La palabra profano es utilizada desde la antigüedad para referirse a personas o cosas que no estaban destinadas a lo sagrado. Viene del latín “profanus” (separado o distinto del Templo), la cual está compuesta de dos palabras: “pro”, delante y “fanum”, Templo, que esta fuera del Templo.

En la antigüedad, cuando se utilizaba la palabra “Profanare”, era para referirse a ensuciar, deshonrar. En la actualidad, también, en algunos lugares se utiliza para referirse a la ignorancia sobre un tema o materia de estudio. Horacio, en uno de sus poemas dice: “Odi profanum vulgus et arceo”, el cual traduce: odio a la gente profana, (ignorante no iniciada), y la mantengo a distancia. “Profanus” se les aplicaba a las personas que no eran admitidas a las actividades sagradas dentro del Templo, para observar o participar de los Misterios, por no tener la suficiente preparación o “cualificación” para participar y se le consideraba irreverente si entraba al Templo. En nuestro tiempo, el término “Profano”, también se aplica a personas que desconocen sobre un tema o materia.

Lo sagrado y lo profano son dos polos totalmente opuestos: Lo sagrado es espiritual, contemplativo, que está consagrado a un culto o divinidad y sus misterios es el espacio de comunión espiritual social, inspira veneración y respeto, y no puede ser “profanado” porque está dedicado a lo relacionado con la Divinidad. Lo Profano es irreverente, y son todos los espacios ordinarios por donde transitamos, desprovistos de religiosidad.

En la Biblia, lo profano se refiere a tratar las cosas sagradas sin el debido respeto. De lo cual podemos concluir que no denota carácter ofensivo alguno. Cuando se quiere destinar un lugar a cosas sagradas,  se realiza un rito para “Consagrar” (Consagratio) el lugar, y goza de una protección para no ser profanado. Si se quiere dejar el Lugar Sagrado, para no ser utilizado más, se realizaba un rito llamado “Profan

atio” y se le retira la sacralidad al lugar y vuelve a ser espacio común. Dentro de la masonería, se denomina profano a la persona que no pertenece a la orden y desconocedora de sus ritos. Es importante reseñar que en algunos ritos aquel que solicita el ingreso es considerado “el caballero profano”, al que no conoce los misterios masónicos y no pertenece a la orden. La masonería no prejuzga los méritos de los profanos, entre ellos surgen los aspirantes para el ingreso en nuestra Hermandad, cuando se cumplen con los requisitos que imponen la Orden. Esto significa que el aspirante deber ser “cualificado”.

En la antigua Roma el que aspiraba a un puesto público vestía una capa o toga blanca. A esa capa o manto se llamaba “toga cándida”, por su “color blanco” que simbolizaba la pureza del aspirante, y de allí surgió la designación de “candidatus”. Candidez, no debe entenderse en el sentido vulgar y despectivo de “simpleza”, sino en el valor de sencillez, sinceridad y sanidad de espíritu. La explicación de la palabra candidato ha de servirnos a los masones para recordar la pureza de conducta y de carácter que debe distinguir a todo candidato para su ingreso en nuestra orden más allá de sus méritos “profanos”.

La masonería “sacraliza” al ser “profano”, por medio de un ritual donde se le transmite una influencia espiritual, y se le despierta los más puros sentimientos de humanidad, practicando las virtudes, un ser libre, enseñando a respetar y amar la sabiduría que la humanidad consagra como verdades eternas, leer lo que está detrás de las letras y de los símbolos que contienen los grandes misterios, los cuales serán develados de acuerdo con su estado de conciencia, y todo bajo el manto de la “fraternidad masónica”.

Todo el que busca en la masonería un poder es un profano, que está perdido en la razón, y mi persona los califica de magos negros. No reciben sabiduría en el conocimiento, solo reciben información, por carecer de cualificación iniciática. La masonería ofrece un sendero para poder alcanzar un crecimiento personal, filosófico y espiritual, a partir de la Iniciación en nuestros Augustos Misterios. “Profano”, es también lo mundano o lo material, alejado de la espiritualidad y de las cuestiones elevadas. Hay varias formas de “profanar”, veamos algunas: violar los símbolos sagrados, profanar tumbas es uno de los actos más comunes, y sobre todo las leyes lo soportan para sus investigaciones inhumando los cadáveres. Hay practicantes de cultos religiosos que tienen estos métodos en sus ritos. El término “profano”, abarca muchos campos de acción en el mundo  “profano”.


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