La verdadera oposición venezolana parecía imposible de juntarse en torno a elementos comunes de lucha contra la tiranía canalla. Todavía hay quien piensa que esa unidad no existe de veras, dada la generación y difusión  constante de textos donde los opuestos reales lucen confrontados, como es el caso controvertido de la desdichada consulta que se inventó Juan Guaidó, siguiéndole la turbia corriente a sus asesores dislocados, así como al exministro Colmenares Finol y su bien intencionado grupo. Hay quienes elaboran la idea de irreconciliables posiciones fijas. No se pasean por los grandes adelantos unitarios. Podrán lucir artificiales; no programados ni acordados a través de un pacto sellado y firmado con tinta sangre. Pero se produce, sin lugar a dudas, una unidad de hecho entre dispares, como ocurre con esas parejas que conviven sin casarse, y hasta son felices.

La unidad, impensable para algunos, gira sobre dos temas principales: contrariar las elecciones fraudulentas programadas por los criminales para diciembre, así como adversar abiertamente la Ley Antibloqueo, írritamente aprobada por la, llamada por aquellos, asamblea nacional constituyente. Hay amalgama y debería ser aprovechada por los máximos dirigentes para sacarle el mayor provecho público posible, enunciando juntos, sin rodeos, la unión franca, bloqueadora, ante semejantes aberraciones político-jurídicas.

Henrique Capriles si es verdad que no encaja; no pega ni con cola, ni siquiera en este escrito, porque anda dando tumbos para terminar de unirse al régimen despótico, pero aparentando que no es así. Haciendo ver que existe una «tercera vía», un tercer camino diría él, en su extravío; tercer camino que, para él, es él, ahora (¿Y los suyos? ¿Hay suyos?). Desconcertado, bamboleante, apoyó las elecciones decembrinas, queriendo aparentar que junto al otro trompo bailador, como «luce» Stalin González, contribuyeron a liberar una selecta camada de presos políticos. Luego todos nos percatamos de que esa liberación fue producto del informe, que ya estaba listo, aunque no divulgado, de la extraordinaria misión demoledora de la Organización de Naciones Unidas. Ahora Capriles anda pidiendo a gritos destemplados que se produzca un «desbloqueo» sin ley; que los empresarios soliciten la reducción o eliminación de sanciones. ¡Habráse visto! Dirían los viejos.

Pero, finalmente, los opositores más conspicuos a la tiranía, tal vez sin percatarnos efectivamente (insisto en que hay que marcarlo públicamente entre todos) han trazado una verdadera y valedera unidad opositora, motivados por esos dos asuntos fundamentales. Basta ver la cantidad de quienes nos hemos pronunciado para enfrentar ambas elaboraciones del despotismo. Hasta la celeste Conferencia Episcopal Venezolana reculó, después del más grande desliz por ella cometido en todo este enfrentamiento de la crueldad sanguinaria de Nicolás Maduro y de su padre putativo. La Conferencia ahora le da la espalda abiertamente a las elecciones y pronto reabrirán los templos, buen momento y lugar para lucirse, recordando al monseñor Arias Blanco de 1957.

La unidad se va gestando. Trabajemos afamados desde lo que nos hermana, para que la posición de la oposición se convierta en útil y vigorosa molienda, no solo contra las elecciones enclenques y el antibloqueo ficticio, sino por la conquista de la escurridiza libertad y la reinstitucionalización, el reordenamiento del país. Hay que ser bien optimistas con el porvenir inmediato.


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