En este plano denso donde vivimos y cumplimos nuestra misión en el ciclo de vida que nos corresponde, la cesación de la misma la llamamos muerte. Realmente es un calificativo muy fuera de la realidad, la muerte como tal no existe.

Nada muere en el universo, la energía nunca se destruye, se transforma, igual que la muerte, no es cesación de vida, es cambio de estado. La RAE nos dice que no existe ninguna diferencia entre los términos “fallecer” y “muerte”, pero si la clasificamos quedaría así: fallecer es cuando la persona desencarna por motivos naturales (infarto-enfermedad, súbita etc.), y muerte o morir, inducida: suicidio, homicidio, eutanasia, aborto, accidente, etc. Tenemos otra definición antigua sobre la muerte: es la cesación de latidos en el corazón, falta de respiración y se torna irreversible. De igual forma, cuando se suspende la  función cerebral y esto lo determina un “electroencefalograma”.

La filosofía racionalista determina que todo termina con la muerte. La filosofía religiosa tiene otra apreciación sobre la muerte: según las creencias, después de desencarnar, les espera un paraíso, vuelve a Dios, para los que cumplieron bien su misión en este plano, una vida mejor, y un castigo para los infractores de los diez mandamientos o leyes divinas.

Hay religiones y  corrientes espirituales que consideran que al desencarnar la persona hay una “transmigración del alma” a otro cuerpo, así lo definió Platón, que en la actualidad se le denomina: “reencarnación”, y la corriente cristiana lo llama resurrección. Pasar de plano es trascender la ley dual. Tal como llegamos solos, así también partimos, nadie nos puede acompañar en el paso de esa frontera imprecisa que conduce a lo desconocido.

La vida es un ciclo que se abre con la composición de un nuevo ser, que se forma de diversas sustancias: el cuerpo y el espíritu y se cierra con la separación del cuerpo físico. Se mueren personas a diario, nos resistimos a aceptarla y esto ocurre porque consideramos que es injusta la ley que nos rige. No podemos negar la muerte, pero no queremos pensar en ella. El ser humano tiene mala interpretación de los sentimientos, que los traduce en tristeza, al convertirlo en “sentimentalismo”, como si fuera propiedad de sus seres queridos. Los sentimientos, bien comprendidos, nos inducen al amor, a la compasión y al desprendimiento. Budha no decía que los deseos nos induce al sufrimiento, y el maestro Jesús, su mensaje se basa en el desprendimiento. Las leyes inmutables no son para conocerlas, son para comprenderlas. El que las comprende no sufre. Lo que llamamos muerte es el momento más especial del ser humano, desencarna para seguir su sendero y someterse a las leyes divinas para la evolución de su alma.

Hay una frase iniciática que dice: ”Cuando uno nace, uno llora, y los demás ríen. Cuando uno muere, uno ríe, y los demás lloran”. Para desencarnar felizmente, debes ser desprendido, solo te llevas el conocimiento y su comprensión, adquirido en este plano. Todo lo adquirido: material, personas, familia, son el soporte que necesitas para tu crecimiento, no tu propiedad.

Si no eres desprendido de lo material y de los seres queridos, cuando desencarnas, te quedas en un estado, por mucho tiempo, sin poder ir hacia el punto de luz, hasta que esto suceda, sin aceptar el estado en que te encuentras, haces todo lo que hacías en vida, nadie te ve, o es posible, que alguien tenga la facultad de ver seres desencarnados. Por eso los grandes avatares predican el desprendimiento.

Los escritores, y los cuentos de los caminos del vulgo, han hecho de la muerte algo horrible, e incluso ver un esqueleto humano como algo terrible. Y de verdad, no es así, es solo un soporte físico que nos facilita el tránsito por este plano. La reencarnación propone una sucesión de vidas para el espíritu y el alma, el cual va adquiriendo varios cuerpos en diferentes épocas por lapsos determinados para llevar la conciencia a niveles elevados y así trascender el plano.

La eutanasia sirve para acelerar la muerte para evitar el sufrimiento de una enfermedad terminal. Es un principio de dignidad humana y de compasión. Todo ser humano ha de elegir libremente su plan de vida, incluido el derecho de no sufrir con motivo de una enfermedad irreversible y tortuosa. Etimológicamente, eutanasia (del griego «eu«, bien, «Thánatos«, muerte) no significa otra cosa que buena muerte, bien morir.

 


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