La generosidad del gobierno socialista de Nicolás Maduro es digna de encomio. Un nuevo bono en efectivo viene a engrosar los bolsillos de los venezolanos. Se llama el “Bono de Cooperación y Hermandad”.  El jugoso bono reviste la forma de un emolumento 4 dólares por persona que serán distribuidos a través de la Plataforma Patria, el mecanismo que también alberga a las gratificaciones sociales conocidas como Cajas CLAP y para lo cual es imperativo estar inscrito y disponer de un carnet en las filas de la revolución bolivariana.

Así que entre el 13 y el 20 de septiembre ya habrán sido entregados esos dineros que complementarán generosamente el ingreso de los hogares y se sumarán a las otras dádivas puestas en marcha por el madurismo: el Bono contra la Guerra Económica para empleados públicos, el Bono contra la Guerra Económica para jubilados, el  Bono Chamba Juvenil y el Bono Somos Venezuela.

Gracias la nueva limosna, una familia de 5 integrantes, con 2 miembros adultos detentores de un carnet de la patria, podría hacerse de 8 dólares en un abrir y cerrar de ojos. El inesperado ingreso puede ser invertido en un sinfín de necesidades no resueltas. Por ejemplo, 4 dólares permiten adquirir un litro de aceite vegetal y un pollo de un kilo. O bien el bono puede poner en la mesa de los beneficiarios un cartón de huevos, un kilo de caraotas y uno de azúcar.  En lugar de ello, 8 dólares alcanzarían para adquirir del buhonero un kilo de harina de maíz para arepas, además del medio kilo de leche en polvo para el desayuno diario. Una sola cosa mala: no alcanza para una pizca de carne o de queso con la cual proveer proteínas a los críos.

Al fin, no es tan importante la escualidez de la aplicación del bono de hermandad. Si los 8 dólares se repiten a lo largo del tiempo y si son ahorrados por los beneficiarios, al cabo de seis meses, en ese hogar serían capaces de pagar la consulta de un médico de fuera del barrio -los cubanos de adentro ya no existen o no están o no tienen citas disponibles- para averiguar sobre los motivos de la desnutrición y retraso en el crecimiento de los pequeños.

El caso, amigos, es que la burla a los ciudadanos no puede ser más grosera, ni la forma de anunciarlo puede ser más ofensiva. El mensaje enviado a la ciudadanía a través de las redes sociales lleva incluida una foto del jefe del régimen frente a una pagoda china, lo que debe significar que fue dentro del marco de este histórico viaje que se concibió la gratificación con la cual Nicolás Maduro comparte con el pueblo los éxitos cosechados en su periplo por el país de Asia. El gobierno se ufana de anunciarlo con motivo del retorno a la patria del mandatario después de haber paseado su humanidad y la de un número bien considerable de miembros de su séquito en Pekín y otras ciudades chinas. No es posible que imaginemos el costo que tiene para los venezolanos en su conjunto y para cada ciudadano de a pie, un viaje de esta naturaleza.

En fin, si realmente hurgamos dentro de las finanzas estatales, será posible constatar que el susodicho bono-propina si representa un esfuerzo considerable por lo exiguo de los recursos que el país debe manejar hoy, con el ingreso petrolero diezmado y el resto de la economía necesitando respiración artificial.  Ello convierte a este último bono en un gesto generoso para las economías familiares.  Si los 15 millones de venezolanos detentores del famoso carnet reciben sus 140 bolos, el Ejecutivo deberá contar con 60 millones de dólares para sufragarlo, lo que no es “concha de ajo” como decimos en buen venezolano.

Es que no se les puede pedir más: este bono y los otros subsidios, en su totalidad, son una muestra más que fehaciente de la estrechez y el descalabro al que Maduro y los suyos han llevado a una economía que otrora llegó a ser floreciente.


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