A quienes somos sus esclavos, las mofetas que enseñorean durante la fase superior del terrorismo y oprobio en Venezuela repiten una expresión periclitada a la nación: solo por encima de nuestros cadáveres podrían librarse de la revolución. Pero, es cíclico que los pueblos vejados tomen las calles y anuncien decapitaciones. Es tradición que la élite o nomenclatura de forajidos constitucionales nos califique peligrosos a los escritores & comunicadores sociales que no adherimos a los vejámenes de la Casta Predadora Premium de Estado Mayor Conjunto. Los auténticos malhechores son «dignatarios» y reciben honores en ceremoniales, réplicas de espadas, llaves de ciudades, pergaminos. Ejercer nuestro oficio comunicacional podría constituir un crimen de lesa humanidad. Nos escrutan con sorna y dejan sueltos, pero condicionados: sujetos a medidas sustitutivas de encarcelamiento, régimen de presentación, sometimiento a juicio y trabajo social.  Se nos prohíbe, virtud al antojo de jueces o fiscales que son mampara de intocables del «establishment», viajar fuera del país donde nacimos. Si lo eres en situación de retiro, ya envejecido, aguardan un poco que mueras. Sospecho: no querrán convertirte en mártir del librepensamiento.

Mis primeros asombros intelectuales de pubertad y reflexiones relacionados con esas [de comediantes] estúpidas expresiones políticas que califican a los individuos como sujetos de «izquierda» o «derecha», «reaccionarios» o «progresistas», irrumpieron en mi psiquis cuando leía a Jean Paul Sartre  [El Ser y la Nada], Fiódor Dostoyevski [Crimen y Castigo], Friedrich Nietzsche [El Anticristo] y Albert Camus [El Hombre Rebelde]. Fui proclive al estudio de la Filosofía y Literatura, para finalmente convertirme, con idéntica vehemencia, en «filosofacto» y hacedor de literatura.

A los adolescentes de mi realidad y tiempo sólo interesaba el beisbol, fútbol y muy pocos jugábamos ajedrez. Casi ninguno de ellos leía algo, ni siquiera los diarios. Lo cual no extraña en países «ultimomundanos», como suelo calificar los nuestros de la América Latina. Porque sus mandatarios exhibían una lastimosa e insólita obcecación por mantenerse intelectual, tecnológica y científicamente lastimosos. Inculpaban de su ineptitud y corrupción a principales foráneos de repúblicas bienaventuradas. La expresión  [esputada por «bocas cerriles»] popularizada como «el imperio» no es nueva, y no apura cumplir un siglo de uso cotidiano.

No acepto que sea accidentalidad una evidencia devastadora: adhieren a postulados de la izquierda política  [contraria al progreso de los pueblos]  presidentes de naciones que, sin ser prestidigitadores, convierten selvas y ríos en desiertos. Los adversarios de esos rastacueros propugnamos la instauración y fortalecimiento de los fundamentales principios menos inhumanos consagrados en documentos suscritos en convenciones internacionales.

Cuando haya sido abatido el Reino de las Escorias en Venezuela, el estado restituido por venir debería indemnizar a cada ciudadano que tuvo que emigrar [forzosamente] y las familias de los asesinados en legítimas protestas públicas, mediante torturas carcelarias, inducción al hambre, demolición premeditada de la moneda, acaparamiento, hiperinflación, actos de mafiosos que idénticos de tenebrosa magia y por causa de la obstrucción para dotar de insumos médicos a hospitales. El régimen despiadado extremo que padecemos agrava cada instante,  manteniéndonos presas de la zozobra al estilo como el nazismo y estalinismo hicieron con millones de personas.

Nuestra Constitución y leyes no tienen vigencia ni admirable historial jurídico, los vándalos que nos oprimen consagraron, en dos décadas, el Reino de la Arbitrariedad y Penuria Inducida en Venezuela: que no es un estado de nacionales, sino territorio bajo ocupación de sátrapas para las cuales los quehaceres de escritores & comunicadores sociales son ejemplos de exhibición de artes letales.

(@jurescritor)

 


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