San Agustín dijo que “la paciencia es la compañera de la sabiduría”. Este es un tema muy álgido en este plano, pues implica varios factores que inciden en el comportamiento del ser humano, y el más importante entre ellos es el “egoísmo”, no el “ego”, este no es malo, es el que nos impulsa a desarrollarnos y a progresar intelectualmente, materialmente e incluso el abrir conciencia. Lo malo es su derivado: el “egoísmo”, que engorda la impaciencia. Pasando nuestra vista por el libro del Dalai Lama, El poder de la paciencia, podemos encontrar muchos ejemplos para equilibrarla. No digo eliminarla, los masones no matamos ni eliminamos, los masones “equilibramos”. Nada en este plano se elimina, se equilibra. La palabra paciencia deriva del latín “patiens”, esto es: el que padece. Significa sufrimiento: el de la espera y el de la esperanza. Vivimos en un mundo muy agitado. Necesitamos que las cosas tengan sus preguntas y respuestas inmediatas con sus resultados. Angustia la espera, esto se llama “impaciente”. Leía una solicitud de personas para emplear con la siguiente característica: se necesita persona para trabajar, y trabaje “bajo presión”. Es un ejemplo característico de la sociedad y el tiempo en que vivimos. Para los que leen la Biblia, la vida del maestro Jesús es un ejemplo de “Paciencia”, ejemplo: la noche en el Getsemaní: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39). Al estar clavado en la cruz en el Calvario, Cristo continuó dando su ejemplo perfecto de paciencia cuando pronunció las singulares palabras: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). El ser humano impaciente y natural nos rodea. La paciencia se podría considerar como una virtud que da lugar a otras, y que contribuye al progreso y a la fortaleza de virtudes tales como el perdón, la tolerancia y la fe. La paciencia es protectora, nos permite atravesar situaciones adversas sin derrumbarnos, la paciencia no es apatía, ni resignación. No es falta de compromiso, porque no es estática. El impaciente considera que el objetivo es la meta, pues la realidad dice lo contrario, el objetivo es el comienzo. La paciencia, practicada de corazón, no se frustra por ninguna eventualidad, siempre hay una puerta para abrir. Uno de los objetivos de la Masonería es cavar pozos a las bajas pasiones y celdas a los vicios, la paciencia es fuerza, pues es paciente aquel que ha sido capaz de equilibrar sus pasiones. Sin paciencia, el masón no abre conciencia, solo recibe información y se convierte en un mago negro. La Paciencia nos guía por el sendero del perdón, la tolerancia y la fe. La masonería forma seres humanos para que sean “libres”, de fanatismo, dogmatismo, hipocresía y ambición desmedida. La paciencia no significa debilidad ni impotencia, si no la fuerza de los “Libres” que transforman los momentos difíciles en “virtud” y lo difícil en posible. La paciencia equilibra el espacio y el tiempo. Es la vida ética del ser humano y la libertad. Sin paciencia parece que el espíritu no podrá realizar aquello que debe. Para Kierkegaard (Aabye Kierkegaard, fue un filósofo y teólogo danés, considerado el padre del existencialismo), “la clave de la paciencia está en el coraje, en la libertad y por ello en la voluntad sin voluntarismos”. La impaciencia es la que impide al ser humano vivir como debería y la paciencia es aliada en su tarea ética. El saber esperar cuando algo se desea, hacer algo con lentitud para mejorar lo que se hace, es la paciencia. Es el dominio de uno mismo. Para practicar la paciencia hay que practicar el desapego y el desprendimiento. La paciencia proviene de la palabra “paz” y “ciencia”, la capacidad de padecer, soportar algo sin alterarse. La impaciencia no nos deja pensar en el presente, solo nos enfrascamos en el futuro. Es característica de una persona madura. Conocernos a nosotros mismos es un acto de paciencia. San Agustín y santo Tomás consideran la “paciencia” una virtud moral. La paciencia de los rectos “da fuerzas para sufrirlo todo con fortaleza” (San Agustín – 457). Sin paciencia no se podría soportar los males sin caer en la tristeza. La paciencia forma parte de aquello a través de lo cual el ser humano descubre la tarea de llegar a ser lo que es. Los enemigos de la paciencia: La angustia y la Desesperación. Desde que entramos a este plano, estamos cobijados de la paciencia, para poder llegar a las metas propuestas. La impaciencia es ausencia de “paz” y de la “ciencia”, y está relacionada con: la angustia, ansiedad, intolerancia, ira, intransigencia, la tensión y el enojo. Una gran lectura en el libro de Biblia, es el libro del “Job”, monumento espiritual a la paciencia. La paciencia nos permite vivir en el tiempo sin maltratarlo, ni perderlo, ni romperlo. Nos enseña a saber esperar y es una de las mayores conquistas como ser humano. Perder la paciencia, quiere decir que no sabemos vivir con el tiempo de los demás ni con el nuestro. La paciencia es básica para nuestros objetivos y metas. Paciencia y silencio son las virtudes de los seres humanos sabios. El silencio es signo de respeto y paciencia: escuchamos y hablamos con nosotros mismos. Confucio decía: “quien no tiene paciencia y prudencia ante los pequeños problemas de la vida, cuando lleguen las dificultades se sentirá bloqueado, incapaz de reaccionar. La paciencia es una virtud que no todos saben o pueden gestionar”. La paciencia es calma y confianza.


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