y a Costa Rica como las únicas naciones de América Latina con una «democracia plena». Moisés Naím en su reciente libro La revancha de los poderosos acude a un eufemismo para describir a estos que nosotros llamamos bastardos políticos, como “fuerzas centrípetas” que amenazan a las “democracias” de América Latina. No explica que estas “fuerzas centrípetas” portan en sus cromosomas parecidas deficiencia “democráticas” heredada de todos estos padrotes, “padres de la democracia” en el subcontinente. Naín lo debería saber porque estuvo en el vientre de una de estas bestias. Rafael Arráiz Lucca, en su libro La democracia en Venezuela: Un proyecto inconcluso nos advierte que, después de embates, reducciones y violaciones, la democracia como proyecto nacional sigue presente en los anhelos de una población que aspira a su conquista definitiva.

Todos aquellos que en sus respectivos países promovieron o respaldaron a estos bastardos, tenían razones para hacerlo, como la tienen hoy en Colombia los que ven en Petro la misma esperanza, independientemente de cómo termine. La contrapropuesta de los padrotes es más de lo mismo, una democracia a la medida de sus intereses, no importa que hieda. Cuando hicieron su aparición Chávez, Evo Morales, Kitchner, Correa y Lula ya las “democracias” olían mal. En Colombia la “democracia” apesta desde hace tiempo, pero recientemente el olor es insoportable, gracias a Santos, Uribe y Duque, lo cual explica la repotenciación de Petro. Por eso el respaldo que provocó Chávez en Venezuela de todos los sectores fue absolutamente legítimo. Este respaldo ahora nos avergüenza, con muchas razones también. ¿Quién pudo imaginar que ese gigantesco capital político que recibió Hugo Chávez del pueblo venezolano, sin precedentes en el continente, lo derrochara en la forma tan bellaca? ¿Cómo imaginar que en el alma de este infeliz “soldado de la Patria” se hospedaba ese retorcido e irreprimible complejo de querer ser multimillonario en el menor tiempo posible sin que descubrieran que era un simple y ladino ladrón?

En un estudio hecho por los investigadores Guillem Rico, Mark Guinjoan y Eva Anduiza de la Universidad de Barcelona, España, concluyen que la ira es la emoción clave del populismo, no es el miedo. La ira es la principal conexión emocional de aquellos eventos percibidos como frustrantes, injustos y externamente provocados. Estos padrotes que se llamaban “demócratas” porque permitían el voto cada cierto tiempo, no terminan de entender que este nuevo populismo agresivo de ultraderecha y de izquierda lo inocularon ellos. No comprenden o no quieren comprender que no es obra de la casualidad que este fenómeno “bastardo” se repite en todo el continente y que el bodrio ese de que todo es obra del “comunismo” no es más que una idea gaseosa, que si fuera cierta, ellos serían también los responsables.

La ira y la ignorancia han creado una fuerza política de nuevo cuño que se inició en Venezuela con Chávez y se refleja, mutatis mutandis, en Ecuador, Bolivia, Brasil, Perú, Argentina, Chile y ahora en Colombia. A falta de una alternativa menos mala que la de estos padrotes, millones de latinoamericanos han encontrado en esta vieja izquierda algunas buenas ideas. Esto, por supuesto, no es edificante, pero habla horrores del legado y la encrucijada que nos dejaron estos padrotes. De ellos, el más emblemático que queda por entrar al basurero de la historia, es Álvaro Uribe.

Gustavo Petro en Colombia, por cálculo o por convicción, ha tratado de unir tras de sí a sectores progresistas con algunas de estas viejas ideas. El Fico por su parte, a falta de ellas proclama que su “ideología es el sentido común”, lo cual demuestra de lo que también carece. La ira y la ignorancia corren por el tejido social en diferentes formas. El escritor Isaac Asimov lo explicaba. “Un aspecto triste de la vida contemporánea es que la ciencia acumula conocimientos mucho más rápido que el tiempo que la sociedad tiene para educarse”.

Todo esto hace que compartamos una de las conclusiones del Center for Strategic & International Studies de Londres en un análisis reciente sobre América Latina: “Hay numerosas razones para ser pesimista sobre la trayectoria de la región en los próximos años y la capacidad de Estados Unidos y de la Unión Europea para revertir esta situación”.

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