La finalidad de este mensaje es generar un despertar, distinguido lector, una mirada hacia el consciente, hacia su persona, entre el bombardeo de noticias infortunadas, propaganda e información y videos enajenantes que van directamente al subconsciente, al mismo tiempo que al inconsciente colectivo, sugerido por Carl Jung.

Mayormente se hace referencia a los “teledirigidos” como receptores obedientes silenciosos del mensaje, en el que poco a poco son adiestrados y formados por un emisor que viene editando el modelo a través de efigies, signos en el tiempo, representaciones graficas, videos que hablan por mil palabras, sin reflexión alguna, atravesando por los medios de comunicación. De estos el que más incide en la modelación de la conducta humana es la televisión como fenómeno de masas que ha permanecido en el tiempo –incluso después de los avances en la era digital del WhatsAap,  Facebook, Twetter, Instagram, Tik Tok, y toda la red social– del que sois  alcanzado.

En otras palabras, la humanidad viene siendo domesticada a los intereses de una élite mundial con claros poderes fácticos dentro de cada una de las naciones del mundo desde diferentes ámbitos en la sociedad, planteamientos ya sugeridos por Giovanni Sartori en su obra Homo videns la sociedad teledirigida (1997) en que se exhorta a los dueños de los medios y al individuo en sí, de una manera objetiva, a asumir la responsabilidad de las consecuencias nefastas de los medios en ella. También invita al “homo sapiens” a racionalizar el mensaje que en forma de imágenes, de videos, vienen modificando la cultura, convirtiéndola en una sociedad teledirigida como Sartori la llamó. En esta un sector mantiene una obediencia tácita y otro una rebeldía silenciosa contra el globalismo totalitario, valga la redundancia.

Para ilustrar esto, por este tiempo es muy popular recordar las historias distópicas de la literatura; sin embargo, esta vez no vamos a recordar la bibliografía orwelliana, como Rebelión en la granja (1945) o 1984 (1949), ni el existencialismo, como por ejemplo La Peste de Albert Camus (1947), todas un homenaje a la tenacidad de las personas, a esa rebeldía silenciosa de mentalidades preclaras ante los arbitrios del Estado global en su afán de educar a través del miedo mediático. Tampoco se pretende abordar libros apocalípticos.

Sino que vamos a remontarnos esta vez a un género de novela distópica más reciente, llevada al cine en 1968, conocida como El planeta de los simios de Pierre Boulle (1963), en la que se describe una sociedad en la que los primates son el género dominante, y no los humanos.

Puesto que se describe una corporación de monos con división de clases, elitista, en la que existe un séquito asociado a la organización del Estado que lo controla todo, en el cual subyugan no solo a los humanos sino también a los de su raza con su carácter hostil de gobierno totalitario, con diferentes ramas ministeriales para el sostenimiento y desarrollo de su régimen social.

De ese modo, en el filme se muestra que los que están es la cúspide de la organización del Estado son, primero, los orangutanes miembros dirigentes, miembros del senado y magistrados; por otro lado, de segundo, figuran los de la clase media, pertenecientes a la progresía, compuesta por chimpancés instruidos; y por último, los representantes de la violencia legítima, identificada en los gorilas que conforman la guardia pretoriana, soldados de y para las élites gobernantes. Y un poco más bajo los humanos, que se encuentran en un peldaño no nominativo en la escala social. Todos estos estratos obedientes al orden de la civilización simia.

Dado que ese escenario distópico ha sido la consecuencia de los humanoides en su afán de un control benévolo en pro de la comunidad. Y en contra de ella están las mentalidades preclaras, frente a un cúmulo de ideas erróneas que circundan cualquier política de Estado colectivista, que además han arruinado y como consecuencia destruido la civilización, sobre todo la nuestra.

En suma, cualquier parecido con la realidad de los hechos es pura coincidencia, además de que para mal son estos mismos los censores de los medios, los que han subvertido los valores y principios que sustentan la civilización cristiana, mientras los seres racionales hacen mutis ante todo lo que ven en los medios de comunicación. Las consecuencias en la comunidad, como resultado de la enajenación mediática que le ha propiciado, es una de las más mortíferas pestes a través de sus transmisiones de imágenes, representaciones y videos, cargados de todo tipo de turbaciones mediáticas, enajenantes, miedos silenciosos,  controlados por un ente supranacional llamado globalismo.

Entretanto, las personas permanecen cada vez más expectantes y pasivas, como consecuencia de la alienación mediática, como si nada pasara, cuando cada vez esa realidad toma más terreno en el mundo que se encuentra gobernado por élites, grupos de poder, semejante a la de insensatos bípedos de la historia mencionada, destruyendo naciones, instaurando revoluciones a costa de lo que sea, Estados totalitarios muy al estilo del colectivismo filosófico. Salvo algunas excepciones, como por ejemplo las demostraciones de la población alemana, que salió en protesta en contra de los controles sociales impuestos por el globalismo.


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