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Del libro En vos confío  -libro tercero – (se le atribuye en gran parte de su escrito al faraón Akhnaton -durante los años 1360-1350 A.D.- Biblioteca Rosacruz). «Escucha, bella hija del amor, las instrucciones de la prudencia, y permite que los preceptos de la verdad se hundan profundamente en tu corazón; así los encantos de tu mente darán brillo a la elegancia de tus formas, y tu belleza, como la rosa a la cual se asemeja, conservara su dulzura después que se haya marchitado. En la primavera de tu juventud, en la mañana de tus días, cuando los ojos de los hombres te miren con placer y la naturaleza murmure en tu oído el significado de esas miradas, ¡ahí escucha con cautela sus palabras seductoras, cuida bien tu corazón, y no prestes oídos a su voz suave y persuasiva! Recuerda que eres la compañera razonable del hombre, NO la esclava de su pasión; el propósito de tu ser NO es simplemente el de complacer su desenvuelto deseo, sino el de ayudarlo en los trabajos de la vida, el de consolarlo con tu ternura y el de recompensar sus atenciones con amable solicitud. ¿Quién es la que gana el corazón del hombre, la que lo somete al amor y reina en su pecho? ¡Mírala! Allí va con su suavidad de doncella, con la inocencia en su mente y la modestia en sus mejillas. Su mano busca qué hacer, su pie no se complace en el corretear ocioso. Esta vestida con pulcritud, alimentada con templanza; la humildad y la mansedumbre son la corona de gloria que circunda su frente. En su garganta hay música, la dulzura de la miel fluye de sus labios. La decencia está en todas sus palabras; en sus contestaciones hay verdad y suavidad. La sumisión y la obediencia son las lecciones de su vida, y la paz y la felicidad su recompensa. Delante de ella marcha la prudencia, y la virtud está a su lado derecho. Su mirada habla con suavidad y amor; pero la discreción con un cetro en la mano está sobre su frente. La lengua del disoluto y licencioso queda muda ante la presencia de ella, y el temor de su virtud lo hacen callar. Cuando el escándalo está atareado y la fama de su vecina salta de lengua en lengua, si entonces la caridad o la buena índole no hacen abrir la boca de ella, el dedo del silencio descansa sobre sus labios. Su pecho es la mansión de la bondad, y por lo tanto ella no sospecha el mal en los demás. Feliz sería el hombre que la tomara por esposa; feliz el niño que pudiera llamarla madre. Ella preside la casa, y hay paz; ella da órdenes con buen juicio, y es obedecida. Se levanta por la mañana, considera sus asuntos y señala a cada uno su propia ocupación. El cuidado de la familia es todo su gozo, solamente a eso dedica su estudio; en su casa se mira la elegancia con la frugalidad. La prudencia de su administración es un honor para su esposo, y el escucha las alabanzas a ella con secreta delicia. Ella infunde la mente de sus hijos con sabiduría, y ordena la conducta de ellos a ejemplo de su propia bondad. La palabra de su boca es la ley de los jóvenes, un movimiento de sus ojos los lleva a la obediencia. Ella habla y sus sirvientes vuelan; ella señala y la tarea se cumple; porque la ley del amor está en los corazones de todos y la bondad de ella les da alas en los pies. En la prosperidad no se envanece, en la adversidad ella cura las heridas de la fortuna con paciencia. Las calamidades de su esposo se alivian con los consejos de ella y se endulzan con sus caricias; el descansa su cabeza en el pecho de ella y recibe consuelo. Feliz el hombre que la haya hecho su esposa; ¡feliz el niño que la llama madre!. La mujer tiene el don de continuar la creación contribuyendo con la vida, su don la hace el ser más perfecto de la naturaleza en el universo, y esto le ha causado problemas con el género masculino, que sintiéndose inferior, y utilizando su fuerza masculina bruta, somete al ser femenino bajo su autoridad, aprovechando la imagen que aparenta débil la mujer. La mujer se basa en el amor y el ser masculino se basa en la razón. Es un conflicto eterno. La mujer debe comprender su motivo trascendental de su presencia en el Universo. La mujer es la luz que ilumina con el amor la humanidad y es a la vez presente, pasado y futuro, siempre es la portadora de vida. No debe de ser débil, temerosa, resignada y conformista, debe de tener confianza en sí misma, y en los inconvenientes levantarse como el ave fénix. La mujer es una semilla de vida en todas las mujeres. Puede faltar el hombre, pero no la mujer. El hombre tiene a la mujer como la planta de bonsái, la cual la vive podando para no dejarla progresar y la mantiene presa en un matero.  La rebeldía de la mujer es sagrada en los tiempos modernos, quiere liberarse del yugo del hombre para abrir conciencia. Mujer, sacraliza cada momento de tu vida, para que le des lucidez, serenidad y amor a tus actos, y así transmitir tolerancia, comprensión, conocimiento y sabiduría. Los obstáculos fortalecen tu voluntad tornándolo en serenidad y valor. Despierta mujer, tu rebeldía te convierte en oruga para levantarse en mariposa delicada y libre.


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