régimen de Maduro

“Cuanto más lo examino, más cosas veo, y cuanto más veo, más miedo tengo. ¡Y todavía no sé qué es lo que no veo, qué es lo que no me da miedo!” Henry James. Otra vuelta de tuerca.

Aprieta el régimen. Va por más, impulsado por su vocación totalitaria. Prepara otro golpe más fuerte contra la libertad de expresión. Ya lo asomó su ministro de Comunicación, Freddy Náñez, al declarar recientemente que estaba en trámite una reforma de la Ley Resorte, a fin de regular las redes sociales. Aunque intentó justificar tal decisión, con la afirmación de que los ciudadanos necesitan recibir información veraz de Nicolás Maduro por las plataformas digitales, en el fondo hay otro propósito que trasciende ese pretexto.

Esa regulación apuntaría, en esencia, a profundizar la censura y la represión. Por un lado, para implantar un cepo al contenido de ciertos mensajes que se transmiten por esos espacios digitales, de modo muy especial a los relacionados con las múltiples caras de la grave crisis del país que se han empeñado en ocultar los usurpadores del poder por distintos medios y a cualquier costo. Y, por otra parte, para estigmatizar, como instigaciones al odio, aquellas manifestaciones que sean consideradas como una amenaza o un peligro a los reales intereses de la revolución.

Una actualización de la mencionada ley que potenciaría la hegemonía comunicacional que implantó el chavismo desde hace varios años, con la mordaza, arbitrarios cierres e indebidas apropiaciones contra periódicos, canales de TV y varios medios electrónicos. Además, en estas duras circunstancias en las que ahora vivimos, contará con el refuerzo de ese horrendo instrumento promotor del terror y de persecución de la disidencia política, representado en la Ley contra el Odio aprobada por la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente.

Confeccionar un menú de asuntos a vetar no sería realmente una tarea difícil para el régimen. Le bastaría hacer una lista de las tantas situaciones de gravedad de la vida nacional, en las que aparece comprometida su responsabilidad por la vía de la actuación de una u otra de sus figuras prominentes en el ejercicio de cargos gubernamentales. En esa selección entrarían casos, por ejemplo, como el relato que se hace en el escrito “Fiesta mortal”, con el fiscal Saab como uno de sus protagonistas, que motivó la furia oficial y el breve encarcelamiento de la escritora Milagros Mata Gil y del poeta Juan Manuel Muñoz.

No sabemos cuántas vueltas de tuerca adicionales nos tendrá reservado el régimen de Maduro en materia comunicacional. Lo que sí podemos decir, por los momentos, es que la anunciada regulación de las redes sociales se traducirá en una disminución muy importante tanto de nuestras ya mermadas libertades como del disfrute de nuestros derechos políticos.

Ello nos obliga, por supuesto, a buscar los resquicios y los mecanismos alternativos y necesarios por donde pueda fluir nuestro pensamiento libre para perseverar en la lucha por el país al cual aspira la gran mayoría de los venezolanos. Tengamos presente, como leemos en El olvido que seremos, escrito por Héctor Abad Faciolince, que: “…las libertades de pensamiento y de expresión son un ‘derecho duramente conquistado a través de la historia por millares de seres humanos, derecho que debemos conservar. La historia demuestra que la conservación de este derecho requiere esfuerzos constantes, ocasionales, luchas y aun, a veces, sacrificios personales. A todo esto hemos estado dispuestos y seguiremos dispuestos en el futuro’…”

@eleazarnarvaez

 

 


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