La decisión del G4+ de concurrir al proceso electoral del 21N fue correcta, aunque tardía, y lo es porque se corresponde con algunos cambios producidos en la situación política: el agotamiento de la abstención como estrategia, cierto mejoramiento (aún insuficiente) en las garantías de competitividad electoral como la habilitación de la tarjeta MUD, la posible presencia de una Misión de Observación Electoral de la Unión Europea, algunas mejoras  en los sistemas técnicos que garantizarían la pulcritud del voto, el diálogo mexicano.

El camino a la participación no ha sido fácil, el acuerdo de selección de candidaturas fue complicado y en algunos casos cuestionados, lo que creó obstáculos a la competitividad desde las propias filas. Podemos hablar de errores no provocados, a los cuales hay que agregar el déficit de cohesión y unidad entre las fuerzas democráticas, la debilidad orgánica de los partidos democráticos por causas diversas, por último y no menos importante una crisis de representatividad sociopolítica.

En todo caso, como hemos afirmado anteriormente, la vuelta del G4 a la participación electoral convierte a los comicios del 21N en verdaderas elecciones.

El resultado del proceso electoral tiene consecuencias que trascienden su condición de comicios regionales y locales. Ese resultado va a ser leído también en clave nacional, la correlación de fuerza resultante influirá de manera notable en el corto y el mediano plazo de la crisis política venezolana. Por ejemplo, en el diálogo mexicano, en las posibilidades de un proceso revocatorio, en el posicionamiento internacional respecto de Venezuela, en la continuidad del régimen.

En nuestro criterio, la participación de las principales fuerzas opositoras tiene sentido si se asume como una oportunidad que dadas las circunstancias de paz social impuesta que reina en el país es la única alternativa posible cercana y a la disposición para generar una amplia movilización nacional de repudio al régimen mediante la utilización del voto por la MUD, amén de ganar todas las posiciones y espacios posibles de poder regionales y locales. No desdeño en lo absoluto la importancia de ganar posiciones, solo digo que ambos objetivos se retroalimentan y potencian planteados en conjunto, ya que bien argumentados tienen el potencial de incentivar el voto ciudadano.

La percepción ciudadana de que votar puede serle útil  es clave para su participación; estoy seguro de que si siente que votando el 21N daña al régimen acudirá a los centros votación.

A cinco semanas de los comicios se observa a opinadores, dirigentes políticos (entre los cuales destacan partidarios del voto como sea) afirmando que el chavismo va a ganar sin problemas, aun siendo minoría en virtud de una probable alta abstención. Las consecuencias de tal victoria serán nefastas para el país porque reforzarán el continuismo rojo y su propensión estructural a no negociar nada que tenga que ver con el poder y el control, a lo cual hay que sumarle una ganancia importante en términos de legitimidad democrática. Asunto clave en el campo internacional.

Esa matriz de opinión es consecuencia de que las fuerzas democráticas no han hecho lo necesario para estimular la participación ciudadana en los comicios. No pareciera existir una dirección política nacional de la campaña, una estrategia común, tampoco una campaña paraguas que combine en el discurso y propaganda en torno a los objetivos de usar los comicios como un acto de protesta contra el régimen con la necesaria elección de gobernadores, legisladores, alcaldes, concejales representantes reales de la voluntad ciudadana, eficientes, honestos. Todo el esfuerzo político y la estrategia electoral se han dejado en manos de las regiones, cuando lo correcto y conveniente es un trabajo coordinado entre lo nacional, lo regional y local por ser estos unos comicios nacionales por realizarse simultáneamente en toda la geografía nacional, por sus consecuencias antes referidas y por la optimización de los escasos recursos materiales existentes.

La precampaña desde el lado opositor pareciera estar presidida más que por el aprovechamiento de una oportunidad cierta de propinarle una derrota al régimen mediante el estímulo eficaz de la movilización ciudadana, por una especie de sálvese quien pueda que en algunos casos se traduce en  un torneo de promesas y compromisos de imposible cumplimiento por falta de competencias y recursos materiales.

Llama la atención el bajo perfil asumido por políticos y opinadores hace poco muy  activos en la defensa de la participación electoral ante la intensa campaña contra el voto que desarrollan algunos sectores. Campaña que por cierto estimula el chavismo, pues a diferencia del pasado reciente le conviene una alta abstención.

Aspiramos a que parte de las fallas y deficiencias referidas puedan superarse en la campaña electoral. De lo contrario estaremos ante una oportunidad perdida de terribles consecuencias para el país.

No puedo concluir estas notas sin referirme a las insólitas y desproporcionadas declaraciones del rector del CNE Enrique Márquez, quien condenó  las afirmaciones del comisionado de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Josep Borrell, referidas a las características y objetivo de la Misión de Observación Electoral de la UE que supuestamente vendrá a Venezuela. No otra cosa podía decir Borrell porque esa es la competencia prescrita taxativamente por el reglamento de la UE sobre sus misiones de observación electoral. Esas y otra posturas del rector Márquez no contribuyen a recuperar la confianza ciudadana en el CNE.


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