Cuando todos creíamos que Chile y Colombia eran los mejores destinos para migrar, porque aquí todo está muy mal, nos conseguimos que el alboroto de la izquierda y los reclamos de la gente que siente pisoteados sus derechos son cada vez más violentos.

Chile y Colombia pasaron de ser lugares apetecidos para recalar a sitios donde la incertidumbre está a la orden del día. Un poco quizás como Argentina, donde Alberto Fernández es una incógnita, sobre todo por lo que representa su tormenta relación con Cristina Fernández de Kirchner, su compañera de fórmula, de la que no se sabe hasta qué punto será la que dirigirá tras bastidores.

Menos mal que Bolivia nunca estuvo en la mira de los migrantes, porque allí no pinta mejor. Decenas de muertos confirman que la crisis boliviana está lejos de una solución. Evo Morales, el renunciante, tampoco se quedará tranquilo porque se le ha dificultado volver al poder, y no extrañe que mueva sus tentáculos para que sus adeptos protesten y armen zaperocos.

Ecuador y Perú tampoco están mejor. Ambos países tienen sus democracias colgadas en ganchos de ropa, frágiles, que se caen con cualquier brisita. Y Brasil, ya sabemos que con Bolsonaro siempre es factible que pase lo imposible.

El panorama es totalmente distinto al de seis meses atrás. Y lo peor es que no parece que vaya a mejorar sino muy al contrario.

Por ello el problema migratorio lejos de solucionarse se va a agudizar. ¿O se regresarán los millones que se fueron? ¿Pasa eso por la mente de los que agarraron sus cosas y arrancaron en busca de mejores horizontes?

Nada indica que los ciudadanos de estas naciones escarmienten con lo sucedido aquí. Nosotros no lo hicimos cuando nos decían que seríamos como Cuba. Su camino hacia la izquierda, el desastre inminente, parece que no va a detenerse. Ellos reclaman una sociedad más justa y buscan ansiosos una respuesta de los que les gobiernan. Si no la obtienen voltearán la cabeza y mirarán a los que les den una esperanza. Allí entrarán los engañadores de oficio.

No espera un futuro muy halagüeño para los venezolanos que se fueron. Por lo menos yo no lo creo así. Tampoco será muy bueno para los que nos quedamos porque siempre se puede ir a peor. Tocará reinventarse y tratar de superarnos a nosotros mismos. Es el reto que nos toca.


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