La “fidelidad” no es trascendente, está sometida a compromisos escritos o juramentos, en cambio la “lealtad” si es trascendente, no está ligada, ni sometida a compromisos escritos o de juramento, está guiada por el amor. Lo trascendente está en el sendero espiritual, más allá de lo físico y lo no trascendente corresponde al plano físico. Han muerto más personas en la historia de la humanidad por “lealtad” que por fidelidad. Cuando el masón jura, lo hace ante el “altar de su conciencia”, y no firma ningún documento donde se compromete a ser fiel. La Biblia, libro Sagrado del Cristianismo y llamado también el Libro de la Ley, utiliza el término “fidelidad” para indicarnos que “Dios es fiel a su palabra y tendrá misericordia de nosotros” (Corintios 1:9 – “Porque Dios, por el cual habéis sido llamados a la compañía de su hijo Jesús-cristo nuestro Señor, es fiel en sus promesas.” – Sagrada Biblia-pag.1127 – Catholic publishers – Ed. Catol. 1980. Printed in USA). Respeto esta interpretación, donde se le califica a Dios de “fiel”, porque la Gran Energía Universal (colócale el nombre que desees: Dios, Eloim, Yave, Adonay, Ala, etc.) que sostiene la Creación, que tiene sus leyes intrínsecas, sea un Dios antropomorfo lleno de nuestros defectos y bajas pasiones, mi comprensión no lo percibe así. Nosotros somos los que tenemos que vibrar a los niveles de esa Gran Energía, de la cual provenimos y regresamos en su momento indicado, al estado primigenio; cuando hablamos de la Gran Energía Universal estamos hablando de Dios. Pero también nos indican que proviene del latín “Fidelitas”, que significa “servir a Dios”. Esta afirmación me gusta más, servir al Creador, es servirnos a nosotros mismos, pues “Él” habita dentro de nosotros, somos parte de “Él”, es conocernos a nosotros mismos. Venimos a este plano físico para “abrir consciencia”, correr ese velo que no deja “comprender” que somos parte de la Chispa Divina y tener conciencia de ello. En hebreo, la palabra “Emet”, en diferentes textos significa “verdad” y en otros significa “fidelidad”. En síntesis: la fidelidad es el resguardo de una promesa, es el cumplimiento de la palabra prometida, es dignificar y honrar el papel donde me desenvuelvo. Esto requiere un control, confianza, esfuerzo, perseverancia, a través de las dificultades, compromiso donde la voluntad hace su mayor papel, sin la cual no funciona la fidelidad. Es una acción y responsabilidad ante los demás, es ser fiel a mí mismo, conocerme a mí mismo, es una obligación a cumplir de modo justo. La “fidelidad” es un valor de naturaleza humana. “La lealtad y la fidelidad” son confundidas con frecuencia, aunque parezcan sinónimos, son diferentes en bases, fundamentos y fines. No significan lo mismo. La palabra “lealtad” proviene del latín “legálitas”. Lealtad y legalidad conforman un doblete léxico, tienen el mismo origen, y formas sonoras. La legalitátem latina implica la lex (ley) y lo legális (legal). Lex quiere decir regla, regulación y acuerdo. La lealtad es el sentimiento que nos lleva a cumplir, respetar, proteger y defender los pactos que entablamos con los demás. “De aquí que la lealtad deba ser ciega como la ley misma”. Nosotros podemos ser desobedientes ante las normas, leyes, etc., pero la deslealtad es frente a los acuerdos y compromisos. La lealtad con un compromiso, implica respeto, pero no implica obligación. Nuestro ego nos limita en este plano, sobre todo cuando cunde el egoísmo, nos envuelve una rebeldía que no nos deja vibrar a los niveles de la Gran Energía Universal, y por lo tanto nos aislamos y nos limitamos. Al ser rebeldes nos cegamos ante la verdad y la verdadera realidad, debemos obedecer a las leyes del Universo (los siete principios Herméticos – El Kibalion), y si no comprendemos este punto, como podemos practicar la “lealtad”, si desobedecemos la mismas leyes Universales. La angustia y sufrimiento del ser humano es por su aislamiento interno velado por su mismo ego. Tenemos que orientarnos por la sabiduría del amor y no por los sentimientos. Somos desleales cuando obramos y tomamos decisiones sin consultar, sin ver las consecuencias a los que nos rodean o para nosotros mismos. El que practica el apego tiene egoísmo, es vacío de amor pero lleno de ego. Cuando nos llenamos de amor, crecemos espiritualmente, sin discriminación, en cambio en lo material está sometido a las leyes materiales, la primera es trascendente y la segunda no es trascendente. La lealtad es un profundo estado de “comprensión y desarrollo espiritual”, es un principio maravilloso de amor y nos impulsa a vibrar a los niveles de la Gran Energía Universal. Por eso las personas “leales” son más sinceras y honestas consigo mismo y con los demás, son capacitadas para ofrecer soporte a una persona con el respeto, la gratitud y fraternidad. Significa aceptar las diferencias en bien general con respeto, cooperación y fraternidad. La “lealtad” es tan hermosa que desarrolla nuestra conciencia y nos permite el proceso de ser una persona evolucionada. No es fácil de encontrar la “la lealtad”, es una virtud poco practicada. Ser leal implica tener un total desprendimiento, no tomar nada personal nos garantiza una conciencia limpia y transparente. Hay que ser leal, pero sin caer en la ingenuidad. En un aspecto más profundo, la “lealtad” tiene que ver más con uno mismo que con la otra persona. Aquí tenemos el juramento masónico: ante el altar de nuestra conciencia. Es una virtud que exige normas de honor y gratitud. Le preguntan al Maestro Jesús: Mateo 22:15–22. Aquí los fariseos y los herodianos quieren ponerle una trampa a Jesús y le preguntan, “¿Es lícito pagar impuesto al César, o no?” Jesús conoce la malicia de sus corazones y les responde con una pregunta cortante: “¿Por qué me ponéis a prueba, hipócritas? Mostradme la moneda que se usa para pagar ese impuesto”. Cuando ellos le traen un denario, Él les pregunta: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?” Y ellos le dijeron: “Del César”. Jesús termina la conversación diciendo, “Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Para mi comprensión aquí se presentan los dos términos: Fidelidad al César y lealtad a Dios. En el Evangelio de Mateo 6:24, Jesús dice: «Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas». La “voluntad” desempeña un papel importante, porque es la facultad de decidir y ordena el carácter que nos ayuda a labrar esa piedra en bruto interior. Un ejemplo práctico son los “templarios” que jamás expusieron a sus líderes y la Orden a pesar de las extremas torturas a las que fueron expuestos. Fueron “leales” a sus principios. La “lealtad” es digna de seres de elevado nivel de conciencia que son capaces de superar los obstáculos que se le presentan, que se conocen a sí mismos, consientes del compromiso que se tiene con la humanidad. Así nos formamos los Masones. Lo más difícil es ser leales con nosotros mismos y no traicionar nuestros principios dejándonos llevar por la ilusión y fantasía que nos presenta este plano físico. Hay que ser leales a nuestra orden y al juramento iniciático ante el Altar de Nuestra Conciencia. La fidelidad es objetiva y la lealtad es subjetiva. La lealtad está más allá del plano físico, pues la comparo con el amor y la bondad, y por qué no decirlo: es un reflejo de la humildad.


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