El martes 17 de enero del presente año, leyendo una densa y enjundiosa entrevista que le hizo el periodista cultural Bruno Pardo Porto al catedrático de literatura y crítico literario José María Pozuelo Yvancos (1952) del diario ABC de España convine en detenerme en una aparente antinomia conceptual entre “opinión” y “crítica”. Sostiene en la referida entrevista el crítico del suplemento literario ABC Cultural a propósito de para qué sirve la crítica literaria que, entre otras “servidumbres”, para “llamar la atención sobre una voz en medio del ruido”. De la entrevista se colige que una cosa es la opinión (lo que los griegos llamaban doxa) y otra muy distinta es la crítica argumentativa y racionalmente fundamentada en un arsenal de nociones, conceptos y categorías estético-literarias. Cualquiera puede tener y/o emitir una opinión en torno a un libro, una obra de arte, una partitura, un grabado o escultura pero pocos están particularmente capacitados para ejercer una “crítica” especializada en materia literaria, o en relación a una obra de arte.

En la entrevista no se habla de eso pero es menester acotarlo en estas breves líneas; una cosa es la reseña de libros y otra muy distinta, la mayoría de las veces, diametralmente diferente, es la crítica literaria. Por ejemplo, sólo por citar un solo ejemplo: la mayoría de las reseñas tienen el propósito de elogiar y destacar las presuntas cualidades personales que el autor de un libro determinado ha logrado desplegar en las páginas de una específica obra literaria. En muchos casos los papeles literarios o suplementos culturales suelen abundar en publicar reseñas bibliográficas que rozan levemente las tenues e imperceptibles fronteras de la crítica sin abordar firmemente el ejercicio crítico con todas la implicaciones teóricas-metodológicas que comporta la aplicabilidad del oficio crítico.

Según el crítico José María Pozuelo, citando al recientemente fallecido novelista español Javier Marías, hoy por hoy “sabemos más de literartura y de teoría literaria que el mismo Cervantes, pero a ver quién se atreve a escribir El Quijote”. Y es que la creación literaria, original o no, es lo que mueve y moviliza el esfuerzo crítico o el ejercicio de la crítica literaria. Para decirlo que las palabras del crítico español entrevistado por el diario ABC; la gran apuesta teórica de la crítica actual consiste en prestarle la más rigurosa y minuciosa atención a la incesante y vertiginosa creación literaria nunca detiene su marcha. Para muestra sólo baste mencionar un botón de modo ilustrativo. ¿Cuántos libros y obras literarias se editan diariamente en el mundo y en cualesquiera de los idiomas que habla la especie humana? De allí que la principal función del crítico consiste en leer y leer desprejuiciamente sin aspavientos ni por encargos lo que su experiencia curtida o intuición sensible le insinúa o exige. Dada la indetenible vertiginosidad de la bibliohemerografía que se gesta día tras día, el crítico debe proveerse de una suficiente autonomía y autoderterminación para elegir qué lee y por qué. Al crítico normalmente le es reservado muy poco tiempo para consagrarlo a la relectura de obras que un día ocuparon su atención.

Durante la última mitad del pasado siglo XX, el crítico literario se vio las más de las veces cautivo de tupidas y enrevesadas redes teóricas legatarias de abigarrados enfoques epistemológicos y metodológicos que idealizaban a los tótems intelectuales como Roland Barthes, Svetan Tovorov, Gerard Genette, Mijail Bajtine, Michel Foucault, etc… Quien no leyera  en las cartillas y cartabones académicos de los limínicos faros de la Academia y, consecuencialmente, de la crítica obviamente “no estaba en nada”.

Volviendo a la distinción epistémica entre “opinión” y “crítica”, nuestro catedrático español  José María Pozuelo traza una diferencia meridiana y nítida: “la crítica no es opinión; es un juicio. La opinión es indiscutible, es un derecho. Pero un juicio es otra cosa. Exige un conocimiento de lo que se está hablando. No puedes enjuiciar a un artista sin saber lo que está haciendo.” En Venezuela, en cambio se trasiega como indecoroso contrabando mucha reseña laudataria entre amigos, conocidos y amiguetes de cenáculos artísticos y literarios por “crítica” obviamente no siéndolo. Hay que reiterarlo: la crítica genuina y auténtica para serlo de veras debe proceder con el escalpelo de argumentación sea ésta positiva o negativa pero no puede prescindir de la “argumentatio”. La reseña es la antítesis y por antonomasia la antinomia de la crítica.

La divisa del crítico debe ser: “Soy amigo de Platón pero más amigo soy de la verdad”.


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