I

Un pacto con el diablo o pacto fáustico es un referente cultural ampliamente extendido de la civilización occidental.

Según las creencias tradicionales cristianas sobre la brujería, el pacto quedaría establecido entre una persona y Satanás o cualquier otro demonio (o demonios). Con el pacto, la persona ofrecería su alma a cambio de favores poderosos. Estos favores varían según el relato, pero suelen incluir, invariablemente, uno de estos cinco elementos: la eterna juventud, el conocimiento, las riquezas, el amor o el poder.

El pacto fáustico, era (es) una herejía, hecho que por allá por el año 1184 originó la inquisición medieval en la zona de Languedoc, sur de Francia, para combatir la de los cátaros o albigenses. En tal contexto, la herejía es una idea o conjunto de ideas religiosas contrarias a los dogmas de una doctrina religiosa que son rechazadas por las autoridades eclesiásticas, especialmente por la Iglesia Católica. La herejía de los cátaros consistió en su rechazo a los principios cristianos de la redención del hombre por el advenimiento de Cristo a la tierra y su rechazo a los sacramentos. Para los cátaros, el cuerpo de Cristo había sido creado por el mismo demonio.

Más aun, el pacto con el diablo fue un argumento recurrente en las persecuciones inquisitoriales. Allí y a modo de ejemplo tenemos el «Malleus Maleficarum» (Martillo de brujas), tratado sobre la brujería escrito por los monjes dominicos Heinrich Kramer y Jacob Sprenger y publicado en Estrasburgo en 1487 (la imprenta se inventó hacia 1450). Tras su primera publicación, fue reeditado docenas de veces, se difundió por Europa y tuvo un profundo impacto en los juicios contra las brujas en el continente durante 200 años aproximadamente. Esta obra es notoria por su uso en el período de la histeria por la caza de brujas, que alcanzó su máxima expresión desde mediados del siglo XVI (1500) hasta mediados del XVII (1600).

Posteriormente y en la Edad Moderna, con la unión de los reinos de Aragón y de Castilla, se extendió con el nombre de Inquisición española (1478-1834), bajo auspicio de la monarquía hispánica, cuyo ámbito de acción se extendió después a los territorios conquistados en lo que se denominaría América. También existieron la Inquisición portuguesa (1536-1821) y la Inquisición romana (1542-1965).

El pacto con el diablo o demonios, puede ser oral o escrito. El oral se realiza mediante invocaciones, conjuros o rituales: una vez que el practicante de magia o hechicero cree que el demonio está presente, le pide el favor que sea y ofrece su alma o la del solicitante a cambio; de esta manera, no quedarán pruebas de lo sucedido. Sin embargo, en los juicios por brujería de la inquisición siempre aparecían evidencias como la «marca diabólica», una señal indeleble causada por el toque del diablo al cerrar el pacto. Esta marca (que podía ser desde una peca, un lunar o hasta una cicatriz) constituía “prueba suficiente” de que el pacto diabólico se había consumado.

El pacto escrito, por otro lado, convoca al demonio de la misma manera pero incluye un contrato firmado con la sangre del mago o hechicero o de la víctima sacrifical. Los inquisidores elaboraron sofisticados contratos falsos para acusar a sus víctimas, aunque en último término afirmaban que bastaba con haber incluido el propio nombre en un cierto “Libro Rojo”.

II

Ahora bien, paralelo al pacto con el diablo que implica entregar el alma, corre el tema de las posesiones demoniacas. Según Julio Caro Baroja (1914-1995), «Los signos exteriores de la posesión son casi siempre los mismos: la individualidad se desvanece y surge una distinta, la individualidad demoníaca, que dura más o menos tiempo, a modo de un ataque». Caro Baroja fue un antropólogo, historiador, lingüista, folklorista y ensayista español.

También, el padre capuchino Cipriano de Meo (1924-2020) afirmaba que los poseídos «tienen la cabeza controlada por los demonios». El padre Cipriano de Meo vivió en San Severo (Provincia de Foggia, Italia) y fue, además de consumado exorcista, superior de varias casas religiosas de su Orden.

Llegados a este punto, el caso es que, parece ser, hay dos mejores propuestas que pactar con el diablo que, como cosa segura, solo genera herejes amén de algunos serios problemas teológicos. Una primera propuesta, de carácter moral, es cumplir con lo expresamente establecido en la ley, es decir y en la temática que nos ocupa, con los dogmas y preceptos religiosos de la iglesia: no hay necesidad de pactar con el diablo si el potencial pactante se sujeta totalmente a la ley, la cumple y vive una vida de virtud. La segunda mejor forma tiene que ver con los poseídos por el demonio y consiste en exorcizarlos.

III

José Antonio Fortea Cucurull (nacido en 1968), más conocido como padre Fortea, es un sacerdote católico y teólogo español especializado en demonología. La demonología es la rama de la teología que se encarga de estudiar a los demonios y sus relaciones, haciendo alusiones a sus orígenes y su naturaleza. El padre Fortea todavía vive y es doctor en Teología por el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum de Roma. ​Se ha especializado en temas referentes a ángeles, demonios, posesión diabólica y exorcismo.

La obra más conocida de Fortea es «Summa dæmoniaca» (Summa). Este libro es un tratado de demonología y un manual de exorcistas.

Esta práctica  de expulsar a los demonios de un cuerpo, al menos en el cristianismo, se remonta a los relatos bíblicos en los que Jesús de Nazaret expulsó a los demonios y exhortó a sus apóstoles a «echarlos» (Mateo.10:8; Lucas 10:17-20). De modo que, sea usted o no creyente, al menos según el docto y justo de Jesús y según lo recoge la biblia, uno bien podría inferir y afirmar que «con los demonios no se pacta». En palabras más filosóficas: “Con el mal no puede haber pacto posible”.

En la Cuestión 31 de la Summa, aquella titulada “¿Es posible hacer un pacto con el demonio?”, Fortea explica que «la gente suele pensar que los pactos con el demonio solo existen en la literatura. Están equivocados» y añade «Hay personas que conscientemente, contra toda advertencia, pactan con el diablo y le entregan el alma con tal de conseguir algo en esta vida».

Fortea advierte sin embargo, más allá que el diablo cumpla o incumpla su parte del pacto, que «el gran poder del pacto con el demonio es hacer pensar a la persona que, haga lo que haga, está condenada».

Al menos, en el contexto cultural del que estamos hablando y desde la perspectiva de Fortea, ese es el problema de los pactos con el diablo o los pactos con el mal: no hay garantías y las personas que se obligan se condenan, hagan lo que hagan.

IV

Los dos párrafos entre comillas que siguen están en palabras de Alberto Ortiz («Fórmulas pactantes. El contrato con el diablo según la tradición literario-demonológica«, eHumanista 26 (2014): 71-86):

“La contravención (incumplimiento) que desemboca en el engaño e incompatibilidad del acuerdo tiene doble fondo explicativo: primero, un contrato entre seres separados por extremas diferencias ontológicas no puede operar en igualdad, su aproximación frente a frente, su amistad y compañía en la historia contada no es otra cosa que una apariencia que pronto se desvanecerá y con ella todos los acuerdos y pactos de solidaridad ficticia”.

“y segundo, al menos uno de los pactantes siempre está simulando cumplir con el acuerdo, por lo general el diablo o demonio que interviene sin permiso en la vida humana, pero no es extraño que en el fondo el propio hombre esté esperando la oportunidad para zafarse del contrato, y se guarde un último recurso salvífico para rehuir el compromiso, por lo general el auxilio de una entidad divina, de acuerdo a la literatura ejemplar de cuño medieval-renacentista y conforme a la lección moral que tal pasaje literario carga en la tradición religiosa occidental, es decir el personaje que amista con el diablo debe retractarse para salvar su don más preciado: el alma”.

Alberto Ortiz es un académico, investigador y editor mexicano. Profesor de Educación Primaria, licenciado en Educación, licenciado en Letras, maestro en Estudios Novohispanos y doctor en Historia. Es profesor-investigador del Doctorado en Estudios Novohispanos y la Licenciatura en Letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Sus líneas de investigación incluyen propuestas teóricas para analizar la figura del mal en las obras literarias.

V

Para escribir el presente artículo me apoyé en la bibliografía expresamente citada y en Wikipedia, la enciclopedia libre, políglota y editada de manera colaborativa.

 


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