Hace pocos días, el jefe del desgobierno afirmó con la irresponsabilidad que le caracteriza desde que interviene en los asuntos públicos venezolanos que la dolarización, de hecho, ha sido una suerte de válvula de escape que permitiría la recuperación y despliegue de las fuerzas productivas del país, demostrando una vez más de  forma inequívoca su total ignorancia sobre lo que corresponde hacer desde esa instancia para que la nación sea viable económicamente; pero, además, como siempre, irrespetando la más elemental inteligencia, intuición y sabiduría del venezolano.

Hemos afirmado en otra entrega que esa dolarización a la que hoy se aferran en el desgobierno como una tabla de salvación no es nada casual y, por el contrario, forma parte de una política oficial, con la cual pasamos de los más férreos controles y restricciones económicas al más absoluto y grotesco libertinaje, pero sin orden ni proyecto que no sea el de que la economía aparente funcione como una suerte de respirador artificial, aplicado en este caso a un país en coma económico.

Aún más grave que las terribles consecuencias del libertinaje económico improductivo sobre el destino de los millones de almas que acá habitamos, es el hecho de que todo forma parte de un auténtico circo, con el cual, sin importar su costo, no buscan otra cosa que desviar la atención del centro del problema que aqueja al país cual tumor maligno, que son ellos mismos, los dirigentes del desgobierno.

Con el paso del tiempo, los costos para todos aumentan y no solo para ellos, quienes ejercen el poder desde hace dos décadas y para quienes sus desmanes hacen irreversible su eventual redención; sino también para nosotros, el resto de la población ajena a tales desmanes, a quienes nos toca pagar esa cuenta sin haber sido parte del banquete. En esa Venezuela en la que Maduro afirma que gracias a Dios existe el dólar y pese a que su uso se extiende aceleradamente, el costo que tendremos que pagar por tal exabrupto es incalculable. Pagaremos como lo hacemos con cada desmán populista que ha cometido el desgobierno en veinte años, donde por ejemplo los servicios públicos no funcionan, justamente porque todo fue parte de un circo. Pagaremos como pagamos hoy con la inflación más alta del planeta, el que hayan destruido el aparato productivo nacional y liquidado cualquier elemento parecido a la autonomía del Banco Central de Venezuela.

Mientras tanto, el desgobierno disfruta su obra, manteniendo en absoluta distracción y manipulada a una sufrida población, haciendo circular el dólar de forma irresponsable y sin control alguno luego de una larga sequía, convirtiendo esa divisa en el soma que imaginó Huxley en su texto Un mundo feliz por allá en 1931.


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