Cuando a principios de 2019 dio inicio el gobierno interino con la juramentación de Juan Guaidó como presidente (E) este columnista abrazó la esperanza de que en algún tiempo (ni poco ni tampoco mucho) el rumbo de nuestra patria se enderezaría retornando la vigencia de la democracia. Para muchos la esperanza también se centraba en la recuperación de niveles de vida dignos, con garantía de alimentación, salud, seguridad y educación que -a la postre y siendo realistas- representa una prioridad inaplazable. El Estatuto de la Transición con sus mantras de “a) cese de la usurpación, b) gobierno de transición c) elecciones libres” lucía como un camino transitable y en él pusimos toda nuestra esperanza y energía.

Hoy, después de tres años de “gobierno interino” constatamos que ninguno de los tres objetivos ha sido alcanzado y -peor aún- todos ellos lucen más lejanos que antes no solo como consecuencia del afianzamiento de la dictadura sino por las tensiones internas y errores que vienen dinamitando la acción de la “oposición” dentro de la cual las facciones operan con tal grado de fiereza entre sí que contribuyen decididamente a afianzar la gobernabilidad de los que despachan en Miraflores.

Grupos de alta calificación profesional y solvencia moral, tanto en Venezuela como en el exterior, en algunos de los cuales militamos, han ofrecido distintos tipos de colaboración sin jamás haber tenido alguna respuesta. En el plano personal la opinión de este servidor fue requerida en algunas oportunidades en la materia internacional siendo que a la postre hicieron todo lo contrario a lo aconsejado. En lo colectivo ofrecimos repetidas iniciativas y proyectos en la etapa inicial cuando se armaba el Plan País y otras veces. Nunca una respuesta. Lo mismo pasó con otros expertos en materia petrolera como también lo fue con un proyecto de Ley del Servicio Exterior elaborado por connotados especialistas que no pudo siquiera ser presentado ante nadie porque se nos dijo que “no había interés por el momento”; igual con una oferta de capacitación -gratuita naturalmente- para los que habían sido designados en el Servicio Exterior del interinato, la cual no tuvo siquiera respuesta; propuestas de organización de la diáspora para presionar por el derecho al voto de quienes están en el exterior (que son más numerosos que la mayor circunscripción electoral del país  que es Zulia), etc.

Todo lo anterior viene a cuenta apenas como una muestra del secuestro del cual fue víctima la esperanza de 2019, regada con bastante sangre por cierto mientras se dilapidaba el capital político alcanzado por Guaidó & Cía en el plano interno y en las superexitosas giras internacionales que culminaron con el aplauso y homenaje de pie por los congresistas en pleno de ambas Cámaras del Congreso de Estados Unidos.

En estos días la prensa anuncia que un juzgado federal en Washington D.C. ha autorizado a Conoco/Philips, ganador del megaarbitraje internacional contra Venezuela por la expropiación confiscatoria de sus activos, para ejecutar lo decidido en tal laudo. Ello, de llevarse a cabo, significará la pérdida final e irremediable de Citgo, igual como seguirá el mismo camino con el proceso de Cristalex y otros. Todo sigue dependiendo de que el gobierno estadounidense continúe teniendo ganas de mantener el reconocimiento a Guaidó y las sanciones y suspensiones que momentáneamente -renovables cada seis meses- nos protegen de esas sentencias mortales.

Sabemos y aceptamos que los litigios se pueden ganar o perder. Lo que no podemos aceptar -y nos sumamos a las denuncias- es que en ese milmillonario caso de Conoco/Philips Venezuela haya sido condenada por no haber comparecido al juicio y que ello haya sido por causa de que la Asamblea Nacional Legítima (2015) no haya aprobado los recursos económicos para pagar a los abogados que estaban representando a Venezuela. Y la razón para eso no fue la falta de recursos sino la lucha interna de facciones dentro de la Asamblea encabezadas -sí lo digo- por Primero Justicia quien en su estrategia política ha tomado el camino de obstaculizar la gestión del gobierno interino, ayudada más tarde por otros que -también lo digo- se han sumado a esa línea (AD, UNT, fracción de VP).

Esos son los mismos que en su momento, según denuncia pública y ante la Fiscalía colombiana, interpuso el entonces embajador Calderón Berti acerca de la interferencia política en el manejo de la empresa Monómeros ubicada en Barranquilla. Los nombres de quienes extraoficialmente estaban asomadamente presentes en las reuniones de la Junta Directiva y los de quienes llamaban por teléfono para exigir decisiones gerenciales a favor de sus “amigos” han sido suficientemente revelados ya.

Hoy vemos en un prestigioso programa de televisión de Estados Unidos conducido por César Miguel Rondón la comparecencia del actual procurador especial, profesor Enrique Sánchez Falcón, hombre de bien ganado y sólido prestigio profesional y moral, quien en términos claros y raspados expresa las múltiples y fallidas gestiones, explicaciones, requerimientos, etc., formuladas por él  a la Asamblea para que asignen los recursos para los abogados que nos representan en el caso Conoco/Philips y expresa con sobrada decepción los obstáculos que ha opuesto Primero Justicia y “algunos otros” para lograrlo. “Si no hay leal no hay lopa”, decía el chinito de la tintorería a quienes le pedían fiado.

Igual información  consta directamente a este columnista y obra además en un libro publicado por el anterior procurador José Ignacio Hernández (exalumno y siempre buen amigo) de cuya competencia y honorabilidad damos fe, quien desde 2019 en adelante hizo los mismos requerimientos de honorarios para pagar a nuestros abogados representantes (Curtis, Mallet-Prevost, Colt & Mosle) de Nueva York no solo sin resultado sino sujeto a una campaña de descalificación por parte de los mismos en quienes los venezolanos amantes de la democracia pusimos nuestras esperanzas. Para más abundamiento reposa en nuestras manos copia del informe que el Dr. Hernández presentó ante la Asamblea. Además –a título personal- confieso que le creo a él y a Sánchez Falcón y no le creo nada a quienes después de tanta crítica vinieron a hacer lo mismo que hacían los “próceres” de la cuarta república tan denostada.

Por todo ello, y para no abusar del espacio de prensa ni de la paciencia del lector, termino diciendo que a partir de hoy me declaro “opositor de la oposición” pero siempre dispuesto a rectificar, pero solo después de haber visto, como lo tuvo que hacer el apóstol Tomás al dudar de las heridas causadas a Nuestro Señor Jesucristo colgado en la cruz.

@apsalgueiro1

 


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