Jorge Rodríguez preside la Comisión para el Diálogo, la Reconciliación y la Paz

Sin duda, hay indicios de diálogo en el ambiente. Lo cual solo quiere decir eso, nada más intangible que lo que indica esa palabra bendita y maldita. Pero parecieran suficientes como para hacerlo tema a indagar. Capriles hizo un claro llamado a elecciones, pero cambiando condiciones, lo que por supuesto supone acuerdos. Algo parecido dijo Ramos Allup. Leopoldo López habla de nueva plataforma unitaria que supongo debería apuntar a ese objetivo. Y por supuesto Maduro, hasta que destruya totalmente el país, siempre estará con su noble corazón abierto al conversatorio fraterno y la Asamblea (da flojera llamarla írrita o sinónimos) hasta una comisión constituyó para esos efectos. Solo Ledezma levanta su lanza de guerrero surrealista, María Corina calla prudentemente.

En el planeta las cosas andan revueltas también en lo que a nosotros respecta. Europa le negó la banda presidencial a Guaidó, aunque lo mantiene como una suerte de líder de las buenas y democráticas causas: simbolismo del simbolismo. E insiste, como siempre, en transacción pacífica y bien concertada. Biden lo ratificó como presidente, pero se supone que no es nada definitivo, dado la de causas que está atendiendo, de muy grandes dimensiones y a una velocidad pasmosa. Mucho se dice que podría concertar con Europa y sustituir la vehemente y disfuncional estrategia de Trump por una más consensual y efectiva. También es de señalar que los amigazos más o menos firmes de Maduro parecen mantenerse firmes en su apoyo a la dictadura, dictadores ellos mismos. Un detalle, Cuba e Irán esperan mucho de la nueva administración gringa que parece prometedora para la muy mala salud de ambos, volver a los buenos tiempos de Obama e incluso el mismo Putin acaba de entenderse nuclearmente con el audaz y renovador presidente demócrata. Cosa que subrayo porque a lo mejor es a través de los “enemigos” que podamos conseguir lo que no hemos obtenido con los “amigos”, sacudirnos a la tiranía. Nunca se sabe.

Aquí adentro también hay una variable curiosa, que es la movilización de al menos algunos sectores y personalidades de ese esquivo escenario que llaman sociedad civil, que tuvimos que aprender a comer hace ya unos cuantos años. O se entiende simplemente por tal los ciudadanos todos que no profesan cargos u oficios propiamente políticos o aquellas agrupaciones que representan sectores unificados por intereses, ideales, causas humanitarias, también malas y muy malas…Por lo tanto, un enjambre de diferencias y contradicciones. Nadie diría que los intereses de Fedecámaras son los mismos que los de Feliciano Reyna, el padre Ugalde o Gonzalo Himiob, que aparecen al azar en mi inmediata memoria. Por allí hasta variopintos documentos han salido llamando a los nuevos rumbos muy, pero muy políticos, nada ilusos o utopistas. Y asoman grupos y grupitos que en definitiva quieren o alternar o desplazar a los muy golpeados, querellados y silentes partidos políticos, siempre con el peligro de esa enfermedad que llaman antipolítica. Guaidó se sigue batiendo con coraje y tesón, en las buenas y en las malas, y no creo que sea sensato pensarlo sin lugar en el futuro; tan solo porque quedan líderes que se cuentan con los dedos de una mano y él sigue a la cabeza, adentro y afuera. Por último, la mesita es más mesita que nunca, ni gobierno ni oposición, nada.

En definitiva, que si mezclamos las piezas de adentro y de afuera, sin contar la pandemia y  el país descuartizado, son tantas y tan variadas que el que las ordene gran ordenador será. Porque cada cual alguna variante tiene que justifica su individualidad y esta calma desesperante, deprimente, indigna.


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